El Ballet del Teatro Colón, que dirige Mario Galizzi, cerró su temporada con un título muy popular del repertorio académico: El corsario, una puesta en escena de Anna-Marie Holmes sobre una creación original de Joseph Mazilier “reescrita” por el omnipresente coreógrafo franco-ruso Marius Petipa.
Petipa, de hecho hizo tres versiones propias y la definitiva se estrenó en 1899.
Para disfrutar verdaderamente de una obra de estas características hay que tener en cuenta las convenciones de la época en que fue creada y también qué esperaba el público de ellas: en líneas generales, mucho virtuosismo en las variaciones coreográficas y una buena cantidad de “divertimentos”, es decir, escenas enteras de danza no necesariamente relacionadas con el argumento central; estos divertimentos permitían que la obra fuera más variada y más extensa.
En el enorme repertorio de Petipa encontramos ballets de tono más dramático como el El lago de los cisnes, o más de comedia como Don Quijote.
En cuanto a El corsario es una suerte de parodia muy atractiva que juega con el exotismo, las situaciones extremas (apuñalamientos, venta de esclavas, huidas, un naufragio y enfrentamientos varios) y varios efectos espectaculares.
No pidamos verosimilitud a este ballet inspirado lejanamente en el poema novelado del mismo nombre de Lord Byron. Porque las situaciones más dramáticas se resuelven con extrema rapidez, los enamoramientos son fulminantes y las venganzas se despachan rápidamente.
Aceptemos, mejor, las convenciones que nos propone El corsario para disfrutar cabalmente de sus virtudes en esta excelente reposición del Ballet del Colón.
El corsario enamorado
«El corsario», una excelente puesta, llena de matices, por el Ballet del Colón. Foto: Prensa Teatro Colón/ Arnaldo ColombaroliEn síntesis, la historia nos presenta a Conrad, un pirata arrojado pero magnánimo, que llega con sus marinos y su esclavo Alí a un reino otomano. Allí se encuentra con un bazar de esclavas, se enamora de Medora -que junto con Gulnara serán compradas por el pachá Said-, ataca la ciudad y se lleva el tesoro; luego libera a todas las esclavas, se refugia en una cueva cerca del mar, pero es traicionado por su lugarteniente Birbanto que tiene otras ambiciones.
Más tarde los soldados del pachá Said recuperan a Medora, pero Conrad y sus hombres consiguen rescatarla a ella y a Gulnara en medio de una confusión general; huyen hacia la costa -no sin antes que Conrad mate a Barbanto- y se embarcan. Se desata una tormenta y el barco pirata naufraga pero Medora y Conrad logran llegar a una playa. Fin.
En este reestreno de El corsario hubo que lamentar la ausencia de Natalia Osipova, una de las más grandes bailarinas de este tiempo, rusa de origen y primera figura del Royal Ballet de Londres.
Ossipova había encarnado en Buenos Aires, en 2022, el personaje de Giselle en el ballet del mismo nombre, deslumbrando al público con una interpretación sublime y más aún.
Su ausencia ahora fue una decepción porque Medora es un personaje con mucha presencia en la obra -más incluso que el propio Conrad- y Natalia Ossipova da siempre un giro muy propio y muy personal a sus roles.
Nada falló en la nueva puesta de «El corsario»: elenco, orquesta, vestuario y escenografía. Foto: Prensa Teatro Colón/ Arnaldo Colombaroli Pero sin dudas, Camila Bocca, primera bailarina del Colón, hizo fantásticamente su Medora. Más allá de su técnica, que domina con toda facilidad, Bocca dio a su personaje todos los matices necesarios, incluidas esas chispas de humor en su relación con el pachá Said.
Conrad es un personaje sin dudas más plano y la manera en que lo hizo Federico Fernández -fuera de esa autoridad escénica que siempre lo acompaña- adoleció de ciertas debilidades.
En cuanto al resto de los papeles principales es preciso destacarlos uno por uno: Gerardo Wyss fue un excelente Lankedem, el mercader de esclavos astuto y audaz, pero un poco cobarde. Ayelén Sánchez hizo una hermosa interpretación de Gulnara, igual que Edgardo Trabalón, que puso una fuerza y un ímpetu fenomenales en su interpretación del traidor Birbanto.
El esclavo Alí tiene menos presencia en el desarrollo argumental de El corsario, pero Jiva Velázquez, aun con lo relativamente reducido del rol, tuvo las ovaciones más estruendosas y más merecidas por su actuación en el celebérrimo solo del “Pas d’esclave”. Extraordinario.
Y para concluir, Julián Galván y su pachá Said: este personaje desopilantemente cómico está tan minuciosamente elaborado y expresado por Galván que es difícil quitarle la vista de encima. aunque esté en un segundo plano.
En fin: una puesta en escena muy lograda con estupendos vestuarios, escenografías y diseño de luces de -respectivamente- Aníbal Lápiz, Christian Prego y Rubén Conde, y la actuación de la Orquesta Filarmónica del Teatro Colón dirigida por Manuel Coves.
Federico Fernández y Camila Bocca, en los roles centrales de «El corsario». Foto: Prensa Teatro Colón/ Arnaldo Colombaroli
Ficha
El corsario
Calificación: Excelente
Coreografía: Anna-Marie Holmes Música: Adam, Pugni, Delibes y Drigo Compañía: Ballet del Teatro Colón Director: Mario Galizzi Teatro: Colón (Libertad 621, CABA) Funciones: Hasta el 30 de diciembre.