Encontrar los espacios propios, darnos el tiempo y detener la cantidad incesante de exigencias internas y externas es esencial para recuperar la fuerza interna y el equilibrio.
07 de enero 2024, 05:39hs
“Ponete en tu propia agenda” es el desafío más grande que tenemos muchas y muchos de nosotros en estos tiempos. Priorizar la salud mental, emocional y física se vuelve urgente. Necesitamos sostener nuestro orden interno, el mayor bienestar posible, y la calma para que estos tiempos desafiantes no nos quiebren.
No es una tarea fácil. El contexto se vuelve cada vez más exigente. Las alarmas parecen saltar a cada momento. Con facilidad, se activa lo que muchos terapuetas denominan “pensamiento catastrófico” y entonces, un remolino de emociones y de pensamientos, nos arrastra hasta hundirnos en lo más profundo de nosotros mismos.
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En el medio de la incertidumbre y con la arenga incesante de las redes sociales, se nos invita con cierto tono imperativo a diseñar la famosa lista de metas a cumplir, a comprometernos con un propósito, y a iniciar una extenuante carrera contra el tiempo lineal para cumplirlo y, de esta forma, medirnos bajo esas categorías añejas de éxito o fracaso diseñadas para un paradigma que está acabado.
Es prioritario detenernos y crear nuevos hábitos. Ya practicamos esas recetas y siempre nos salieron mal. Cuando logramos empezar a incluirnos en nuestra propia agenda nos ofrecernos también la posibilidad de hacerle espacio a lo que verdaderamente importa, a lo que nos nutre, nos ordena y nos da refugio.
Podría parecer un llamado contracultural y de cierta manera sí lo es. Nos han enseñado que priorizarse es egoísta y desconsiderado. No pretendo sumarme a la red de los falsos discursos motivadores que solo parecen arengan a un “sálvese quien pueda”, pero sí es cierto que haciendo un trabajo personal, encontrando el equilibrio, y estando en nuestra mejor frecuencia posiblle, es mas fácil recuperar la fuerza y luego dar un paso más. Sólo cuando logramos estar bien (sea lo que sea que eso signifique para cada uno de nosotros) tendremos real fuerza y disponibilidad para hacer más o para colaborar solo siendo.
La potencia de esta idea se me vuelve muy clara cuando recuerdo un simple consejo. Antes del despegue de un vuelo, se nos explica que ante cualquier eventualidad, lo primero que tenemos que hacer es ponernos la máscara de oxigeno a nosotros mismos y después ayudar a ponérsela a los demás. Tiene sentido.
Tiempo atrás publiqué en este espacio una entrevista muy linda a la doctora Sol Sananes. Ella asegura que la mayoría de los pacientes que recibe, estarían sanos si pudiesen darse tiempo, tiempo no apurado, como decía la canción de María Elena Walsh. “Creo que el 80% de los desequilibrios que traen mis pacientes se solucionarían si tuvieran tiempo tiempo para meditar, para ir de cuerpo, para no correr al trabajo, para prepararse comida saludables, para hacer ejercicio, para jugar o realizar algún hobby, para descansar… para terminar el día en calma”.
Conversábamos en esa ocasión sobre el poder de las rutinas y de los cambios mínimos que nos llevan al fin a una mejor vida. En el libro que publicó Ayurveda para sanar, hay unos párrafos que me parecen convenientes de citar aquí. “Hace unos años leí una nota que le hicieron a Warren Buffet y Bill Gates en la que estos magnates contaban que con los años entendieron que es tan importante tener tiempo para no hacer y tiempo para pensar. Las agendas despejadas nos hacen más productivos. Después de leer el artículo hice el ejercicio de dibujar con un color en mi agenda el tiempo que dedicaba para mí y con otro color el tiempo que dedicaba a los demás. Yo creía que me dedicaba mucho tiempo, sin embargo, me sorprendí al ver la pintura que quedó en mi agenda al terminar el ejercicio.
Suelo tener la sensación de que cada momento que vivimos es único aunque a veces me cuesta recordarlo y apreciar los instantes. Es fundamental estar en el presente, encontrarme con los amigos que me hacen bien, visitar a mi familia, escribirme con los amigos que viven lejos e incluso con los que ya no habitan este planeta, porque aún están en mi universo…”, confiesa Sol Sananes en su libro.
¿Qué estamos postergando para cumplir con todo lo demás?
Hace más de dos años, publiqué en este mismo espacio una nota con una pregunta “¿Qué estamos postergando para cumplir con todo lo demás?”
Aunque el tiempo ha pasado, me sorprende la vigencia de muchos de sus párrafos y eso me obliga a reflexionar más profundo sobre nuestra sabiduría interna para comprender qué es lo que necesitamos y nuestra incapacidad para poder implementarlo.
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“Cuando no podemos parar de hacer y de cumplir y nos convencemos de que así está bien, que de eso se trata la vida, frenar se vuelve imposible. Con el tiempo, en algún momento de crisis, miramos hacia atrás y solo nos quedan los reproches, las ausencias, los ‘tendría que haber estado ahí’, ‘tendría que haberlo hecho diferente’. Sentimos entonces que no hemos vivido la vida sino que la vida nos vivió a nosotros. Este es uno de mis miedos profundos y más difíciles de confesar. Temo darme cuenta de que, al final, la marea de actividades, de reclamos, de respuestas y de listas para cumplir me llevó la vida. Que no viví. Que fui vivida por.” Escribía hace dos años
“Por eso es fundamental frenar a tiempo y redistribuir nuestra atención, nuestras prioridades. Podemos tomar nuevas y mejores decisiones. Tenemos aún la capacidad de aprender a decir que no a lo que no. ¿Al servicio de qué estamos poniendo el tiempo, la energía y la voluntad. ¿Al servicio de quién? Hagámonos de nuevo algunas preguntas. Hagámoslas la mayor cantidad de veces que nos sea posible.” A esa propuesta de años atrás que aún no terminé de concretar como quisiera, hoy le sumo una mas: pongámonos en nuestra propia agenda y observemos como se transforma nuestra vida.
Que así sea.