Fetuccini y vómitos. Brindis e infartos. Abrazos con puñales incluidos. Criaturas barrocas, sentimentales, desbordantes. Si alguien se pregunta qué podría aportar una serie que por enésima vez hable de lo tribal, de la sangre, desintegrará de a poco el prejuicio con No hay lugar como el hogar. Una parentela a fondo.
La producción italiana que llego a Europa Europa y a Flow, es una perlita. Al principio nos causa risa un clan que más allá de lo geográfico podría ser el de cualquiera. Hijos, hermanos, tíos, primos unidos para una celebración. Las oscuridades van creciendo. Lo mínimo puede convertirse en monstruosidad y los desmesurados personajes pasan a ser almas sombrías.
Con sus miserias intramuros, su discordia y sus secretos, los Ristuccia tienen algo del ADN de los Ingalls, de los Addams, de los Simpson, de los Soprano, de los Pearson, pero muestran rasgos de una identidad que los hace únicos. Barrer bajo la alfombra ciertos asuntos es la especialidad de todos.
Tan sonoro como pintoresco, el apellido no es cualquiera: es el de los propietarios de un prestigioso restaurante que ofrece fina gastronomía y una entrañable experiencia culinaria. Pero a partir de un hecho, se desata la tormenta.
Todo arranca con el cumpleaños 70 del jerarca Pietro Ristuccia (Francesco Acquaroli), dueño desde hace 40 años del local San Pietro. Brotan parientes hasta de los floreros y armamos un lento rompecabezas de relaciones filiales. Una madre (Alba, Laura Morante), tres hermanos Carlo, Paolo y Sara (Francesco Scianna, Simone Liberati y Silvia D’Amico ) y más. Se los ama y se los odia a medida que vamos compartiendo episodios con ellos.
Este relato multigeneracional es un reboot (un reinicio) de la película de Gabriele Muccino A casa tutti bene, un producto que conserva los elementos más importantes del film, pero toma otro rumbo. Quien no vio la versión cinematográfica no tiene que preocuparse. Hasta corre con cierta ventaja. Entrará en un universo fascinante de personas, que a veces entre caricias -y la mayoría de veces entre gritos- nos llevarán de las narices por las entrañas de un familión vehemente.
Amor y odio en dosis extremas en «No hay lugar como el hogar»La otra rama de la familia, Los Mariani, reclama un lugar dentro del negocio… una herencia que es trofeo de guerra, la mafia, las adicciones, la infidelidad, las traiciones, los cuidados y los reproches van apareciendo en este retrato descarnado, con picos majestuosos de suspenso y drama y grandes actuaciones.
Dirigida y escrita impecablemente por Muccino (El último beso, Siete almas), esta historia que obtuvo el galardón a «serie del año» en Italia hace dos años (el Nastri D’Argento) se llama en su idioma A casa tutti bene (En casa todos bien). El título funciona como un chiste de ese bloque tan típicamente romano en el que íntimamente nadie está en paz.
Con capítulos de 50 minutos (ocho episodios de la primera temporada y una segunda a punto de llegar), este tanque italiano con cortina de Jovanotti invita al ejercicio de repensar los lazos sanguíneos. Una radiografía de cómo se resquebraja una familia hasta despedazarse. Chispazos sublimes y reminiscencias de películas como Parenti serpenti, del gran Mario Monicelli. Italianidad pura. Fuego y sangre.
De la película a la serie, con modificaciones de guion.
Ficha
Calificación: Muy buena.
Género: Drama. Dirección: Gabriele Muccino. Protagonistas: Francesco Acquaroli, Laura Morante, Francesco Scianna, Silvia D’Amico, Simone Liberati y otros. Emisión: 8 capítulos por Flow (y anuncio de segunda temporada).