Meses después de mayo de 2010, momento en que Gustavo Cerati entró en coma por cuatro años, una duda se suscitó entre sus compañeros de colegio del San Roque: “¿Lo vamos a ver o no?”.
Debatieron largamente la cuestión porque había una serie de indicaciones que no sabían si iban a poder cumplir. Para comenzar, estaba prohibido llorar en su presencia, o al menos es lo que les dijeron; que si iban era para llevarle alegría, buenos recuerdos, lindas vibraciones.
A Eduardo “Tato” Vaccaro, un conocido que tenía en el sello discográfico por el que Gustavo publicaba sus álbumes le sugirió que se quedara con la imagen que tenía de él, que por más bien cuidado que Cerati estuviera no era fácil afrontar ese momento. “¿Cómo hacer con un par tuyo que está en una situación muy triste?”, reflexiona Vaccaro.
Gustavo Cerati en 2007, pocos meses antes de la gran reunión de Soda Stereo. Foto: Ariel GrinbergNo sabían si iban a poder contener las lágrimas que de por sí les provocaba la situación de Gustavo. El resto de sus compañeros estuvo de acuerdo. Se quedarían con la imagen de Cerati en plenitud.
Los recuerdos de sus compañeros
¿Y cuál era la imagen que les había quedado de Gustavo? La más imborrable era la del chico que compartió el secundario con ellos, que habitaba todos los mundos, que se prendía en los picaditos, en los bailes y en la joda escolar pero que también tenía un universo propio, interior, donde se iría forjando el humus del cual emergería uno de los talentos más formidables de la música argentina.
Gustavo Cerati de chico, tocando la guitarra en el living de su casa. Foto: IGCerati se relacionaba con todos sus compañeros y con cada uno compartía un código, una afinidad especial, un roce secreto. “A veces leo cosas donde pintan a Gustavo como un cheto –continúa Vaccaro-. ¡No! Era un pibe de barrio común y corriente. Ayer lo comentaba, él andaba con el Falcon del padre y yo con el de mi viejo, y un día nos encontramos en Charlone y Forest. Le quise hacer una carrera y no quiso. Era un pibe de barrio, nos gustaba la música, el fútbol y las minas”.
Cerati vivió varias etapas en sus gustos musicales, que comenzaron a emerger de modo inconexo, por canciones de la radio escuchadas al azar, los compilados de Cordialidad Musical que traía su padre que trabajaba en la petrolera Shell, cosas que veía en Alta Tensión (como el grupo inglés Middle Of The Road, intérpretes de Soley Soley, que cantaba en fiestas con sus hermanas) y algunos temas folklóricos que aprendió con el profesor de guitarra que vivía enfrente y en diagonal de la histórica casa de Heredia y Giribone, donde todavía reside su madre, Lilian Clarke.
Lo que dinamitó esa nube fue la aparición del rock en el colegio San Roque, que no fue inmune a los encantos de La Biblia de Vox Dei, que fue el cauce que el rock encontró para entrar en colegios religiosos. Pero durante el primer año del secundario se editó Artaud de Pescado Rabioso, un disco de Luis Alberto Spinetta como solista bajo nombre grupal, y ahí Cerati encontró un modelo que lo fascinó.
“En el fraseo del canto de Gustavo –cuenta Eduardo Barrantes, otro compañero del San Roque-, está Spinetta. Pero si escuchás temas de Genesis como Cinema Show o Firth of Fifth, o Close to the edge de Yes, ahí tenés las guitarras de temas de Soda como Prófugos, En la cúpula o Corazón delator».
Y agrega: «Sus guitarristas favoritos eran Steve Hackett (Genesis), Steve Howe (Yes) y Robert Fripp (King Crimson). Escuchá Signos; ahí están las guitarras. Pero su sueño era cantar con Spinetta, aun siendo Gustavo un número uno”.
Led Zeppelin, una banda de rock pesado que era favorita de Gustavo Cerati. Foto: Neil Zlozower La madre de Barrantes se alarmaba con los sonidos extraños que emergían del tocadiscos y dictaminaba: “¡Ustedes se drogan para escuchar esto!” “Otro fenómeno terrible –recuerda Barrantes-, fue King Crimson: Biblia Negra y sin estrellas. Yo tenía un Winco, pero Gustavo tenía un equipo mejor de los padres y un día conseguí el primero de Led Zeppelin y lo fuimos a escuchar allá. Quedamos alucinados, y él fascinado con Jimmy Page”.
Justamente, fue la madre de Eduardo Barrantes quien un día retó a un Cerati de pantalones cortos por tenerlos ajustados con un cable de televisión. Esto lo confirma la hermana menor de Eduardo, Karina Barrantes, que alcanzó a conocer a Gustavo pero no lo recuerda porque era muy chica: “¡Me tuvo a upa!”, asegura.
Rock pesado y sinfónico
Para todo rockero de barrio, el menú se dividía en partes iguales: rock pesado (Zeppelin y Deep Purple) y rock sinfónico (Genesis y Yes). Sin embargo, la gracia era diferenciarse, encontrar una banda distinta a la que escuchaban todos, lo que no era tarea fácil en la década del ’70, donde los lanzamientos llegaban con mucho retraso.
“Un día –cuenta otro compañero, Alberto Della Morte- se apareció con un disco que tenía en la tapa un ratoncito dentro de una lamparita. Era un grupo alemán llamado Triumvirat”. Con otro compinche, Gustavo descubrió a Focus, una banda holandesa que causó ruido con su Hocus Pocus, que combinaba un riff de rock pesado con canto tirolés.
Un poco más adelante descubrió a Queen aunque sus compañeros no recuerdan que lo haya atraído demasiado. Distinto fue el caso del grupo Camel y su Moonmadness, que pegó fuerte en Argentina. Invitó a Tato Vaccaro a su casa a escucharlo, y él lo sorprendió con algo que desconocía: Kiss.
Kiss fue una banda que Gustavo Cerati no conocía hasta que un amigo le hizo escuchar un disco. Foto: Reuters“Le llevé Destroyer, y le llamó la atención la potencia que tenían; luego comenzó a dibujar el logo de la banda en el pizarrón”. Pero había algo que sonaba sin parar en el tocadiscos de los Cerati, según reveló su hermana Laura: If you leave me now, hitazo de 1976, interpretado por el grupo Chicago. “¡No paraba de escucharlo!”, aseguró.
“Nosotros la música la descubríamos a través de Gustavo –explica Cristian Avella, que junto con Claudio Giúdice y Cerati conformaba el trío de “facheros” de la división-; él era el que conocía y traía cosas raras, siempre aparecía con algún disco nuevo como el de Premiata Forneria Marconi (banda italiana de rock sinfónico). Algunas cosas le pedíamos que las sacara con la guitarra y las tocara”.
Esa solicitud fue de mucha utilidad porque un verano varios compañeros consiguieron un departamento en Mar del Plata, y allí, Gustavo con su guitarra fue fundamental para atraer la atención de las chicas. “Íbamos a la playa –retoma Avella-, el flaco se llevaba la guitarra, se ponía a tocar, y por supuesto, se arrimaba gente».
«Recuerdo -cuenta- las escaleras de la rambla llena, pero él sabía qué repertorio tocar, y en esas ocasiones tocaba From The Beginning de Emerson, Lake & Palmer; eso atraía chicas. Y después algún Sui Generis, Muchacha (ojos de papel), alguna de Moris, Jugo de tomate frío de Manal, o alguna de Pappo. Pero él no estaba en esa línea: Gustavo te tocaba un disco entero de Genesis punteado, porque tenía una digitación impresionante, pero no en esas ocasiones”. Ya para ese entonces había selección de repertorio.
Nuevos amigos y nueva música
Hay un salto evolutivo en sus gustos cuando ingresa a estudiar Comunicación en la Universidad de El Salvador y conoce a los mellizos, Gustavo y Fernando Briones, a Oscar Kamienomosky, a Carlos Salotti y a Chris Penn. Los tiempos musicales estaban cambiando y Cerati, que se había interesado en el jazz-rock a través de Jan Hammer, a quien descubrió escuchando Mahavishnu Orchestra, recibió un baldazo de new-wave.
“Como yo tocaba también la guitarra –dice Kamienomosky-, muy pronto se vino a zapar a casa con un grupito que yo tenía. En ese entonces nos gustaban mucho The Beatles, pero él escuchaba Stevie Wonder, UK con Allan Holdsworth, entonces cuando yo iba a su casa mi intención era partirle la cabeza con la new-wave: Police, Bob Marley, The Selecter”.
Soda Stereo en los tiempos en que presentaba su primer disco en un local de Pumper Nic. Foto: X Charly AlbertiPor el lado de los mellizos Briones y Chris Penn, encontraba sonidos más sofisticados. “Él ensayaba en Caballito con Savage –se ríe Gustavo Briones-, y hacía falta una cantante por lo que llevé a mi novia y lo escuché a Cerati cantando Telephone Line de Electric Light Orchestra y Love is in the air, de John Paul Young. Pero cuando comenzó a venir a casa escuchábamos David Bowie, Roxy Music».
«Además -dice- el que verdaderamente tenía discos era Chris Penn que trabajaba en Phonogram y con él también escuchábamos Boomtown Rats, Elvis Costello, Squeeze, Nick Lowe, Split Enz (que creo que influyó bastante en él y en el primer Soda Stereo), más un disco que lo impactó muchísimo: Bill Nelson’s Red Noise, que era un grupo del cantante de Be Bop De Luxe. Creo que de ahí sacó muchísimas cosas: ¡tuvimos que ir a buscar el disco porque no lo devolvía!”.
En la Universidad de El Salvador, Gustavo también conoce a otros dos compañeros, que luego compartirían con él la ruta profesional: Héctor “Zeta” Bosio y Alfredo Lois, que se convertiría en el compinche ideal para que el nacimiento de Soda Stereo a la vida pública tuviera un plus de ingenio para presentar una imagen distinta.
Zeta, que ya venía tocando con diferentes grupos (uno de ellos fue la banda de la Fragata Libertad), tenía gustos más reposados, de acuerdo a sus compañeros. “En 1980, yo fui con Héctor al Luna Park a ver a Peter Frampton o a Earth, Wind & Fire”, hace memoria Oscar Kamienomosky.
“Zeta escuchaba cosas más rockeras –disiente Chris Penn-, pero apreciaba Hollies, Kinks, Beatles, y también la new-wave, porque para él la new-wave era una reivindicación de los años ’60 porque para él volvía ese sonido. Entonces por eso le gustaba también Badfinger que llevaba el sonido beatle hacia los ’70”.
La llegada de The Police
La llegada de The Police a la Argentina en diciembre de 1980 inició una defragmentación del disco rígido de los rockeros adolescentes de aquella época, que seguían al jazz-rock por mandato de los pater rockers y se interesaban por Weather Report, Chick Corea, Stanley Clarke.
El grupo The Police, una influencia clave en la música del primer Soda Stereo. Gustavo y Zeta fueron a ver al trío de Sting a la discoteca New York City, a la vuelta de la casa de Gustavo, y no conformes con eso los siguieron hasta el Sheraton para pedirles autógrafos. Chris Penn resume la situación musical: “Cuando Gustavo escucha la guitarra de Andy Summers en The Police, se pregunta: ‘¿Cómo puede ser que haya un grupo de new-wave con un guitarrista de esta altura?’ Claro, él venía del rock sinfónico, del jazz-rock y era consciente de que tenía una técnica desarrollada. Pero si él se hubiese quedado enfrascado en el jazz-rock, jamás habría sido el músico que fue”.
Las mujeres también lo cargaron de nutrientes musicales a Cerati. Su primera novia, Silvia Fernández, lo recuerda desesperado por ir a ver a The Police, pero también tocando El oso de Moris para agradar a sus amigas.
“Sí, lo que más le gustaba era Spinetta pero a él le gustaba ser el centro de la atracción, entonces tocaba algunas de Pappo, Sui Generis y hasta lo he llegado a ver tocar En mi cuarto de Vivencia”.
Gustavo Cerati, Zeta y Charly Alberti en una de las primeras fotos de prensa de Soda Stereo.Cosa que haría luego como gracia en pruebas de sonido, cantando en armonía con Adrián Taverna, su amigo y sonidista. Pero en tren de influencias, Tashi, la novia que tuvo en épocas del primer disco le abrió la puerta a una enorme cantidad de bandas inglesas que desconocía: The Cure, Sisters of Mercy, Soft Cell, Echo & The Bunnymen y muchas otras que ella descubrió cuando vivía con sus padres en Bélgica.
Como siempre, hubo un disco en particular que lo hechizó: Rage in Eden, de Ultravox. “Ese disco era de mi hermana Juana –cuenta Tashi-, y se lo pidió prestado por unos días. Cuando bajábamos en el ascensor me pregunta qué quiere decir ‘rage’, porque el disco se llamaba Rage In Eden. A él le interesaba mucho el sonido de las palabras, más allá del significado. Tenía un cuadernito con las palabras lindas anotadas en orden alfabético pero con la última letra, para saber cómo podía hacer la rima. Después anotó la palabra: furia. Y más adelante la usó para un tema”.
Este último lote de grupos quedó reflejado en el salto cuántico que divide los tiempos entre el debut de Soda Stereo y Nada Personal, el segundo disco del trío, que les abrió las puertas de Latinoamérica. Allí convivían temas con aroma a Duran Duran, como Danza Rota y el mismísimo Nada personal, junto al huayno-reggae Cuando pase el temblor.
Gustavo Cerati y su obra constituyen un movimiento telúrico que no ha terminado su ciclo, y es imposible prever que alguna vez lo hará. Sus vibraciones parecen ser infinitas al igual que los pliegues de su inmensa paleta de colores musicales.