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Resistencia
23 noviembre, 2024

Una situación «insostenible», operaciones y la pelea por el poder real en Salud: por qué renunció Mario Russo

«Lo bueno es que a partir de ahora va a tener que poner la firma para lo que pide». La designación de Mario Lugones, secretario de la Federación Argentina de Prestadores de Salud y fundador y titular de la Fundación Sanatorio Güemes, fue recibida con alivio -y con cierta ironía- en el Ministerio de Salud donde hacían malabares ante los constantes tironeos y desencuentros con el renunciante ministro Mario Russo.

Es curioso porque el ex funcionario, con pasado en la gestión anterior en AySA, había logrado sobrevivir en su cargo a pesar de la tensión que mantenía con un sector de la Casa Rosada y ni siquiera la crisis por el manejo del dengue lo llegó a poner en duda. Ese primer foco de conflicto, con el Gobierno recién asumido, había quedado en el pasado y hasta el vocero presidencial, Manuel Adorni, a instancias de Javier Milei, llegó a calificar de “exquisita” su tarea en Salud.

Fue antes de que Russo empezara a transformarse en un obstáculo para los intereses de quienes pretendían conducir desde las sombras el Ministerio. El tema incluso lo excede al ahora nombrado Lugones.

«No se va ni por problemas de salud, que Mario los tiene como cualquier persona de su edad (tiene 57 años), ni motivos personales: está harto de que le intervengan el Ministerio y ya no quiere poner el gancho porque desconfía de casi todos los que tiene abajo, lo tenían rodeado», fue la aclaración que hizo un estrecho colaborador de Russo ante Clarín minutos después de que trascendiera la novedad de la renuncia.

El ex ministro de Salud le había pedido a su acotada tropa que no hablara «ni para defender» su gestión. Pero en el entorno de Russo se indignaron con la versión sobre su salida que salió a instalar un sector de la Casa Rosada: sostenían que había dejado su lugar por motivos «estrictamente personales».

«Lo único cierto de lo que se está diciendo es que se fue muy agradecido y en excelentes términos con el Presidente», ampliaban. «Están diciendo cualquier pavada porque no pueden decir que Mario se fue porque le habían dicho que si no dejaba a la gente que le habían puesto, renunciara. Era insostenible», completaron.

Pero la novela trasciende la puja en Salud y da cuenta una vez más de la visible tensión por la administración del poder que hay en el Gobierno. En particular entre el jefe de Gabinete, Guillermo Francos, y el asesor todoterreno Santiago Caputo.

Es que Francos se había transformado en el gran sostén de Russo en el último tiempo. Era su apoyo cada vez que buscaba mantener autonomía y resistir las “sugerencias” de Lugones, apadrinado por Caputo.

De hecho, este jueves Russo concretó una movida que había consultado previamente con Francos: firmó una nota, dirigida al área de Recursos Humanos de la cartera, con la que dispuso “limitar las funciones” de tres funcionarios que les había impuesto la Rosada por consejo de Lugones. Se trata de los secretarios Pablo Bertoldi Hepburn (Acceso y Equidad en Salud), María Cecilia Loccisano (Gestión Administrativa) y la directora general de Administración, Sabrina Fittipaldi.

En la resolución interna, con fecha de este jueves 26 de septiembre, Russo puso en copia a Francos, a pesar de que la conformidad del jefe Gabinete no se requiere en los expedientes de los ministerios: sucede que buscaba visibilizar puertas adentro que contaba con el aval del ministro coordinador para tomar esa decisión.

El gesto de autonomía e independencia le duró muy poco: cerca de las 17, apenas unos minutos después de ser notificados a través del sistema de Gestión Documental Electrónica (GDE), los rivales de Russo avisaron a sus terminales en el Ejecutivo y la convocatoria al ministro no se hizo esperar.

“Si no das vuelta esto, te vas”, fue el ultimátum que le dieron. Francos, quien postula la idea de que cada ministro tome las decisiones “sin intromisiones” en su área, intentó defenderlo, pero no tuvo éxito.

Sin red en Balcarce 50, con una orden clara que no quería cumplir, Russo decidió irse y se lo comunicó a su equipo. Fue el último acto de rebeldía, un poco más fuerte de lo que mostró en los diez meses de gestión, que selló su salida.

Lo que vino después, a pesar de que entre sus colaboradores aseguran estar “muy acostumbrados a las operaciones” contra el ministro, representó un límite.

”Es intolerable que mientan como lo hicieron y que lo vinculen a Mario con supuestos hechos de corrupción y más en un tema tan sensible como fueron los dichos del Papa”, dijeron cerca suyo. Nadie creyó la versión de que la ministra de Capital Humano, Sandra Pettovello, quien lo señaló como el funcionario que había pedido una “coima”. “Ella es su amiga, lo defendió en los peores momentos, es imposible y disparatado de pensar”, aseguran quienes conocen de cerca ese vínculo.

Y atribuyen esa versión a rivales internos de Pettovello: “Quisieron matar dos pájaros de un tiro”.

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