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Resistencia
16 abril, 2025

Resistirse a la pauperización de la Argentina

El proyecto lleva varios meses de trabajo y se acaba de conocer. Es la nueva puesta de El hombre inesperado, de Yasmina Reza, dramaturga francesa contemporánea y muy conocida en Buenos Aires por sus textos, como ART o Tres versiones de la vida y la última, estrenada el año pasado en el CTBA: James Brown usaba ruleros. En el año 2008 se conoció de la mano de Betiana Blum y Luis Brandoni, luego fue Luisa Kuliok quien continuó con las funciones, siempre con dirección de Luis Romero.

Ahora la historia se inicia con un actor y director, Germán Palacios buscando un texto y convocando a una colega, Inés Estévez, el resultado se ve desde el 11 de abril los viernes y sábados a las 21 en el Teatro Maipo.

Ambos, hasta hace muy poco estuvieron en los escenarios, cumpliendo distintos roles. Ella, Estévez acaba de terminar Matar a mamá, de Laura Oliva junto a Florencia Raggi y María Rosa Fugazot. Mientras que él, Palacios, fue codirector junto a Ricardo Darín de la última versión de ART con Pablo Echarri, Fernán Mirás y Mike Amigorena, primero y luego reemplazado por Martín Slipak.

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Inés Estévez además de actriz, cantante y directora es madre de dos niñas con discapacidad. Afirma: “Exponer una realidad nos habilita a tener un poco de alcance público, para aprovechar e intentar informar a la sociedad y naturalizar esas realidades que hay una cantidad de chicos y personas adultas con discapacidad. La gente no toma conciencia, que hay un chico con autismo cada treinta. Hay que sumar el síndrome de Down, parálisis cerebral, retrasos madurativos, discapacidades con problemas motrices. no videntes más hipoacúsico. Es hora de dejar de considerar la discapacidad como algo fenomenológico y aislado, para empezar a asumirla como una realidad circundante, permanente y abundante con la que tenemos que empezar a aprender a convivir.”

A su lado, cuando se le pregunta a Germán Palacios por sus comienzos subraya: “Tuve un maestro concreto que fue Luis Rossini, director del Teatro del Centro que es donde estudié. Llegué ahí con quince años traumatizado por tener que dejar el deporte porque tuve una lesión. Jugaba en la selección de Argentina de handball de mi categoría. Mi vocación artística siempre estuvo ligada a la música desde muy niño, pero la actuación me acechaba”.

—¿Todo se inició por tu pasión hacia los textos de Yasmina Reza?

GERMÁN PALACIOS: Siempre estamos preguntando si hay obras argentinas y en un momento los productores me alcanzan El hombre inesperado, no la había visto en el 2008 cuando se estrenó con Luis Brandoni y Betiana Blum porque estábamos haciendo ART en España. Cuando la leí me volví loco. Hay algo del mundo de Yasmina (Reza) que nos pasa a Ricardo (Darín) y a mí, como que está en nuestro ADN. Dije este material lo quiero actuar, porque me identifico con todo lo que se dice. Sentí que era un espectáculo factible, porque son sólo dos personajes. Estuve un largo tiempo estudiando solo, hasta que sentí que me faltaba una compañera, una interlocutora y ahí apareció Inés. Compartimos lecturas de los roles, posibles puestas y coincidíamos. Inés es muy inteligente, culta y nos llevamos bien.

INÉS ESTÉVEZ: Fue muy curioso el proceso porque Germán me llamó y me propuso este proyecto. En ese momento estaba por estrenar otra obra (Matar a mamá) y le dije que sí, porque había visto el espectáculo y me había fascinado, siempre la tuve presente. Nos reuníamos una vez por semana con la versión en francés, en inglés, en español y la adaptación en castellano. Cuando nos fuimos adentrándonos empezaron a surgir ideas de puesta, de dinámica, imágenes. En un momento teníamos todo tan claro y tan coincidente que decidimos asumir también la dirección.

—Ambos tienen experiencias anteriores en la dirección: ¿por qué eligieron dirigir?

G.P: Con ART asumimos una codirección con Ricardo (Darín), él es un hermano de la vida y teníamos una lectura de ese material muy grabada en nuestro ADN que fue un placer poder compartirlo, aparte nos entendemos, porque somos complementarios. Siempre me gustó la dirección, así como no tengo vocación para la docencia. La dirección siempre estuvo en mí desde mi perspectiva actoral, la parte y el todo. Cuando empezás te apasiona realmente. Y estoy en un momento de la vida donde lo estoy disfrutando mucho. No se para de aprender. Hay algo de la experiencia actoral de uno que te lleva a no ser caprichoso.

I.E: Debuté en el 2008 con Grabado como directora, pero creo que el hecho de haberme diversificado y ser madre en el 2011, más la publicación de mi primera novela, La Gracia hizo que tuviera menos tiempo para cada cosa. Hice varias direcciones para Microteatro. Me gusta mucho la dirección de actores, más que la puesta. Tengo un sentido arquitectónico y visual, pero más me interesa la dirección de actores. En un momento teníamos todo tan claro y estábamos tan de acuerdo que le dije que me parecía engorroso trasladarle todo a una tercera persona. Ahí me propuso la codirección y me entregué a ese proceso, que fue muy natural y no revistió mayores fuerzas.

—La primera puesta fue bastante estática, todo ocurría en el vagón de un tren…

I.E: Nosotros rompemos completamente con eso. Es una obra escrita bajo la noción del pensamiento interno de los personajes, que son mucho más descarnados porque no tienen el filtro de la voz hablada. Decidimos que todo lo que va sucediendo sobre el escenario es lo que sucede en la mente de los protagonistas. El ámbito, el vestuario, todo responde un poco al ideal de esas mentes.

G.P: Justo vino Yasmina (Reza) a la Argentina y nos encontramos con ella, le contamos la idea que teníamos de puesta y nos dio su aprobación. Nos dijo que le parecía la mejor lectura, de las puestas que había visto por el mundo, la que estábamos haciendo.

—¿Qué le dirían a los espectadores para que vengan a verlos?

G.P: Jazmina Reza es una de las más importantes dramaturgas actuales. La obra habla de una cantidad de cosas que es muy necesario, lindo y hermoso contar hoy por hoy. Aparte veo que lo que habla metafóricamente es altamente aplicable a nuestra realidad social, actual. Para mí tener la oportunidad de hacer un personaje que a cierta altura de la vida está dispuesto a cuestionarse, a tener una mirada autocrítica y a deconstruirse no es poco. En definitiva es una comedia de amor.

I.E: Son dos personas que coinciden en un viaje en tren y el espectador viaja con ellos. Son dos seres vinculándose consigo mismos. La obra ofrece al espectador para que decida si es producto del azar o del destino. Creo que el destino es algo prefijado. La vida ofrece oportunidades, pero depende mucho de que una accione o no, hacia ellas.

—Imperan en la cartelera las comedias: ¿aquí encontrarán humor?

I.E: Muchísimo. Un humor muy alto, fino, sofisticado, porque el hecho de ser testigos de los pensamientos de los personajes genera unas confesiones descarnadas que de otra manera no te enterarías. Entonces eso produce necesariamente mucho humor.

G.P: Todo el humor que tiene es sutil, son capas de profundidad siempre con una excusa, un viaje en tren. Allí mete los grandes temas, con una habilidad y sensibilidad, que no se puede dejar pasar. Una vez nos dijo el director inglés Mick Gordon cuando vino a dirigirnos en ART: “Si nosotros tratamos al público como inteligente, el público va a ser inteligente.” La verdad es que frente a la pauperización de la Argentina me resisto.

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