Un sistema de mojones de piedras en forma de “U” hallado recientemente en el Valle de Los Horcones, en la zona de alta montaña del oeste de Mendoza, refuerza la hipótesis de que el cerro Aconcagua era un centro sagrado del Imperio Incaico durante los siglos XV y XVI.
Las tres líneas de pircas fueron descubiertas a unos 3 kilómetros del campamento base de Confluencia por el andinista y artista plástico Miguel Doura, en medio de una de sus habituales escaladas hasta la cota de 4.300 metros de altura de la ladera Oeste, donde instaló “la galería de arte contemporáneo más alta del mundo”.
Las estructuras PUC1 y PUCa, detectadas junto a una senda que marcaría el camino ceremonial hacia el cerro, se suman al primer indicio de presencia incaica en la región de Cuyo, el cuerpo momificado de un niño de 7 años, que habría sido sacrificado en la ceremonia religiosa capacocha. El fardo funerario y su ajuar aparecieron en el camino de un grupo de montañistas en su travesía hacia la cima del Aconcagua.
Desde esa referencia clave, ya suman nueve los rastros de la cultura incaica detectados en la zona, además de los sitios que esa antigua civilización extendida desde el sur de Colombia hasta parte de Argentina y Chile consideraba simbólicos, como la formación natural y las aguas terapéuticas de Puente del Inca, ríos, lagunas y glaciares. Los expertos en la materia coinciden en señalar que el impacto causado en la investigación científica por la serie de mojones observados en esta zona andina proyectó nuevos estudios interdisciplinarios.
“El pircado, de no más de medio metro de altura y ordenado en tres líneas rectas, me llamó la atención a pasos de la unión de los ríos Horcones Superior e Inferior, sobre la barda de un cerro, a dos días de caminata desde Puente del Inca. Es parte del Valle Sagrado de Los Horcones”, explica Doura, aficionado a la arqueología de alta montaña en el entorno de la mayor altura de América.
Vista aérea. El sistema de pircas en forma de «U» fue detectado en el Parque Provincial Aconcagua, Mendoza.Los especialistas en la materia deberán desentrañar si esta pieza de arquitectura precolombina fue instalada estratégicamente para advertir eventos solares, con el propósito de diseñar el calendario anual de siembra y cosecha -regido por solsticios y equinoccios-, como un centro de rituales tradicionales, o bien, como un depósito de semillas o corral de camélidos.
El antropólogo platense Gustavo Corrado -primer doctor en Arqueoastronomía del país, licenciado en Bellas Artes y profesor de Música- deja en claro que «estos sitios no habían tenido una ocupación permanente, ya que, dadas las características topográficas y climáticas de la ubicación, la nieve cubre el lugar desde principios de abril hasta comienzos de diciembre. Se están analizando varias hipótesis sobre estos hallazgos, por ejemplo si marcaban itinerarios de peregrinaje ritual determinados por grupos de huacas (lugares y objetos sagrados)».
Para Víctor Durán, investigador principal del Conicet y docente de la Cátedra de Antropología en las carreras de Historía y Arqueología de la Universidad Nacional de Cuyo, se trata de “un conjunto de estructuras con características particulares que permiten adscribirlas al período inca: recintos pircados ortogonales con plantas en forma de ‘U’, un recinto circular asociado a una antigua senda, mojones, alineaciones de rocas y sendas demarcadas”.
La descripción de Durán prologa el documento “Pircado en U de Confluencia”, publicado por Doura en academia.edu. A su vez, en el mismo sitio web, Ricardo Moyano -con un posgrado en la Escuela Nacional de Antropología e Historia de México e investigador del Departamento de Astronomía de la Universidad de La Serena, Chile- sostiene que “el hallazgo podría determinar la posibilidad de que el Imperio Inca o Tawantisuyu observara con precisión el paso del sol por el meridiano Norte-Sur utilizando recursos naturales como rocas, muros y puntos del horizonte”.
Creen que el hallazgo puede demostrar que los incas usaban el lugar para observar con precisión el paso del sol. El aporte de Doura para sumar nuevos elementos a la investigación científica también recibió el aval de Christian Vitry, profesor e investigador de la Universidad Nacional de Salta y director general de Preservación e Investigación de esa provincia del NOA: “Las piedras y pircados indican otras makas o lugares sagrados como el cerro Penitentes, el Yesero, la cumbre del Aconcagua y el lugar en la ladera del cerro Pirámide donde fue ofrendado un niño inca”.
Más al sur de este último hallazgo, en enero de 2023 una expedición realizada por cinco científicos de la Universidad Nacional de La Plata y dos arqueólogos mendocinos detectó vestigios en la ladera norte del volcán Maipo, que confirman la presunción de que, cuatro siglos atrás, la presencia de la civilización incaica alcanzó los alrededores de la laguna de Diamante.
Las rocas alineadas que estudian los científicos se suman a otros hallazgos de vestigios de cultura incaica en el entorno del cerro Aconcagua, en el oeste de Mendoza.Ese acontecimiento permitió definir el punto más austral conocido hasta ahora de las imprecisas fronteras de ese pueblo prehispánico, una franja del cordón andino que abarca parte de los territorios de seis países hasta Mendoza.
AS