Más que nunca debemos estar orgullosos «que un pueblo nunca se equivoca», aunque hubo que transitar un camino plagado de obstáculos que culminaron en un proceso de maduración institucional que se fue construyendo paulatinamente a través de las opciones electorales que definieron un país que se quiere consolidar como República libre.
La ciudadanía fue sometida a un acoso maquiavélico de un candidato en el carácter de «Ministro de Economía» y utilizó los fondos públicos en campaña funcional para comprar la voluntad popular con un festival de subsidios, promesas y lo más grave impuso una campaña del miedo. Contrataron a los gurús del marketing electoral, de la Escuela Brasilera de Mendonça con la maquinaria escandalosa del spot, videos, encuestas como mecanismo de manipulación, arengas con presagio apocalípticos para esconder la cruda realidad que los argentinos padecíamos a diario.
Confieso que en mi trayectoria internacional como observador electoral, nunca había visto el grado obsceno que en 30 días mantuvo en vilo a la ciudadanía con el lógico desgaste institucional. Sin embargo la veda de 48 horas previa a los comicios, generaron los anticuerpos de la cultura democrática, despertando con sabiduría «cual debía ser la auténtica y voluntad popular».
El pueblo ya no se equivoca, ha captado magistralmente el mensaje de quienes lo deben representar dignamente en la función pública. Cabe entonces rescatar la madurez aquilatada por el pueblo de las experiencias que los procesos electorales graba en la memoria colectiva de los ciudadanos. La ingeniería electoral ayuda pero no define la opción, auxilia los procesos de comunicación pero no garantiza –por más modernos que sean- la adhesión en voto positivo del ciudadano.
Se produjo la metamorfosis y la identificación de ideologías negativas que debía desterrar y la propuesta del cambio ganó la elección al Kirchnerismo; a Cristina; a Massa y su discurso maquiavélico; al populismo; a la cultura de la mediocridad; a los corruptos; a la vieja política; a la política de dádiva; a la política de la desesperanza; a la cultura nivelar para abajo; a la delincuencia y a la puerta giratoria; al «garantismo zaffaroniano»; a los derechos humanos para los delincuentes; a los piqueteros; al doble discurso; a la política del miedo; a la falsa inclusión; al feminismo barato; al lenguaje inclusivo (todos y basta); a la falsa izquierda con los políticos millonarios; a los ñoquis; al miedo al capitalismo y al liberalismo; al Estado deficitario… bienvenidas las ideas de la libertad pero con límites y responsabilidad ¡Viva la argentina de la honestidad y la transparencia de los actos de gobierno!
Ahora viene la etapa del consenso y proyección de las políticas públicas.
La gente anhela y quiere ver esa capacidad política de construir gobernabilidad, de lo contrario, perderá confianza y credibilidad en los políticos y las instituciones, así se generaran condiciones de ingobernabilidad.
En definitiva, el logro y la vigencia de la gobernabilidad política dependen y resulta de la existencia de esta capacidad de la dirigencia política (clase política o liderazgo autoridades) para cumplir tales funciones. Esa capacidad es la que genera credibilidad y confianza en los líderes y las instituciones, produciendo legitimidad política, gobernabilidad y valores y las prácticas democráticas (como la confianza mutua, la transparencia, la tolerancia, el pluralismo, la negociación y la construcción de consenso) prevalecen y están arraigados en la cultura política.
En una instancia histórica de la Nación resurgió como ave de fénix la eterna democracia. Que así sea.