No ha comenzado ni la ceremonia de inauguración y los Juegos de París ya han vivido uno de los episodios más increíbles de la historia del fútbol olímpico. El esperpento es de tales dimensiones que los aficionados de Argentina y Marruecos se enteraron en sus respectivos viajes de vuelta a casa de que el combinado africano había ganado (2-1). No había sido ese el resultado que reflejaba el marcador en cuanto una invasión de público devino en un lío monumental y con el encuentro suspendido, aparentemente con empate a dos. Pero solo provisionalmente. Argentina había anotado en el decimoquinto minuto de prolongación de un encuentro ya de por sí accidentado, que comenzó con una estruendosa pitada al himno de la albiceleste, con mayoría absoluta de marroquíes en las gradas y con varios espontáneos invadiendo la escena.
El enfado de los protagonistas del juego era ya ostensible durante el desarrollo de la contienda. Y fue a más en la zona mixta, donde Mascherano aseguró que había sido «el mayor circo que había vivido». Justamente la explosión de petardos y el encendido de bengalas cerca del banquillo argentino fue el motivo de la estampida de los jugadores suramericanos, que abandonaron la cancha aprisa y corriendo en cuanto comenzó la invasión.
Los Juegos arrancan con un lío monumental y un desastre organizativo total. Los responsables de velar por la seguridad del encuentro se vieron desbordados por la situación y no fueron capaces de impedir que el encuentro fuese una absoluta ceremonia de la confusión y se detuviese en numerosas ocasiones. Cada una de las veces que algún aficionado logró franquear las vagas medidas de protección del césped y se coló en él. Primero un niño que hasta llegó a plantarse donde estaban los futbolistas, luego un adulto, más tarde otro más… Cuando Argentina marcó, ya eran decenas de espontáneos los que arruinaron la tarde. Pero aún el grotesco espectáculo no había finalizado.
Los jugadores se marcharon a vestuarios, permanecieron a la espera por más de una hora, salieron a calentar, el VAR recibió el gol argentino y lo anuló. Fiesta para Marruecos, indignación en la caseta de una de las favoritas pero el gran derrotado no fue el equipo de Mascherano, sino el de la organización de estos Juegos que empezaron con mal pie.