«El uso indiscriminado de las pantallas es un elemento adictivo. Si realmente un alumno necesita el celular para coordinar con los padres para que lo pasen a buscar… lo va a poder hacer, desde ahora, durante un recreo», arranca Perpetuo Lentijo, secretario general de la Asociación de Entidades Educativas Privadas Argentinas (ADEEPRA).
El pedagogo lo dice en clave de victoria. Este flamante NO a las pantallas -que es oficial y únicamente porteño- era una lucha personal para los colegios privados que nuclea.
En la Ciudad los estudiantes ya no pueden usar el celular en la escuela. El gobierno de Jorge Macri presentó este jueves la resolución del Ministerio de Educación que establece que en primaria está prohibido, incluso en el recreo, y que en secundaria solo están habilitados a sacarlo en el aula si los profesores lo piden, es decir, “en las actividades pedagógicas planificadas”.
Esta última excepción -que vuelve confusas las barreras entre un auténtica prohibición, como sí está claro para las primarias, y apenas una reglamentación «a medida» de cada secundario porteño- genera algunas dudas en la comunidad educativa. Y, principalmente, entre padres y madres, sobre qué pasará en realidad con estos intrusos techie entre los pupitres, ya que la normativa porteña dice que las escuelas pueden ser más restrictivas en sus propios protocolos.
«La introducción del celular de manera indiscriminada en las escuelas ha generado más problemas que soluciones«, sentencia Lentijo. Por eso, celebra su expulsión y cree que los colegios van a aplicar «de inmediato» la prohibición y «limitación» de los celulares.
«Según lo que se ha estado viendo en las discusiones en el Consejo Federal, era de esperarse una definición así. Aunque nosotros no estábamos enterados. Es que socialmente hay una toma de conciencia de regular el vínculo de los chicos con los dispositivos tecnológicos», continúa.
Un punto «dramático», identifica, podría haber sido la principal motivación de la decisión del ministerio porteño. Las apuestas online en el aula. «Se está viviendo una situación insostenible con la posibilidad que tienen los alumnos de vincularse con plataformas de juego», advierte.
De hecho, En la provincia de Buenos Aires, los celulares se pueden usar en el aula con fines educativos. En 2006 hubo una resolución que prohibía su utilización para alumnos y docentes en el proceso de enseñanza. Pero en 2016, mediante la disposición de Escuelas Nro 778, se resolvió «habilitar el uso de los distintos dispositivos tecnológicos, en el ámbito escolar, por parte de los alumnos y los docentes, como recurso pedagógico didáctico, incorporando los dispositivos como parte de su planificación anual y enmarcados en el proyecto institucional en los acuerdos que le dan sustento».
En la pandemia se intensificó la práctica de intercambiar datos, información y tareas por teléfonos y dispositivos. A tal punto, que en muchas escuelas era la única vía de comunicación que tuvieron maestros y estudiantes. En algunos casos, en los casi dos años que no pudieron verse de manera presencial.
Qué dicen los padres
Lentijo considera que, del lado de padres, madres y tutores, no habrá oposición a la nueva regulación porteña: «Al contrario, hay movimientos de padres organizados que empiezan a restringir el uso de celulares o que no lo usen hasta cierta edad, justamente para evitar la adicción precoz a las pantallas en los más chicos«.
María José tiene a su hija en 3 grado del colegio Lomas de Núñez. «Me parece una medida razonable, aunque no me queda claro cómo se va a implementar, porque la primaria de mi nena no tenía ningún protocolo antes», dice a Clarín.
¿Qué puntos ve razonables? «Vengo leyendo hace tiempo sobre medidas similares en otros países y, más recientemente, en colegios de Buenos Aires. Creo que los adultos debemos comprometernos con un uso responsable del celular. Porque no es un dispositivo diseñado para el aprendizaje, aunque pueda tener algunos usos muy puntuales y acotados para buscar información», distingue.
Más que «distracción» en el aula, el experto en educación inicial define al consumo problemático de dispositivos como una «distorsión intelectual» respecto al aprendizaje y a la vinculación con los otros.
«Los alumnos necesitan un compromiso motriz (lo dice en oposición a lo digital) de interactuar con sus compañeros. Y, además, tienen que tener respeto por lo que los docentes planifican a diario, y no distraerse con lo que más les llame la atención«.
En cuanto a cómo será la implementación de la regulación de los celulares en las secundarias, compara la norma con el uso de uniformes, que responden a protocolos propios de cada institución.
«Así como se utiliza una pantalla de computadora en la sala de informática, cuando el docente lo determina y en una actividad calificada, bueno, así será cuando se utilice la pantalla del celular. Tendrá que ser algo que se planifique adecuadamente», comenta.
A modo de conclusión, Lentijo considera que la decisión oficial responde a que las escuelas desde hace tiempo habían empezado a regular el uso hasta de relojes inteligentes. «Esto legitima y respalda las expectativas de muchos docentes e instituciones, y muchas provincias van a hacer lo mismo», cierra.
Qué cambiará en las secundarias
Según el comunicado oficial que explica la medida, se decidió regular el uso de los celulares en las escuelas «para mejorar la calidad de la enseñanza y favorecer el desarrollo de los chicos y adolescentes”.
La resolución firmada por la ministra de Educación, Mercedes Miguel, fue resultado de reuniones y acuerdos con docentes, especialistas y ONGs, y tiene impacto en 566.000 estudiantes de 2.291 escuelas de nivel inicial, primario y secundario, tanto estatales como privadas.
Estela Dominguez Halpern es la directora del Instituto Luis A. Huergo, un colegio privado de nivel medio en San Telmo, y explica a Clarín el contexto ya «sembrado» y protocolarizado de uso de celulares en el aula, en el que transitará esta nueva reglamentación.
«Utilizamos el teléfono como herramienta y como extensión de actividades escolares, siempre con fines pedagógicos. Sabemos que hay dimensiones que están presentes siempre en el uso del teléfono: me refiero tanto FOMO (fear of missing out / «miedo a perderse algo») como a los consumos y vínculos que tienen en sus redes sociales (su sociabilidad). Cada grupo es diferente, cada docente también, por lo que es necesario, y así lo hicimos, conversar sobre el encuadre de los ‘usos’», detalla.
«La normativa anunciada nos habla de estas acciones que desde la escuela ya veníamos desplegando. Quizás la novedad es justamente dar visibilidad y encuadre -aclara- a la actividad tanto pedagógica como social que se hace desde la escuela».
Mónica Prieto, profesora de la Maestría en Dirección de Instituciones Educativas de la Escuela de Educación de la Universidad Austral, también celebra la medida y dice que no cae sobre la nada.
“En la escuela primaria, las maestras están muy preocupadas por la falta de atención de los alumnos y esta regulación puede despejar si esa falta de atención se debe a las pantallas o a la planificación de las clases”, sostiene.
“Está demostrado que en la primera infancia y en el desarrollo de la lecto-escritura, los niños deben dedicar tiempo a la lectura y todos los aspectos psicomotrices; por ejemplo, cómo tomar el lápiz, cómo usar la mano para escribir, cómo leer un texto. El uso excesivo de las pantallas en el aula atenta contra el proceso de pensamiento que lleva a incorporar la escritura”, cierra.
Informe: Fabián Debesa (Corresponsalía La Plata)
AS