Las rubias no transpiran. Una mujer embarazada (Uma Thurman), conocida como La Novia, está recostada en el suelo gravemente herida, hablando con Bill (David Carradine) sobre el bebé que tiene en sus entrañas. El bebé es de Bill. Bill le dispara en la cabeza.
Así arranca la primera parte de la cuarta película de Quentin Tarantino. Kill Bill Vol. 1 está por cumplir 20 años de su lanzamiento en Argentina este lunes 27.
La recordamos como una aventura sangrienta de venganza contra un grupo de criminales que, lamentablemente, son muchísimos y en vez de morir todos juntos de una buena vez con una bomba atómica, van cayendo casi artesanalmente a fuerza de un sable samurái y unimembre.
Uma Thurman en una escena de «Kill Bill, vil. 1», que se estrenó en Argentina el 27 de noviembre de 2003.Aunque se muestra como una carnicería, la película parece estar preparándose para pronunciar la palabra “amor”. Tarantino niega las cosas a su manera. Hablamos del filme que se estrenó en dos partes y que para verlo entero tuvimos que sacar dos (2) entradas. Raro para esa y otras épocas.
Un mundo de sensaciones
Con Kill Bill, en 2003, el genial director del cine-homenaje, el rompehielos que se abrió paso en la historia del cine, la maravilla hollywoodense que conoce a la perfección el significado de la angustia de las influencias, empezó -¿sin querer?- a pavimentar el camino del futuro “cine de videojuegos”.
Quentin Tarantino y Uma Thurman durante el rodaje de «Kill Bill». escenasCon Kill Bill, su mundo de sensaciones pareció mirar hacia adelante. Extraño. Puede que Tarantino después se haya horrorizado de su propia criatura. ¿Por qué? Porque Kill Bill 1 es la película zonza, de consola, que plantó la semilla de un cine algorítmico que hoy tristemente compite con la llamada “marvelización”.
Argumentalmente se trata de la historia de La Novia, ex integrante de un colectivo de asesinos que busca desquite de los colegas que intentaron matarla. Desde lo estético, Kill Bill no es más que un gesto snob del espectador superlativo y pochoclero que anida en Tarantino.
Uma Thurman en busca de la venganza perfecta, en «Kill Bill», que originalmente iba a durar 4 horas y se dividió en dos partes.Alguien dijo alguna vez que Billie Holiday no cantaba la palabra “amor” así nomás. Lo hacía estirándola como un chicle, retorciéndola como una toalla mojada, escupiéndola como carozo de aceituna. En Kill Bill, Tarantino pronuncia la palabra amor con V de venganza y desde un subgénero bizarro y de culto.
Es decir, la rodea de un campo de fuerza digno del comic, dándole cierta energía disimulada, protectora. Nos dice que la sed de venganza es un derecho humano y es también una de las formas del amor propio.
En «Kill Bill», Tarantino pronuncia la palabra amor con V de venganza y desde un subgénero bizarro y de culto.Uma Thurman hace de la heroína de la derrota buscando poner las cosas en su lugar. Estamos delante de una mujer letal. Como se dice en la peli: “Si el mismo Dios se atravesara en su camino, saldría lastimado”.
Ausencia de emoción
Todo lo excesivo, incluso el derroche de bondad, se caracteriza por la ausencia de emoción. Sin embargo en el universo cargado de ascendencias que caracteriza a Tarantino podría hallarse una ligera inspiración en John Cassavetes, el padre del cine independiente norteamericano: la protagonista tiene semejanzas con la pistolera Pepita y astuta que interpreta Gena Rowlands –esposa y musa inspiradora de Cassavetes- en Gloria (1980).
Quentin tarantino, director de «Kill Bill: Volume 1», junto a la actriz Uma Thurman en la premiere del film en Los Angeles. Foto: APEn Kill Bill el genial realizador pierde el control del cine que acostumbra a filmar, donde su sello de autor juega a desafiar los distintos géneros a los que les pasa el trapo. Es el colmo de lo superfluo. Dicho de otro modo -y no con el diario del lunes-, si ocultaran los créditos de esta película, uno podría equivocarse al intentar adivinar su procedencia.
Extrañás al Tarantino de las líneas de diálogo ingeniosas y penetrantes. Al Tarantino de las bandas de sonido. Si Kill Bill es una épica sobre las artes marciales, no queda más remedio que observar el fenómeno con el mismo entusiasmo con el que mirarías un mundial de pádel.
Allí le rinde un sentido homenaje a Bruce Lee para luego, en Erase una vez en Hollywood, burlarse de él o de la mismísima Kill Bill, berretín que ni siquiera merece la categoría de “obsesión”. Un buffet de pulpa sanguinolenta e interminable. Tarantino nunca estuvo tan desdibujado como en este díptico ordinario.
Te recordás en la butaca del Cinemark bostezándote encima. Una cosa es dormirte con Soñar, soñar, de Leonardo Favio, o con una canción de Enrique Bunbury. Pero perder el hilo de la conciencia con Tarantino es poco menos que una afrenta. El problema, calculamos tardíamente, pudo estar en la matanza casera, hecha a mano, de los llamados “88 maníacos”, el grupo de elite que participa de la agotadora pelea con La Novia. Con suerte, hemos llegado a la mitad.
Uma Thurman en la premiere de «Kill Bill vol. 1» en París. Foto: AFPAl principio impactan los chorros de sangre. A medida que las muertes pasan, va normalizándose la violencia y los caídos producen menos angustia que aprender a matar en el Fortnite. Finalmente cabeceás de sueño. Y dormís.
Eso sí, utilizando los aparatos para mantener los ojos abiertos de La Naranja Mecánica, la vemos de nuevo y comprendemos que Kill Bill sirve para desmitificar cierta fama machista atribuida al realizador. Digamos todo. La parte uno es un plomo, pero claramente estamos delante de la mujer protagonista más fuerte de la historia del cine. Muy por encima de Ellen Ripley, de Alien, y de Sarah Connor en la saga de Terminator.
Heroína o antiheroína, la rencorosa karateca de Tarantino es una auténtica mujer de armas tomar. Con el mono amarillo de los pies hasta el cuello, la Thurman mercería, ya mismo, estar reemplazando los estampados feministas de Frida Kahlo.
Kill Bill fue originalmente programada para un estreno único con una duración de más de cuatro horas. El “chacal” Harvey Weinstein, acusado de abusos sexuales y productor del filme, sabiamente decidió separarla en dos volúmenes. Llegó a los cines de la Argentina como Kill Bill, la venganza: volumen 1 el 27 de noviembre de 2003. Para la segunda parte, Kill Bill II, hubo que esperar hasta el 29 de abril de 2004.