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Resistencia
18 noviembre, 2024

Sinner tuvo que manejar a contramano para desactivar la estrategia de Medvedev: las claves del triunfo del nuevo rey de Australia

Las estadísticas, los números, no mienten. Pero muchas veces no pueden predecir con exactitud lo que puede llegar a ocurrir en un partido de tenis que está lejos de ser una ciencia exacta. Esta final masculina del Abierto de Australia, tan espectacular, tan cambiante, dejó un sinfín de situaciones para analizar. Queremos justamente, en esta entrega, intentar descubrir todas esas aristas que llevaron a Jannik Sinner a lograr su primer título de Grand Slam en el Rod Laver Arena del efervescente Melbourne Park.

En las horas previas, en el plan de juego del equipo de Daniil Medvedev, fue vital tener conocimiento de los números para concluir que la estrategia era justamente la que se mostró desde la primera pelota del partido. El objetivo era salir de manera agresiva, tratar de jugar con mucha velocidad, no dejar que Sinner se afirmara y tomarlo constantemente por sorpresa. Sobre todas las cosas, pasarlo en velocidad y cerrar los puntos lo más rápido posible.

¿Por qué? Porque uno de los puntos en los que Sinner tenía una gran ventaja estaba íntimamente vinculado a la cuestión física. El italiano llegaba con un desgaste casi mínimo: apenas había pasado 14 horas y 44 minutos para llegar a esta final. Para el ruso, en cambio, el número era realmente condicionante y peligroso. Sus energías habían llegado al último domingo de acción al límite después de 20 horas y 33 de trabajo sobre el cemento australiano.

Había otros aspectos que también favorecían a Sinner. En los los puntos cortos, hasta cuatro impactos, había llegado a la final con un diferencial de +105. O sea, para que se entienda, había ganado 105 puntos más de lo que había perdido en los intercambios breves. Para Medvedev, en cambio, la situación era totalmente opuesta: el balance le daba positivo, pero con un margen escueto de +4.

Eso significaba que el ruso tenía que quemar los libros e ir por una estrategia que no le había funcionado en el camino hacia la final. Lo que sí le había funcionado eran los peloteos más largos, la posición más de contención. Pero para eso necesitaba físico. Y el combustible estaba al límite. No había excedentes.

Jannik Sinner saluda a su equipo, pieza clave para pensar el partido. Foto: APJannik Sinner saluda a su equipo, pieza clave para pensar el partido. Foto: APParecía nomás que daba resultados la estrategia. Se trataba de un planteo complejo para Medvedev porque no tenía margen de error. Un partido largo no venía acompañado de un pronóstico alentador. De hecho, sobre el final del segundo set, el moscovita necesitó surfear algunas dificultades para cerrarlo. Pudo pasar desapercibido para muchos, pero fue la primera señal positiva para Sinner.

El italiano podía inferir que la remontada era factible si conseguía un poco más de efectividad con sus golpes desde el fondo de la cancha, sobre todo con su drive, y empezaba a encontrar un poquito más de solvencia. Tenía que entender que él también debía ir en contra de los números porque a pesar de que jugar corto había sido un gran negocio a lo largo del torneo, la final le pedía jugar puntos largos para terminar de erosionar las energías de su rival.

Y acá es donde viene la correcta utilización de las estadísticas. Es paradójico, claro, lo que le había funcionado a uno y a otro para llegar al partido decisivo ya no les servía. Los dos iban a necesitar lo opuesto.

Lo concreto es que esa insinuación desde los números se fue transformando en una realidad y marcó el pulso de la la recuperación de Sinner. Ya en el tercer set, e incluso cuando parecía que Medvedev seguía con una clara posición dominante -el marcador estaba cuatro iguales y 40 iguales-, Sinner fue a su rincón a secarse y mirando a su grupo les dijo : «Estoy muerto». Pero ese pensamiento tenía mucho más que ver más con la impotencia que con lo físico. A partir de ahí, curiosamente, la historia cambió. El italiano pudo mantener ese game que estaba delicadamente 40 iguales y después consiguió el quiebre que marcó el comienzo de la remontada.

El estirar el partido fue casi como hackearle el GPS a Medvedev y obligarlo a hacerle un par de kilómetros de más a su carrocería cuando la aguja del combustible estaba ya en zona de reserva. Y eso se empezó a notar en el juego del ruso, que claramente fue leído, entendido y aplicado por Sinner. El italiano encontró más espacios con pelotas que le permitían tener más tiempo. Y se sabe: el tiempo en el tenis es uno de los bienes más valiosos.

Daniil Medvedev mira el trofeo que ya se le escapó tres veces. Foto: REUTERS/Eloisa LopezDaniil Medvedev mira el trofeo que ya se le escapó tres veces. Foto: REUTERS/Eloisa LopezVenía de padecer el juego vertiginoso propuesto por Medvedev y de repente se encontró con un tenis más intermitente, con golpes más permisivos y con pelotas que le dejaban más posibilidades de pensar y de acomodarse. Por lo tanto, el italiano elevó su efectividad y su contundencia llevó a Medvedev a un desgaste que no estaba en su planes, a peloteos mucho más largos.

En muchos de ellos, el ruso debía correr esos metros extra luego de intercambios de más de 20 o 25 impactos y los puntos quedaban siempre del otro lado. Si bien el panorama todavía le seguía siendo favorable en cuanto a lo numérico e incluso en las proyecciones, la realidad era que el reloj corría y Medvedev empezaba a vislumbrar que el partido comenzaba a extenderse mucho más de lo deseado.

Para colmo, Sinner continuó en alza y eso condicionaba cada vez más al ruso. El partido seguía nivelado. Pero se observaban situaciones, gestos y señales muy opuestos de uno y otro lado de la red. En la cabeza de Medvedev empezaban a asomar los fantasmas de la final perdida hace dos años contra Rafa Nadal cuando también estuvo dos sets arriba. La mala suerte de quedarse corto, sin combustible en la última vuelta, se iba a repetir. Sinner, en mucho mejor condición física producto del menor desgaste, escapó de momentos delicados en el cuarto set y luego lo remató en el quinto y definitivo capítulo.

Italia celebra. Sinner es campeón del Abierto de Australia y levanta, por fin, un trofeo de Grand Slam. Con 22 años, además, se siente que lo mejor de Sinner está por venir. Que puede ser, tal vez, uno de los principales herederos de aquel gran reinado que alternaron Federer, Nadal y ahora Djokovic durante casi dos décadas.

El saludo final entre Sinner y Medvedev. Foto: EFEEl saludo final entre Sinner y Medvedev. Foto: EFEPero no solo hay que hablar del vencedor. Esta derrota para Medvedev, si bien lo privó de un nuevo título de Grand Slam, le sirvió para mostrarle al mundo que es un mejor competidor, una persona mucho más madura y mejor plantada ante la adversidad. Aceptó la derrota con una enorme grandeza. Fue una derrota dolorosa que, lamentablemente, la pudo presentir mucho antes que se concretara.

El discurso del ruso en la ceremonia de trofeos muestra la enorme evolución de Medvedev porque los campeones no solamente mejoran su rendimiento a fuerza de victorias. Entender las derrotas también mejoran la actitud y la forma de pelear. Los engrandece. Es una señal de que ese jugador ya trasciende a los demás.

Especial para Clarín

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