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1 noviembre, 2024

Lionel Scaloni, el rey de la tanda: la figurita más buscada por los publicistas

A Lionel Scaloni, en realidad, le gusta hacer publicidades. Parece que renovó su contrato con la Selección argentina porque le habrían garantizado un papel en todas las otras marcas de productos que todavía no promocionó. La confianza es casi todo: hay gente que piensa abrir una cuenta en Banco Macro sólo por la publicidad del DT campeón del mundo. Un PBI basado en Duki, María Becerra y la cara sanmartiniana de Scaloni. Nada debería salir mal.

Scaloni se transformó en una ley de tanda publicitaria nunca escrita y adosada al consumo promedio de hogares. Aperitivo Gancia, también Aerolíneas Argentinas junto al resto de los integrantes del cuerpo técnico. Su debut actoral, sin embargo, fue en la década del ’90 con un anuncio de El Gran DT. Generar confianza. De eso se trata, ésa es la función de la publicidad. Llamar la atención que nunca viene sola.

Después de un hilo de avisos seguidos que lo tienen a él y a otros futbolistas campeones como íconos y protagonistas, el individuo común y silvestre deja de temer por su economía. Hasta siente más edificada su salud mental. Estaría comprobado que la sola presencia de Scaloni atenúa la humillación en la góndola de lácteos y mejora la tos salarial.

El spot del banco se titula “¿Y si Scaloni te llama?”. Actúan el director técnico nacional y Pablo Aimar, ayudante de campo. En un momento se los ve a los dos delante de un ventanal. Podría haber sido la Casa Rosada, pero se grabó en una universidad. Lo cierto es que teniendo esa perspectiva de futuro, ese horizonte perfectamente estructurado, Scaloni y su Robin se perfilan cómo próceres de algún billete.

Aimar y Scaloni en el comercial de Aimar y Scaloni en el comercial de «Banco Macro».En el comercial de Gancia, Scaloni es ya un actor consumado que da muestras de un lógico histrionismo. Un estilo masculino, pulido, de posible agente 007. Elegante, astuto, bien peinado, sin tatuajes a la vista y con cara de ciclista del Tour de Francia. A todas luces un anti-Rodrigo de Paul que merecería estar rodeado de chicas Bond.

El fútbol es, antes que Darín y Francella, antes que Mirtha inclusive, la estrella más importante de la televisión argentina: a cada rato hay jugadores y ex jugadores en pantalla. Eso hace que hayan desarrollado una cierta gracia. Además, el público futbolero es inmenso. Alguien que consume este deporte sabe perfectamente quién es Martegani. Lo reconocería en la cola del supermercado. Diría: «Ahí está Agustín Alberto Martegani, actualmente jugador de Boca».

La propagación de la imagen pública del jugador de fútbol debería conducir a un estudio sociológico que explique por qué esta clase de deportista se corta el pelo todas las semanas. Los futbolistas tienen más cámara que Furia (Juliana Scaglione, el personaje estrella de Gran hermano, aunque no haya ganado). Incluso Messi aprendió a actuar: lo escuchás ahora y hasta parece tener picardía.

Un (ex) jugador de toda la cancha

Lionel Scaloni y Pablo Aimar, en el aviso de Aerolíneas.Lionel Scaloni y Pablo Aimar, en el aviso de Aerolíneas. Scaloni hace todo bien porque en su apellido hay peldaños. Cada escalón de Scaloni es una una señal de progreso. Éxito garantizado. En cambio, el Dibu Martínez no pestañea y las hamburguesas en sus manos (sagradas para el fútbol) reducen todo al tamaño de un canapé.

Scaloni puede interpretar papeles varios. Es un intérprete avezado. Con su gestualidad relajada, laxa, supo participar de un corto para anunciar la llegada de una nueva serie a Netflix, donde también hay guiños a la Scaloneta.

Una llama olímpica de artista anida en él, pero, pensándolo en frío, alguien nos recuerda que si el Dibu no se mandaba esa tapada fenomenal cuando se terminaba el partido con Francia -un partido que pintaba cocinado y se complicó feo-, Scaloni hoy tendría menos exposición pública que Federica Pais.

Lionel Scaloni, una voz en el teléfono de la tanda publicitaria.Lionel Scaloni, una voz en el teléfono de la tanda publicitaria.Ahora mismo vemos la foto de un detrás de escena donde el DT está junto a Pablo «Robin» Aimar. Los dos sentados en un banco de suplentes repasando la letra de ese aviso que convoca gente random y se oyen lágrimas de fulanos diciendo «¡Scaloni!». Hay que detenerse en el DT. Discreto, educado, respetuoso, con sus piernas juntitas a lo Laura Ingalls. Lo ves y es el manual de cómo ser humilde en tres pasos.

Si Scaloni hace una publicidad de Aerolíneas Argentinas, está bien. Si nos quiere vender papel higiénico, está bien. Scaloni tiene kilómetros de cámara desde que fue vendido como juagodor a Estudiantes de La Plata. En sus últimos y gloriosos años prácticamente hizo cadenas nacionales. Nadie como él para implantarnos una arrogancia, un orgullo selectivo, un nacionalismo que nos recuerda que ser argentino es lindo (para los que viven afuera).

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