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Resistencia
24 agosto, 2025

El estudiante que habló con Borges

A título de anticipado homenaje a Jorge Luís Borges con motivo del 126º aniversario de su nacimiento, y a la vez festejo por el Día del Lector, la filial Sáenz Peña de la Sociedad Argentina de Escritores (Sade) desarrolló ayer en horas de la mañana una ronda de lecturas alusivas a ambos acontecimientos.
Borges nació en 1899, un 24 de agosto, fecha que en la Argentina se instituyó como Día del Lector.
Y si de este célebre y celebrado escritor se trata, justo en el presente mes de agosto se cumplen 51 años de cuando se dignó concederme media hora de su tiempo.
Fue en agosto de 1974, en la Academia Argentina de Letras. Él estaba a pocos días de cumplir 75 años; yo tenía 21.
Cuatro meses antes de la entrevista (abril de 1974) yo había publicado mi primer libro, «Cuentos diversos para diversas gentes».
La «Fundación Bernardo Houssay», de Buenos Aires, gestionada por el colegio al que yo asistía (Escuela de Comercio 1 General Manuel Obligado, turno nocturno, de Resistencia), hizo posible el encuentro.
Fue a través de una beca que también les posibilitó a otros jóvenes estudiantes secundarios de otras provincias entrevistar, según sus vocaciones, a personalidades de la época como el pintor Benito Quinquela Martín y el Premio Nobel de Química y Luis Federico Leloir.
Aquel primer libro mío (una colección de cinco cuentos) ayudó mucho para que me concedieran la referida beca, gestionada por la directora de mi escuela, Berta Teuber de Yurkevich.

«Escribí mucho y rompé mucho»
Era plena siesta cuando Borges vino acompañado de Cayetano Córdoba Iturburu, crítico literario del diario La Nación, y un señor que oficiaba de lazarillo suyo. A mí me acompañaron dos empleadas de la Fundación Bernardo Houssay.
Nos sentamos alrededor de un enorme y ovalado escritorio marrón ubicada en el centro de una sala.
Cayetano Córdoba Iturburu mencionó que seis años atrás Borges había estado en Resistencia, para una disertación.
Se habló de todo un poco.
Después, Borges me aconsejó sobre lo que era más conveniente hacer o no hacer en materia de tecnología literaria.
Me dijo, por ejemplo: «Para escribir un buen cuento primero hay que perder un buen tiempo imaginándolo. No se puede hacer nada bueno sin imaginarlo antes». «Escribí mucho y rompé mucho», me dijo.
Recuerdo que puse en sus manos un ejemplar de aquel primer libro mío, el cual sólo Dios sabrá dónde habrá ido a parar.

Doce años después
Doce años después, el 15 de junio de 1986, día en que Borges falleció, publiqué en el diario Norte, donde yo trabajaba, una nota titulada «Media hora con el escritor».
Fue mi tributo a un prócer de la literatura universal que se dignó concederme media hora de su larga vida.
Al día siguiente, el Jefe de Redacción, Eduardo López, recordó aquel libro para Borges.
Lo hizo en su siempre ocurrente «Candilejas», columna diaria que mezclaba humor con las cosas serias de la vida.
Allí se preguntó si la herencia que recibiría María Kodama incluiría aquel ejemplar de «Cuentos diversos para diversas gentes» que entregué a Borges en agosto de 1974.

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