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Resistencia
16 noviembre, 2024

En 40 años de democracia nadie pudo o supo hacer que el deporte fuera parte vital de la vida de los argentinos

Pasaron 40 años de democracia. Y en esas cuatro décadas hubo gobiernos de distinto color político. Desde Alfonsín y De la Rúa hasta Néstor y Cristina Kirchner y Alberto Fernández pasando por Menem y Duhalde y hasta Macri. Pero nadie pudo o supo hacer que el deporte fuera parte vital de la vida de los argentinos. Hubo espasmos, es cierto. Pero nada firme como para que desde el deporte social al alto rendimiento Argentina se convirtiera en un faro para seguir o para imitar.

Ahora llegó un gobierno diferente a la Casa Rosada. Por primera vez un economista libertario está al mando del Poder Ejecutivo. Milei fue claro con el deporte durante la campaña: fibrón, tachadura y desguace. Habrá que ver si cumple. Su primera medida rompió el molde: la política deportiva será conducida por un subsecretario representante de jugadores que nunca estuvo siquiera cerca del deporte más allá de su vínculo con el fútbol súper profesional. Habrá que esperar también. De todos modos hay que ser justos: excepto un acto en Obras y una mención al pasar de Sergio Massa en un spot publicitario en la previa del balotaje que terminó perdiendo, ningún candidato puso en la mesa del debate al deporte.

Con el regreso de la democracia en 1983 se pensó en un momento que el deporte volvería a ser una prioridad del Estado. Pero el camino estuvo plagado de espinas: la década del 80 estuvo marcada por problemas urgentes que no le dejaron lugar, los 90 fueron tiempos de un neoliberalismo profundo con algunos apoyos pero con una crisis que diezmó los clubes de barrio, la usina generadora de muchos deportistas, y luego llegó 2001 y el quiebre político, social y económico que llevó mucho tiempo de recuperación y que aún hoy, más de 20 años después, arroja sus consecuencias negativas. El deporte sobrevivió como pudo en todos estos años mientras los políticos hicieron y deshicieron programas para el desarrollo.

Con Alfonsín comenzó a discutirse un modelo deportivo y para ello el presidente radical nombró al secretario Rodolfo O’Reilly y el subsecretario Osvaldo Otero en los cargos más importantes dependientes del Ministerio de Acción Social. O’Reilly, hombre del rugby, fue el primero de los muchos protagonistas surgidos del deporte de alto rendimiento sobre quienes pesó la responsabilidad de dirigir el área. Está claro a la luz de los hechos que haber llegado a la gloria deportiva no garantiza el éxito en la gestión porque la política deportiva es otra cosa muy diferente.

Rodolfo O'Reilly, el primer secretario de Deportes de la democracia, murió en 2018. Foto: ArchivoRodolfo O’Reilly, el primer secretario de Deportes de la democracia, murió en 2018. Foto: ArchivoEn aquellos años no se reglamentó la Ley 20.655 (la famosa ley del Deporte que había quedado pendiente desde el último mandato peronista y que «tiene por objeto establecer las bases para la educación física, regular la promoción, organización y administración del deporte y la actividad física como servicios públicos por constituir derechos fundamentales de los ciudadanos») pese al nombramiento de un asesor para ese tema y los infructuosos pedidos de legisladores nacionales y dirigentes deportivos.

“Hubo gobiernos institucionales a los que no les interesó el deporte o tuvieron otras prioridades o no tuvieron tiempo. Con Alfonsín la prioridad fue recuperar las heridas en otros ámbitos y se intentaron hacer cosas en el deporte social”, explica Osvaldo Arsenio en Breve historia del deporte argentino. A propósito de Arsenio, es uno de los pocos argentinos que se cuentan con los dedos de una mano que conoce en profundidad el alto rendimiento pero que desde hace cinco años está radicado en Alemania desplegando allá su notable arsenal de conocimientos.

En aquellos años el Estado buscó poner en marcha múltiples programas destinados al deporte social como Deporte para todos que fue criticado por su corte centralista y porteño.

Y así como el radicalismo intentó bajar a Carlos Bilardo de la dirección técnica del seleccionado de fútbol en la previa del Mundial de México 1986, también quiso terminar con el mandato en el Comité Olímpico Argentino (COA) de Antonio Rodríguez, un coronel del Ejército que había sido olímpico en Londres 1948 y que había sido elegido por la Junta Militar en 1976. Pero en la votación, a Rodríguez no le hizo ni cosquillas Horacio Billoch Caride, el ex presidente de la Asociación Argentina de Tenis y titular durante 35 años del Buenos Aires Lawn Tennis. Es más, en 1990, Rodríguez fue elegido miembro del Comité Olímpico Internacional (COI) y recién en 2005 dejó su cargo en el COA.

Ante ese panorama la misión olímpica argentina en Los Angeles 1984 volvió sin medallas. Fue una actuación esperada teniendo en cuenta que desde 1955 se arrastraba un proceso de escaso apoyo al deporte de base y de alto rendimiento. En esos casi 30 años Argentina sufrió crisis económicas recurrentes que dificultaron cada vez más los viajes y la compra de elementos para la práctica deportiva en un mundo en el que el deporte se había organizado, especializado y profesionalizado.

Hubo, como siempre, espasmos exitosos aportados por un puñado de diplomas. Pero nada era parte de un plan. De todos modos, en un país que había perdido su diversidad deportiva por años de falta de inversión, los deportes en equipo comenzaron a convertirse en la gran ilusión. Forjados en aquellos clubes que resistieron a todo, los muchachos del vóleibol lograron en Seúl 1988 la primera medalla en un deporte de conjunto desde la consagración del polo en Berlín 1936: habían pasado 52 años.

En 1989 cambió el gobierno y llegó el peronismo de la mano de Menem, que había prometido en su campaña reglamentar la ley del Deporte. El riojano cumplió y aquella primera etapa de su mandato se considera, en cuanto a la política deportiva, el momento “más peronista”: gracias a la ley el Consejo Nacional del Deporte (CoNaDe) se convirtió en la máxima autoridad deportiva. Pero además remodeló el Centro Nacional de Alto Rendimiento Deportivo que estaba en un auténtico estado de abandono y que mientras de lunes a viernes servía de «vivienda» de los atletas, los fines de semana era usado por las familias como un club en el que mientras se armaba el picnic bajo la frondosa arboleda los pibes jugaban a la pelota en cualquier lugar disponible.

Menem en un almuerzo con el titular de  la AFA, Julio Grondona, el periodista Fernando Niembro, y el secretario de Deportes, Fernando Galmarini. Foto: ArchivoMenem en un almuerzo con el titular de la AFA, Julio Grondona, el periodista Fernando Niembro, y el secretario de Deportes, Fernando Galmarini. Foto: ArchivoTambién el menemismo impulsó una ley que les brindaba una jubilación especial a los atletas ganadores de medallas y elevó al deporte a la categoría de Secretaría con nivel de Ministerio adjudicándole el 17 por ciento de lo recaudado por el PRODE: “Con esto se logró pasar de un presupuesto casi cero en 1989 a 6.500.774 pesos en 1990 y a 50.009.626 pesos para 1993”, cuenta Víctor Lupo en Historia política del deporte argentino. Parecía, definitivamente, el inicio de otra época aunque en ello también mucho tuviera que ver la organización de los Juegos Panamericanos de 1995 que Mar del Plata ya sabía los tendría en 1986 cuando la Organización Deportiva Panamericana aceptó el pedido de La Habana para hacer los Juegos de 1991 dándole a la ciudad argentina los de cuatro años más tarde.

Bajo la gestión de Fernando Galmarini y con la guía del CoNaDe, el deporte aprovechó sus fondos conquistados para volver a realizar los Juegos Evita además de los Campeonatos Universitarios, los Juegos de la Araucanía, los Juegos del Mercosur y, lo más relevante, desarrollar el plan federativo de 1990 a 1995 que trajo técnicos extranjeros para potenciar el alto rendimiento y para conseguir los mejores resultados en Mar del Plata.

De todos modos el golpe que significó otra vez chocarse contra la realidad en los Juegos Olímpicos de Barcelona 1992 motivó el cambio de conducción en la Secretaría y la decisión de Livio Forneris, coprovinciano de Menem, de disolver el CoNaDe por resultar oneroso. El deporte de base, que no había recibido un particular impulso más allá del regreso de los Evita, dejó de ser seductor porque la administración buscaba la persecución rápida del éxito y así se recortaron los planes a largo plazo. Se buscaron éxitos inmediatos y para ello se lanzó un plan de becas de excelencia deportiva que consistió en apoyar a los atletas con miras a los podios olímpicos y, gracias a la convertibilidad, facilitar viajes para competir y entrenar y comprar equipamiento de primer nivel. Las estructuras, mientras tanto, seguían envejeciendo.

Livio Forneris junto a Pelé. Foto: AFP.Livio Forneris junto a Pelé. Foto: AFP.Así el deporte pasó de tener un presupuesto de 50 millones de pesos a sólo 11 millones entre 1993 y 2001 y el Estado se dedicó fundamentalmente a promover los grandes espectáculos como el regreso de la Fórmula 1 al país que se dio entre 1995 y 1998.

El daño más grande de la década de los 90 al deporte argentino, sin embargo, no fue la falta de inversión, la falta de un plan integral y de largo plazo o los dislates dirigenciales sino la destrucción ya total de los clubes, dueños de una gran parte de la infraestructura y del conocimiento deportivo argentino que habían vivido su época de esplendor en los 80.

Al no poder competir con el ingreso de los privados en el negocio del deporte, apoyados por las legislaciones que fomentaban la inversión privada y el ingreso de las multinacionales extranjeras, y, sobre todo, con un cambio cultural que tuvo lugar en esos años, los clubes se fueron derrumbando poco a poco. ¿Un ejemplo? Ferro. Cómo olvidar los que ya peinan canas aquella nota de los 80 de la revista El Gráfico que juntó a Luis Cortijo (básquetbol), Hugo Conte (vóleibol), Oscar Garré (fútbol), Luis Simonet (handball), Débora Garat (tenis), Martín Bellavita (natación) y Eduardo Ross (pelota) entre otras figuras de un club que tenía por aquellos años 47 mil socios nada menos.

Hugo Porta le da la mano a Julio Grondona. El ex Puma fue el último secretario de Deportes del gobierno de Menem. Foto: DyNHugo Porta le da la mano a Julio Grondona. El ex Puma fue el último secretario de Deportes del gobierno de Menem. Foto: DyNLa nueva idea del deporte llevó a que Buenos Aires quisiera organizar los Juegos Olímpicos de 2004. El sueño costó 10 millones de dólares. “Argentina se imaginó olímpica. Pero no tenía atletas y nadadores olímpicos. Tampoco interés”, escribió alguna vez el extraordinario periodista Ezequiel Fernández Moores. Un par de historias de aquella candidatura frustrada: cuando la Comisión Evaluadora del COI llegó a Buenos Aires procedente de Río de Janeiro y a su mando estaba el alemán Thomas Bach, en la visita al viejo Velódromo construido en 1951 los entusiastas promotores de Buenos Aires 2004 anunciaron que la pista se remodelaría para recibir el ciclismo. La respuesta fue lapidaria: «Tírenlo abajo y hagan un velódromo nuevo».

Al día siguiente la Comisión tenía previsto visitar Excursionistas, otra sede del «corredor olímpico»; Buenos Aires se derretía de calor y en el buffet del club no había siquiera bebidas frías para atender a los visitantes y nadie tenía idea de que en minutos llegarían los enviados ilustres. El desenlace fue el anunciado. El día de la votación, en Roma, Madrid y Ciudad del Cabo, otras ciudades candidatas, miles de personas aguardaban el resultado en las calles. En Buenos Aires apenas se juntaron unos voluntarios y ningún deportista para esperar la decisión que recayó en Atenas.

Terminó el peronismo y regresó el radicalismo con De la Rúa. La Alianza decidió dar marcha atrás con muchos aspectos en el deporte y la Secretaría, que primero pasó a depender del Ministerio de Desarrollo social, pasó a Turismo. El deporte perdió jerarquía y presupuesto y algunos de los intentos de gestar un programa nacional de apoyo al deporte fueron a parar a un cajón.

Marcelo Garrafo, secretario de Deportes del gobierno de De la Rúa. Foto: Archivo.Marcelo Garrafo, secretario de Deportes del gobierno de De la Rúa. Foto: Archivo.En un fuerte contrasentido Argentina llegó al oro olímpico después de 52 años con el fútbol y el basquetbol (un equipo producto de los clubes y de la Liga Nacional) y otro seleccionado, en este caso el femenino de hockey sobre césped, se transformó en el mejor del mundo. Hay que remarcarlo: siempre sin un plan general. El desarrollo de Las Leonas se dio por la propia capacidad de las jugadoras, el enorme impulso que tomó el hockey tras Sydney 2000 y el interés que despertaron en los auspiciantes esas chicas que además de jugar muy bien lideradas por Luciana Aymar, la mejor de todos los tiempos, y conseguir resultados exitosos, transmitían valores extraordinarios como compañerismo y esfuerzo por ejemplo, en la búsqueda del objetivo de ser las número 1.

Sobre el cierre de la primera década del nuevo milenio se revolucionó la Argentina olímpica: el alto rendimiento, que no había tenido lugar en el presupuesto estatal desde los años menemistas, pasó a gestionarse con el dinero cosechado por el Ente Nacional de Alto Rendimiento Deportivo (ENARD), un organismo público no estatal y autárquico sin fines de lucro y de gestión público-privada creado por una ley que tuvo el apoyo casi unánime de diputados y senadores y que fue sancionada el 2 de diciembre de 2009 para comenzar su funcionamiento en agosto de 2010. De esa manera, la política deportiva comenzó a dictarse desde allí.

El deporte nacional requería la aparición de un modelo superador, de una herramienta que cambiara la historia y que contribuyera a que sus atletas contaran con las condiciones necesarias para planificar sus carreras sin dificultades ajenas al propio desafío de su actividad. El ENARD entregó becas, apoyo económico para sus los viajes de los deportistas y sus entrenadores y compra de material deportivo iniciando así un circuito virtuoso de acompañamiento a los atletas argentinos.

Alberto Fernández, jefe de Gabinete de Néstor Kirchner, junto a Alberto Perfumo y Claudio Morresi, quienes sucesivamente estuvieron al frente de la Secretaría de Deportes entre 2003 y 2014Alberto Fernández, jefe de Gabinete de Néstor Kirchner, junto a Alberto Perfumo y Claudio Morresi, quienes sucesivamente estuvieron al frente de la Secretaría de Deportes entre 2003 y 2014¿Cuál era la principal fuente de financiamiento del ENARD? El cargo del 1 por ciento aplicado sobre el abono a los usuarios de telefonía móvil. Es decir, todos los celulares argentinos -una estadística de 2022 indicó que había 59 millones de aparatos en ese momento- tenían apenas un 1 por ciento más en su tarifa y ese dinero iba al alto rendimiento. Sencillo para entender y simple de ejecutar.

Sin embargo, en 2017, el gobierno de Mauricio Macri envió un proyecto de reforma tributaria al Congreso y en segundos se derogó el artículo que aportaba el financiamiento al ENARD. Le sacó además el apoyo privado y también su autonomía, dado que ahora el Ente se financia a través de los recursos asignados en el presupuesto nacional.

Entre la devaluación y las urgencias, el presupuesto del deporte argentino, naturalmente, se desplomó, volviendo a los tiempos no tan lejanos donde los deportistas organizaban rifas para viajar a los Mundiales.

El deporte terminó siendo en la gestión macrista una Agencia, una figura que en teoría iba a permitir libertad para conseguir financiamiento de los privados. No hubo nada de eso. Como siempre a lo largo de la historia los privados jamás aparecieron -o lo hicieron en mínimas dosis- para apoyar a los deportistas.

Carlos Javier Mac Allister, que charla con Claudio Tapia, fue el secretario de Deportes de Macri antes de que la dependencia se convirtiera en Agencia. Foto: AFPCarlos Javier Mac Allister, que charla con Claudio Tapia, fue el secretario de Deportes de Macri antes de que la dependencia se convirtiera en Agencia. Foto: AFPArgentina es pendular en el deporte y siempre parece que hay que empezar de nuevo todo: con la llegada de Alberto Fernández el mundo deportivo esperaba una nueva jerarquización y que el ENARD volviera a su primitiva forma de financiamiento. La primera llegó con el deporte compartiendo un ministerio con Turismo; la segunda, no. Luego atacó la pandemia y, otra vez, el deporte volvió a quedar relegado.

Cuesta salir a pesar de los esfuerzos y de las buenas intenciones de muchos. Hay factores que agotan y no permiten desarrollar el potencial individual y colectivo. Hay gente valiosa afuera del sistema. Se habló de Arsenio. Se agrega a Carlos Siffredi. Hay otros que están adentro pero que no siempre parecen ser escuchados, como Horacio Anselmi.

En el deporte amateur es muy difícil vivir de un trabajo aunque el individuo sea muy exitoso profesionalmente. En general, en el deporte, se es juzgado laboralmente o hay que convencer a quienes no tienen idea de lo que es el deporte moderno. También en la política deportiva hay una notable tendencia a la destrucción de lo que hicieron otros aunque esto haya sido positivo. Y eso no ocurre en los países líderes. Hay gente importante que parece no encajar en la Argentina deportiva de las fórmulas de la inmediatez con las que se pretendió reemplazar años de trabajo coordinado entre el deporte escolar, el social y el del alto rendimiento.

Ricardo Schlieper, nuevo subsecretario de Deportes. Foto: La CapitalRicardo Schlieper, nuevo subsecretario de Deportes. Foto: La CapitalAsí está el país deportivo. A la espera de una nueva era. Pero hay una incertidumbre muy grande sobre lo que vendrá. O, peor aún, un gran pesimismo por lo que se viene. La ubicación de la flamante Subsecretaría dentro del organigrama estatal evidencia la falta de interés y una nítida devaluación de las jerarquías. Se vislumbra un futuro muy negro para el deporte argentino que viene de años en los que se echó a perder el impulso inicial de la primera década del ENARD con una serie de desaciertos que le complicaron la vida a los deportistas llevando a un retroceso en los resultados colectivos. El ENARD siempre fue identificado como un «logro de equipo» entre diferentes actores públicos y privados, individuales e institucionales. El nuevo punto de partida resume el desempeño de un equipo que parece destinado a pelear el descenso.

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