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Resistencia
27 noviembre, 2024

Natasha Binder y cómo sobrevivir al fantasma de la niña prodigio: debutó en el Colón a los 9, estudió Psicología y vuelve al piano

“Creo que estoy transformándome en la pianista que quiero ser. Hace seis años que no vengo a la Argentina. Y, claro, de aquellos 18 años a los 23, casi 24 actuales, pasó mucho. Fueron años fundacionales, porque me fui construyendo. Cuando llegué, sentí mucha emoción, hay muchas cosas que se remueven. Ayer fui a la peluquería y una señora me reconoció, se acordó de la nenita que debutó en el Colón a los 9 años. Pero ya no soy esa nenita”, dice con determinación Natasha Binder, a punto de presentarse este sábado 3 y el jueves 9 de agosto (en la Facultad de Derecho y en el CCK, respectivamente) con el Concierto para piano nº2 de Rachmaninov y dispuesta a contar cómo sobrevive al fantasma de la niña prodigio.

La Natasha adulta, que llegó apenas hace 48 horas, no puede ser más encantadora. Nos recibe en el departamento familiar en pleno centro porteño, con su adorada abuela Lyl Tiempo y su mamá Karin Lechner, pero ella toma la delantera como anfitriona y ofrece un café con irresistibles chocolates belgas.

Antes de comenzar la entrevista, su abuela y su mamá se retiraron. Natasha ofrece pasar al sillón del living para que la charla sea más íntima. Con toda confianza y transparencia comienza a contar la inmensidad de emociones que la atraviesan, cómo se enfrenta con su pasado de niña prodigio, las promesas que se cargaron sobre esa niña y continúan proyectándose sobre la adulta.

Todavía sigue flotando el recuerdo de su debut en el Teatro Colón a sus 9 años y su diminuta figura en el inmenso escenario, con sus piecitos colgando de la banqueta del piano porque no alcanzaban los pedales. Poco después tocó en la misma sala el Concierto para piano de Grieg, a la pequeña Natasha le tocó un piano con una mecánica deficiente, pero la pequeña gran pianista de ese entonces batalló con el instrumento y su concentración no se desvió ni por un instante.

Natasha vive actualmente en Bruselas, donde nació y creció, ella es el último eslabón de una dinastía pianística iniciada por Antonio De Raco y Elizabeth Westerkamp, sus bisabuelos y padres de “Babaya”, como le dice cariñosamente a su abuela, la infatigable Lyl, que formó numerosos pequeños pianistas entre los cuales se destacan sus propios hijos, los notables Karin Lechner y Sergio Tiempo.

La terapia ayuda

Las manos sobre el teclado. Natasha Binder es bisnieta de Antonio De Raco y Elizabeth Westerkamp, nieta de Lyl Tiempo, hija de Karin Lechner y sobrina de Sergio Tiempo, todos pianistas geniales. Foto: Ariel GrinbergLas manos sobre el teclado. Natasha Binder es bisnieta de Antonio De Raco y Elizabeth Westerkamp, nieta de Lyl Tiempo, hija de Karin Lechner y sobrina de Sergio Tiempo, todos pianistas geniales. Foto: Ariel Grinberg“Hago mucha terapia -cuenta Natasha en un perfecto porteño- y tengo más trabajadas algunas cosas. Pianista siempre fui. Incluso me ofendo a veces cuando gente que conozco me dice ‘¿Pero vos querés ser pianista profesional?’. Yo soy pianista profesional desde que tengo 5 años”.

La última vez que se presentó en Buenos Aires fue hace seis años y tocó con su mamá Karin Lechner en el Teatro Coliseo. El concierto se complementó con imágenes de la película La calle de los pianistas de Mariano Nante, videos y fotos de la historia musical y familiar de ambas intérpretes.

En ese filme, se la ve a la pequeña Natasha interrogando a su familia sobre la elección de ser pianista, su tío Sergio le explicaba que él había nacido así y que no tenía recuerdos no siendo pianista. Natasha no dejó de hacerse preguntas, y dentro de una familia en la que hay una fuerte determinación, aunque ningún tipo de imposición, ella quiso buscar sus propios fundamentos en la decisión de ser pianista. Buscó qué tipo de pianista quería ser y desafió la determinación que pesa sobre el futuro de los niños prodigio.

“Me parece casi una obviedad decirlo, pero me siento súper afortunada de tener la familia que tengo, pero sentí una necesidad de no seguir los pasos que se suponía tenía que seguir. Creo que mi papá, que no es músico ni argentino, tiene también mucho que ver con mi identidad, porque él posibilitó que tuviese otro ángulo de la realidad o Pied-à-terre (pies sobre la tierra)”, reflexiona Natasha cómodamente sentada en el living de la casa de su abuela.

A los 17 años se fue sola a estudiar una carrera universitaria en Canadá. Aunque la licenciatura en Psicología y Relaciones Internacionales puso al piano en un segundo plano, la música nunca dejó de estar presente en su vida. Natasha siguió tocando y continuó desarrollando repertorio.

Una imaqen de Natasha Binder, a los 8 años, ejecutando obras de Mozart, Schubert, Beethoven en el Conservatorio de La Plata. Una imaqen de Natasha Binder, a los 8 años, ejecutando obras de Mozart, Schubert, Beethoven en el Conservatorio de La Plata. «Soy pianista profesional desde los cinco», dice. Foto: Daniel Forneri “Cuando la gente me pregunta por qué me fui, no sé bien qué contestar. Tenía ganas de tener una experiencia normal. Me acuerdo que me decían ‘Pero no sos normal, no podéis vivir como una niña normal porque naciste con este talento y en esta familia. Y es así’. Y, bueno, fui normal, gané esa pelea. Cuando era chica se armaban peleas también porque no quería estudiar, quería jugar. Pero no padecí nada de niñita torturada, sino cosas normales. Siempre tuve un carácter interesante”, recuerda Natasha y se ríe de manera pícara y contagiosa.

-¿Te costó mucho unir las dos Natashas?

-Son varias partes de mi identidad. Y sí, me costó mucho unirlas. Fue mucho trabajo, y no sé si lo terminé, en realidad (risas). La Natasha que va a la escuela, que tiene amigos, que le gusta hacer otras cosas, que le gusta salir, que le interesa estudiar algo que no tenga que ver con la música; y, la otra, la que se encuentra ahora, aquí, con la sombra de la Natasha chiquita que no tenía todas esas otras dimensiones. Espero que todo eso haga de mí hoy una artista más completa.

-¿Qué viste en esa sombra, como decís, de vos cuando eras chiquita?

-Bueno, llegué hace 48 horas. Pero, sí, no es lo más fácil. Es más difícil tocar como adulta. Mi abuela hizo un chiste con respecto a esto: dijo que cuando era nenita tocaba como grande, y ahora que soy grande, a ver si toco como una nenita. Me gustó. Sí, hay más conciencia de todo con respecto a mí misma. El otro día les explicaba a algunos amigos míos que no es que llego a Ezeiza y van a estar cincuenta fotógrafos esperándome, “¡Ah, ya volvió la ex niña prodigio!” (risas).

Su vida en Canadá

-Cuando estabas en Canadá estudiando psicología, ¿cómo hacías para navegar entre los dos mundos, el académico y el piano?¿Tomabas clases?

-En lo cotidiano, el piano quedó en segundo plano. Estuve cuatro años en Canadá, pero cuando volvía a Europa siempre tocaba para mi familia. Fue progresivo el cambio. El primer año que llegué no estaba muy organizada, hasta tuve problemas con la visa.

Natasha Binder pasó la pandemia en Bruselas, en la casa familiar, estudiando psicología y tocando el piano. Natasha Binder pasó la pandemia en Bruselas, en la casa familiar, estudiando psicología y tocando el piano. -¿Vos habías elegido la universidad?

-Sí. Tuve un consejero estudiantil que me sugirió Montreal, porque iba a resultar más fácil continuar con la música. El sistema norteamericano tiene más flexibilidad, por eso pude venir a tocar acá en 2018 y luego salir de gira.

-¿Y qué pasó cuando volviste a Montreal después de la gira?

-Tuve dudas. Volví en diciembre a Montreal, era invierno, y pensé: ¿pero qué estoy haciendo? Yo soy pianista. Hubo momentos en los que las dos identidades luchaban. De hecho, esas navidades que volvía a Bruselas les decía a mis padres –¡pobres!- que no sabía si iba a seguir en la Universidad. También era cierto que los primeros años estaba instalándome y no tenía amigos, no conocía a nadie. Y después se fue calibrando todo. Encontré un buen piano y fue la primera vez que tocaba sólo para mí, que elegía tocar porque quería. No es que me forzaban, aclaro, pero tocaba en un lugar sin connotaciones familiares. Era totalmente otra experiencia.

-Y en ese ínterin te contactan desde Bruselas para tocar el Concierto nº2 de Chopin…

-Claro, para el Festival. Y ahí pensé tomarme seis meses fuera de la universidad para concentrarme. Fue en enero 2020, dos meses después vino la pandemia y justo me agarró en Bruselas. Y tomé clases on line de la universidad, fueron unos meses muy felices, porque todo estaba en armonía. Después, cuando volví a la Universidad, era el tercer año y estaba en medio una transición de mi identidad musical. Era claro que la experiencia universitaria se iba terminando, veía a mis amigos buscando trabajo, buscando continuar sus estudios. Y yo no iba por ese lado.

Natasha Binder, con la Orquesta Académica del Instituto Superior de Arte del Teatro Colón, en 2010. Natasha Binder, con la Orquesta Académica del Instituto Superior de Arte del Teatro Colón, en 2010. -¿Y qué pasó cuando finalmente terminaste la universidad?

-Sentí muchas cosas feas. Fue como “¿y ahora qué?”. Son años de burbuja, de relaciones muy lindas, de vivir en una ciudad asociada a esa vida. Tocaba el piano, pero no con una finalidad puntual. Sentí muchas preocupaciones por la vida real. Pero pocas semanas después de que llegué a Europa, toqué el concierto de Chopin, que se había cancelado durante la pandemia. Y durante el ensayo, sonaron las primeras notas de la orquesta y se desvanecieron todas las preocupaciones. Fue una sensación de alivio, todo recuperó sentido.

-Finalmente, esas experiencias alimentaron tu crecimiento artístico.

-Totalmente. Fue como un entretejido. Nunca fue “paro la música y me voy a estudiar otra cosa”. Son partes de mí que se terminaron uniendo. Fue una experiencia que me ayudó a construirme como persona y, por supuesto, dentro de esa persona hay una artista también.

-¿Cuál es tu idea de artista?

-Es muy difícil. Por un lado, soy consciente de ciertos elementos que me parecen obstáculos e impiden a la música clásica y sus músicos brillar, y por otro lado, tengo valores muy tradicionales dentro de la música clásica. Es una paradoja difícil de desanudar.

Natasha Binder y su madre Karin Lechner, cuando tocaron en el Colón por el estreno de la película Natasha Binder y su madre Karin Lechner, cuando tocaron en el Colón por el estreno de la película «La calle de los pianistas», en 2011. Foto: Luciano Thieberger-¿Subís videos en las redes sociales?

-No. Algunos de mis amigos me dicen que lo haga, pero tengo como una fobia a esa banalización. Y luchar en contra me parece una pérdida de energía también. A veces tengo la fantasía de modernizar un poquito el mundo de la música clásica, volverlo más atractivo para los jóvenes. Cuando voy a conciertos observo que -no sé si será lo mismo en todos lados, pero lo veo en Europa- la mayoría son cabezas blancas. Cuando preparo un concierto organizo ensayos en casa, invito a quién sea que haga de público. Adoro eso, porque es donde más he notado que muchos jóvenes piensan que no entienden, no saben de música. Pero les digo que seguramente sienten, y les aseguro que durante el concierto van a sentir.

-¿Cómo fue la elección del concierto de Rachmaninov para volver al escenario porteño?

-Tengo debilidad por los conciertos para piano y orquesta. Los tocaría todos. Desde que era chica quería tocar el Concierto nº2 de Rachmaninov. Es un proyecto artístico que adoro, porque lo leí por primera vez a los 13 o 14 años, hace diez años que está en mi vida y materializarlo es un placer enorme. Es un hito para cualquier pianista. Y adoro la orquesta, un recital es más desnudo, hay cosas más intimidantes. No hay nada más lindo que la unión con la orquesta.

La mamá también va a tocar

La pianista Karin Lechner, la madre de Natasha Binder, homenajeará este martes 6 de agosto a la compositora y pianista francesa más famosa, Cécile Chaminade, y que la posteridad relegó al olvido injustamente.

En Cécile, Karin reúne sus dos pasiones, música y actuación, y ofrece un delicioso tributo a la compositora francesa, que nació en París en 1857 y murió en 1944, llenó salas desde Viena hasta Constantinopla y se enfrentó con hidalguía a los prejuicios de la época.

Será a las 17, en el Salón Dorado del Teatro Colón.

Ficha

Natasha Binder, de regreso en Buenos Aires. Foto: Ariel Grinberg Natasha Binder, de regreso en Buenos Aires. Foto: Ariel Grinberg Intérprete: Natasha Binder: piano

Con: Orquesta Sinfónica Juvenil Nacional Libertador San Martín Director invitado: Pablo Boggiano Fechas: 3 de agosto a las 18, Facultad de Derecho UBA; 8 de agosto a las 20, CCK.

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