EE.UU desató en octubre de 2022 una política destinada a restringir – y en el fondo impedir – la producción y el desarrollo de semiconductores o “chips” en la Republica Popular.
Al mismo tiempo aumentó dramáticamente la “lista negra” de las empresas chinas que no pueden participar del mercado de “chips” estadounidenses, liderada por las 2 principales: Huawei y SMIC (“Semiconductor Manufacturing International Corporation”).
Finalmente, sumó a este esfuerzo gigantesco de dominio hegemónico a los Países Bajos y Japón, cuyas compañías se especializan en la producción de semiconductores de última generación, que acordaron no exportar a la República Popular ninguno de los equipos más sofisticados de producción.
Los resultados de esta extraordinaria empresa restrictiva han sido notablemente negativos, hasta el extremo de que pueden considerarse un fracaso estratégico de alcance global, que puede ser decisivo en la contienda que mantienen las dos superpotencias por el dominio de las tecnologías de avanzada de la 4° revolución industrial.
En 1er lugar, Huawei y SMIC lograron un éxito notable al producir un “chip” de avanzada capaz de competir y de superar a los norteamericanos de última generación, y lo hicieron con la marca Huawei Mate 60, presentada al mercado de forma completamente sorpresiva en agosto de 2023 con la identificación de Kirin 9000.
Esta presentación constituyó un acontecimiento de importancia histórica porque China a través de Huawei/SMIC comenzó a competir efectivamente con la industria tecnológica más avanzada de EE.UU, en lo que constituye el núcleo estratégico de la 4ta revolución industrial y la clave del capitalismo más avanzado del siglo XXI.
Asimismo, con motivo de la exacerbación de la puja tecnológica entre las dos superpotencias, las grandes transnacionales norteamericanas de alta tecnología que producían en China como Intel y Micron resolvieron abandonar el mercado de la República Popular, y lo mismo hicieron las europeas Infineon y AMS-Osram, entre otras, y se trasladaron a países como Malasia, Indonesia, y Vietnam; y lo hicieron – este es un punto que conviene subrayar – acompañadas por sus asociadas, las firmas chinas especializadas en la producción de partes y componentes.
Esto puso de relieve, además de la modificación del mapa geopolítico mundial, el grado extraordinario de integración que ha alcanzado la industria fabricante de semiconductores o “chips”, que es la más avanzada del mundo.
Esto significa que con este traslado aumentó vertiginosamente la inversión china en estos países asiáticos, profundizando el hecho de que la República Popular es ya – y de lejos – la 1era inversora del Continente Asiático; y ante todo de la ASEAN (Asociación de Naciones del Sudeste Asiático), que representa más de 40% del PBI global; y esto obviamente multiplica la relevancia china en la región, tornándola claramente la vanguardia de la producción de alta tecnología.
Esto es lo que ha convertido a Malasia en los últimos 10 años en uno de los nuevos centros de la industria fabricante de “chips” del sistema mundial, porque ahora atrae no solo la inversión china sino también la norteamericana, la coreana, y la japonesa, en un fenómeno que responde a una de las características más significativas del capitalismo del siglo XXI, que es el “efecto imán” de atracción mutua de las grandes compañías transnacionales que tienden a concentrarse constituyendo gigantescos “clusters” de orden global.
También la industria productora de “chips” de EE.UU, que es la más avanzada del mundo, se ha visto impedida de participar del mercado chino de semiconductores, que es el mayor del sistema global. La República Popular importa más de U$S 400.000 millones por año de semiconductores o “chips”, y EE.UU le prohíbe a sus empresas encabezadas por las 10 principales, cuyo líder inequívoco es Nvidia, operar en el enorme y más rentable mercado de semiconductores, que es el chino.
Estas son las paradojas de una política restrictiva y de confrontación como la que desarrolla en este momento Washington cuando la revolución de la técnica ha producido la más completa integración del capitalismo globalizado, que se basa intrínsecamente en un esfuerzo sistemático de cooperación, y desecha por su propia naturaleza toda estrategia deliberada de ruptura y enfrentamiento.
En resumen, Malasia atrajo U$S 12.800 millones en inversiones extranjeras directas de alta tecnología en 2023, que es más de lo que recibió entre 2013 y 2020 sumado.
Hay que agregar que exporta ya más “chips” a EE.UU que Taiwán, Japón, y Corea del Sur considerados individualmente: y responde por 20% de las importaciones norteamericanas de “chips”; Taiwán, 15.1%; Vietnam, 11.6%; y Corea del Sur, 7.5%.
Las consecuencias no queridas de los procesos históricos suelen ser las partes más relevantes del sistema capitalista, es lo que Marx denominaba la “ironía de la historia”; y todos estos enormes cambios son uno de los logros más notables del gobierno de Joe Biden.
“No hay nada más alejado de los acontecimientos que las intenciones de los protagonistas”, dice Raymond Aron.