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Resistencia
15 noviembre, 2024

Tenían una funeraria y ahora la Justicia los embargó por $ 5.000 millones: creen que la usaban para lavar dinero del narcotráfico

Hubo muertos velados en ataúdes indefectiblemente provistos por la misma casa funeraria, que los fabricaba, rituales mortuorios con la calle semicortada por la cantidad de deudos de las familias gitanas unidas en el dolor, rituales que se celebraron cientos de veces, y los que nadie pone en duda.

La Empresa Social Dilo funcionó efectivamente como una funeraria, pero la Justicia Federal, a partir de una investigación que nació en una denuncia de un testigo de identidad reservada, concluyó en que su verdadera pompa no fue más que ser una de las «pantallas» que utilizó una familia para lavar dinero proveniente de distintas actividades ilícitas relacionadas al narcotráfico. La Justicia trabó embargos por $ 5.000 millones.

Los procesados son Ricardo Oscar Marino y su descendencia: sus hijos Ricardo Alberto y Carolina, y su nieto Gastón. También su yerno, el ex policía Juan Marcelo Gutiérrez. El juez Santiago Inchausti, en la investigación que llevó adelante en el último tramo el fiscal Santiago Eyherabide, procesó a los cinco sin prisión preventiva.

Igual procesamiento endilgaron a los contadores de la familia, Sebastián Muniagurry y Yamil Senger, cuya actividad, a entender de los investigadores, fue clave para que pudieran «dar apariencia lícita a bienes -propiedades, lanchas, vehículos de alta gama- de origen espurio».

Los Marino fueron propietarios de la funeraria Dilo, que en los últimos años cerró y se reconvirtió en la casa de sepelios Memorial, a una calle de distancia en el mismo barrio, en Mar del Plata. También tenían una carpintería montada en un predio del barrio La Trinidad, en las afueras de la ciudad, donde -al decir del propio Ricardo Marino- hacía «cajones de muerto».

La carpintería mutó luego en una fábrica de puertas placa. En ese predio, que tiene dos manzanas y está rodeado de una tapia alta de ladrillos, ocurrían las reuniones de las que Justicia Federal tuvo conocimiento por la denuncia de un testigo de identidad reservada, quien contó que allí, a la calle 15 entre 6 y 8, llegaban camiones desde Paraguay con lonas que decían «alimento balanceado para caballos» custodiados generalmente por un Audi negro, entre otros autos de alta gama.

El mismo testigo dio más detalles a la Fiscalía Federal 2 sobre esas grandes reuniones. Dijo que al predio ingresaban armas y drogas, y que Marino, dinero que ganaba, lo enviaba a Paraguay.

La investigación fue complicada y en distintos momentos se estancó. Los hombres de la Prefectura abocados a las tareas de campo no lograban avances sobre lo que ocurría en ese predio cercado por un paredón, que además está ubicado en medio de una zona descampada.

Y cuando se disponían procedimientos que los podrían alcanzar, eran alertados, hecho que tanto el juez como el fiscal entendieron que estaba relacionado por la connivencia con hombres del destacamento de Estación Camet donde tenía asiento el policía Juan Marcelo Gutiérrez, casado con Carolina Marino, hija de quien es considerado líder de la organización.

Igual, la investigación consiguió avanzar paulatinamente, y de este modo pudo establecer lazos directos entre la familia de funebreros y el clan que lideraba Hugo «Coco» Esteban, protagonista de dos causas escandalosas en Mar del Plata que los investigadores llamaron Marea Verde y Lavado Total.

En la primera, el operativo terminó con el secuestro de casi 3 toneladas de marihuana que transportaban en un camión que fue interceptado en Wanda, Misiones. Esteban fue el líder de una organización dedicada al tráfico internacional y nacional de estupefacientes que contaba con sus propias fuentes de financiamiento, logística y ámbitos de distribución. Fue en 2015. Entre 2016 y 2019, el gitano estuvo prófugo. Ahora, por esta causa, fue condenado a 13 años de cárcel.

Lo detuvieron en la provincia de Entre Ríos, donde se había mudado con otra identidad e irreconocible: había bajado tanto de peso que los agentes que lo fueron a detener llegaron a dudar si se trataba de la misma persona. Fueron en busca de un hombre obeso y se toparon con uno escuálido.

La otra causa, «Lavado Total», llegará a juicio en estos meses. En esa investigación a Coco Esteban se secuestraron 240 vehículos entre autos, camiones, motos y cuatriciclos, la mayoría a integrantes de la comunidad gitana de la ciudad, y fueron expuestos en un playón de estacionamiento de Punta Mogotes. También se secuestraron armas, dinero y drogas.

«Los nombrados tienen vínculos con personas a su vez mencionadas en bienes relacionados a hechos de narcotráfico y otros ilícitos que dan sustento a la hipótesis de que esa actividad operaría como el delito precedente desde donde surgen los activos con los que realizan las operaciones patrimoniales investigadas», sostiene el procesamiento firmado por el juez Inchausti, al que Clarín tuvo acceso.

También detectaron vínculos con otro narco, Juan Manuel Mariscal, detenido cuando transportaba más de 150 kilos de cocaína, y otros dos procesados por narcotráfico; múltiples cruces por pasos fronterizos y, a partir de la labor de sus dos contadores, Muniagurry y Senger, la creación, según definió el juez, de «una usina de facturas apócrifas».

«La familia Marino (y sobre todo Carolina) viene operando como una auténtica ‘usina de facturas apócrifas’, escalando su facturación en forma asombrosa en los últimos años, lo cual no encuentra correlato con su actividad económica real o la declarada ante el fisco«, dice el escrito, y cita un período de poco más de un año en el que la mujer facturó más de 50 millones de pesos.

Inchausti procesó por lavado de activos a los dos contadores y a los cinco integrantes de la familia Marino, a quienes les trabó embargos por 1.000 millones de pesos a cada uno.

Secuestrados con fines de decomiso quedaron en poder de la Justicia los bienes que pudieron detectar, diez vehículos, la mayoría de alta gama, una lancha, el predio de La Trinidad, propiedades en la provincia de Corrientes, en Goya y Esquina, donde habían montado otra funeraria y un lujoso complejo de cabañas con servicios de pesca, y otras en Mar del Plata, incluida la funeraria que la comunidad gitana de la ciudad eligió para velar a sus muertos y, al parecer, hacer negocios.

AS

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