El domingo se dio finalmente la asunción del flamante presidente Javier Milei, quien aprovechó su discurso inaugural para hacer un racconto bastante detallado de la que el mismo definió como la peor herencia de la historia.
Está claro que muchas de las afirmaciones allí vertidas tienen mucho más sentido político que económico, tanto desde lo conceptual, como de lo empírico. Una de las que más sonó fue la idea de una hiperinflación heredada de 15.000%, léase una tasa de inflación promedio mensual de 55% sostenida durante al menos tres meses y anualizada para su expresión.
¿Cómo llegó a ese número? ¿Cuál fue el procedimiento de estimación y cálculo? La realidad es que las hiperinflaciones son de demanda y tiene que ver con bruscas caídas de la demanda de pesos. Son fenómenos extremos dónde las dinámicas terminan divergiendo violentamente. No son un contexto en los que se puedan realizar proyecciones con rangos de error aceptables. Léase, lo más probable a la hora de hacer una proyección nominal es errar y por mucho.
Se pueden haber hecho distintos supuestos. Por ejemplo, que tasa de inflación necesaria para que el M2 converja a determinado nivel de producto en determinado plazo de tiempo. Los supuestos pueden haber partido de las experiencias históricas previas. De las hipers y del Rodrigazo. Pero la realidad, es que cuando las dinámicas divergen, las experiencias no tienen porqué repetirse.
Además, lo que hoy entendemos por dinero, los medios de pago que sirven para transaccionar poco tienen que ver con los de hace 40 o 50 años. La tecnología cambió mucho nuestra vida cotidiana. Hoy es posible transaccionar con saldos que devengan intereses y que tienen como contrapartida depósitos a plazo fijo. Hoy una caja de ahorro es casi como efectivo. Existen las billeteras virtuales. Hace 40 o 50 años no. Hoy pasa a ser más relevante el M3i (depósitos a la vista, a plazo fijo y y más fondos del mercado monetario). Hace 40 años una caja de ahorro era bastante limitada cómo instrumento transaccional y se miraba sólo el M1 (depósitos a la vista) o sólo el circulante.
En otras palabras, no hay muchas razones técnicas para sostener el 15.000% anual. Tampoco tiene demasiado sentido entrar en la discusión. Podría haber sido una cifra mayor o inferior. Claramente el objetivo fue político. Ilustrar la gravedad de la situación y justificar lo que se viene. El ajuste fiscal que será el centro del próximo intento de estabilización y del cual aún desconocemos los detalles.
Lo mismo podría decirse de la estimación del plazo para el rezago de la política monetaria. La idea de que la política monetaria tarda siempre entre 18 a 24 meses en actuar tampoco es técnicamente correcta. Depende del contexto y del régimen. No es lo mismo intentar bajar la inflación o estimular el nivel de actividad en una economía desarrollada y estable, que intentar estabilizar un proceso de alta inflación. No es lo mismo hacer lo último con tipo de cambio flotante, con flotación sucia o con un tipo de cambio fijo. Mucho más importante en dicho sentido es el nivel de credibilidad respecto de un aspecto clave: El fin de la dominancia fiscal.
Pero nuevamente. ¿Por qué entonces 18 ó 24 meses y no 36 meses ó 6 meses? De nuevo, el objetivo es político. Fijar un plazo temporal para la obtención de resultados contundentes por lo que fue definido por el propio presidente como su principal batalla: Bajar la inflación.
Probablemente la mejor noticia del domingo es que Milei se enfocó en su rol político, su discurso cargado de tecnicismos no buscó ser técnicamente sólido. Buscó ser políticamente contundente. Y eso es bueno. Milei ya no es un analista económico. Tampoco es un Ministro de Economía. Es Presidente. Su rol es político.
El que tiene que ser técnicamente sólido y consistente en el paquete de medidas a comunicar es Luis Caputo, flamante Ministro de Economía. Y acá estuvo lo peor del domingo. La postergación de los anuncios, abrieron espacio al ruido y la primera señal de inconsistencia. La improvisación de un feriado cambiario, que muy probablemente sean dos. Si la herencia es pesada y las dinámicas son divergentes, cuestiones en las que sólo se pueden disentir en grado. ¿Por qué 48 horas de dilaciones? ¿Por qué ir posponiendo sucesivamente distintas fechas y horarios de anuncios?
Lo hecho, hecho está. Algún día se conocerán los motivos. Lo importante es que no se sigan retrasando los anuncios y que su consistencia y contundencia este en línea con la magnitud del discurso con el cual se buscó justificarlos en la previa.
Empezar con el pie derecho es clave.