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16 noviembre, 2024

El verano sin salir: qué hacer para reducir la brecha de las vacaciones marcada por la economía familiar

Las vacaciones son sagradas para los niños y niñas. Inciden en su felicidad más que cualquier juguete o capricho, como reveló una investigación publicada en el ‘Journal of Commercial Research’. Pero van mucho más allá de su alegría. «Son muy buenas para generar vínculos entre la familia y para hacer grupos de amigos fuera de su entorno. Crear situaciones novedadosas ayuda en el desarrollo psicomotriz, emocional y en el aprendizaje», apunta la psicóloga sanitaria especialista en Perinatal e Infancia, Diana Sánchez.

Algunos pequeños se van al pueblo donde aprenden cuanto pueden con sus abuelos. Otros descubren un nuevo entorno en la monaña o se lo pasan bien en la playa o viajando a un lugar nuevo con sus progenitores. En cualquier caso, salen de sus ambientes conocidos, lo que les ayuda a generar «más independencia y confianza». Pero no todos pueden acceder a eso. España también está llena de niños y niñas que, como Manolito Gafotas en las novelas de Elvira Lindo, se quedan en sus pueblos y ciudades durante todo el periodo estival.

En estos casos, la psicóloga también recomienda quitarles cargas. «Lo importante es que la familia, para compensar esta carencia de vacaciones, busquen alternativas para disfrutar del tiempo juntos, jueguen con los niños cuando están con ellos y hagan algo diferente que se salga de su rutina», indica. Es decir, que pasen un tiempo de calidad.

«Al final, lo más importante es que los niños reciban una atención familiar especial, aunque durante esos días sea visitando cosas diferentes, haciendo alguna actividad con ellos que no suelan hacer juntos habitualmente o dejándoles elegir ese tipo de actividades», añade la psicóloga.

Los niños que no pueden salir de casa

El Instituto Nacional de Estadística (INE) mostraba que uno de cada tres menores de 18 años (el 34,1%) no puede irse ni una semana de vacaciones al año. Este miércoles, la ONG de infancia y educación recordaba que este «porcentaje es una media que esconde importantes desigualdades»: mientras que en los hogares con un mayor nivel de ingresos solo está en esta situación un 3,2% de los niños y niñas, en los de renta más bajas alcanza el 63,5%, casi el doble de la media. 

Esto quiere decir que los menores que viven en los hogares con más dificultades económicas tienen 20 veces menos posibilidades de ir una semana de vacaciones que los que pertenecen a los hogares más ricos. 

En los hogares de rentas más bajas, hacer actividades se complica, como ya denunció en varias ocasiones Educo. «Empezar el curso escolar sin haber desconectado en verano tiene consecuencias en el bienestar físico y emocional de la infancia. Maestros y maestras lo saben bien. Los niños y niñas empiezan el curso más desanimados y apáticos, tan poco estimulados como lo han estado en los meses anteriores. A veces, están incluso más delgados. Se resienten también a nivel educativo, con menos ganas de aprender tras los meses de verano», describían en el informe ‘Los derechos de la infancia no se van de vacaciones’, presentado el pasado mes de junio.

El papel de los campamentos

En aquel momento, su directora general, Pilar Orenes, reinvidicaba en El Periódico de España el papel educativo que tienen los campamentos de verano a través del juego y de actividades culturalse con los que los niños siguen aprendiendo y evitan contextos que no son adecuados.

No todos los pequeños pueden acceder a ellos. Por eso pedían el apoyo de ayuntamientos y comunidades autónomas a entidades sociales, que son las que suelen desarrollar campamentos y colonias. «Si en verano no tienen alternativas de ocio y tiempo libre grautitas, en muchos hogares pasan mucho calor, igual están solos… No es el mejor contexto para que su desarrollo continúe», se lamentaba Orenes.E

El problema de los niños que pasn mucho tiempo en las casas ya se vio en la pandemia. «Tenemos casos de menores que llegan a las consulta en los que normalmente vemos un desarrollo psicomotor no adecuado porque no hacen la actividad física diaria mínima. Más allá del ejercicio, no juegan al aire libre, y el juego es súper importante, sobre todo entre menores de siete años», indica Diana Sánchez. A esas edades, según diversos estudios, más incluso que el aprendizaje escolar.

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