Pudo ser parte del Dream Team de Cruyff pero ocupaba una plaza de extranjero y el equipo catalán ya tenía tres. Terminó en la Fiore, donde hasta tiene una estatua.
01 de febrero 2024, 05:17hs
Muchas momentos y situaciones de la carrera de Gabriel Batistuta son conocidas: que es ídolo de Fiorentina, donde hasta tiene una estatua; que fue el máximo goleador de la Selección argentina hasta que Lionel Messi pulverizó su marca; que se inició en Newell’s, donde siendo adolescente vivió en la austera pensión del club, y que terminó su carrera en millonario Emirato de Qatar.
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Sin embargo, la que no es tan conocida es la historia del pase frustrado a Barcelona, justo antes de convertirse en una de las mejores incorporaciones de la historia de la Fiorentina. Este tremendo goleador del fútbol mundial que cumple 55 años había tenido una muy buena temporada en Boca (1990-1991), que coronó con el título de la Copa América de Chile 91 con la Selección. Y su futuro estaba en Europa.
Y ahí apareció en su radar el célebre Dream Team de Johan Cruyff, que venía de ser campeón de la Liga española y se encaminaba para conseguir la Champions League un año después. Fue por una recomendación concreta de su representante, el italiano Settimio Aloisio, quien habló personalmente con el captador de talentos del Barcelona, Josep María Minguella.
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El catalán, a quien el tiempo le reservó el privilegio de haber sido quien recomendó a Messi en Barcelona, se reunió con Aloisio antes de que se cerrase la llegada de Bati a la Fiorentina. El encuentro fue en el Hotel Princesa Sofía de la ciudad de Barcelona. Ahí el manager puso en juego su buen ojo futbolero: “Gabriel será el próximo goleador destacado del fútbol mundial”.
Era un hecho que Batistuta jugaría en Europa, porque lo pretendían tres clubes de Italia, terreno que Aloisio dominaba a la perfección. Pero aquel Barcelona era entrar por la puerta grande. Minguella llevó la información a José Luis Núñez, el presidente del club catalán, quien a su vez se lo comunicó a Cruyff.
Sin embargo, descartaron el arribo de Bati porque el Barcelona tenía cubierto el cupo de extranjeros. Y en esos momentos en Europa todo aquel que no había nacido en el país organizador del torneo, era considerado extranjero (desde 1996, la Ley Bosman trató a los europeos o descendientes con pasaporte comunitario como ciudadanos de una misma nacionalidad).
Gabriel Omar Batistuta fue un tremendo goleador, que tuvo su pico de rendimiento en la década del 90 en la Fiorentina de Italia.
Y el Dream Team ya tenía tres: Michael Laudrup (Dinamarca), Hristo Stoichkov (Bulgaria), Ronald Koeman (Países Bajos). Y uno que llegó un año después como cuarto extranjero: el brasileño Romario.
Gabriel Batistuta cumple 55 años: el goleador que tuvo que cambiar de club para ganar una liga
Gabriel Omar Batistuta nació el 1° de febrero de 1969 a cinco kilómetros de la ciudad santafesina de Reconquista. Llegó a las Inferiores de Newell’s en la adolescencia. Sus condiciones, en especial su potencia física, eran tan evidentes como su pasión por la comida. En aquel tiempo se encontró con un estricto director técnico de juveniles que lo puso a dieta: Marcelo Bielsa.
La pensión no fue solo una cama y un techo para Bati, sino una lección de vida sobre la austeridad, la perseverancia y el valor de luchar para conseguir las cosas, ejemplo que siguió de su padre, Omar, y que buscó transmitirle a sus cuatro hijos a punto tal de hacerlos trabajar para ganarse la vida aun sabiendo que nunca les faltará nada.
“Que mis hijos trabajen es regalarles dignidad. Podría tranquilamente darles un auto, pero no sé si se sentirían felices, no sé cuánto les duraría esa felicidad”, supo argumentar. Buena parte de esa perseverancia le permitió ser quien fue en el fútbol.
Debutó en la Primera de Newell’s en septiembre de 1988 y un año después fue transferido a River, en donde las cosas no le salieron bien, en especial desde el momento en que asumió como entrenador Daniel Passarella, quien no lo quería. De hecho, al año siguiente, se fue a Boca y empezó a ser el Batigol.
Dejó de ser un delantero que jugaba por afuera para convertirse en un hombre de área, implacable. A partir de 1991 fueron nueve temporadas en la Fiorentina, con 168 goles en 269 partidos, una Copa Italia y una Supercopa italiana. Sin embargo, para dar una vuelta olímpica por ser campeón de la Serie A (el principal torneo italiano) debió irse a la Roma.
Lo mismo para ser campeón a nivel internacional: no consiguió ningún título con un club (después de Roma pasó al Inter y luego al Al-Arabi SC qatarí) pero sí con la Selección argentina, donde ganó las Copas América 1991 y 1993 y pudo darse el gusto de disputar tres mundiales: Estados Unidos 94, Francia 98 y Corea-Japón 2002.
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Los años, pero en especial los dolores problemas articulares en las rodillas y fundamentalmente en los tobillos (consecuencia de muchas infiltraciones) lo llevaron a abandonar el fútbol y a llorar por los dolores físicos que lo empujaron al extremo de pedirle al médico que le cortara los pies.
Pero hubo otras técnicas traumatológicas que lo ayudaron a salir del dolor y a poder llevar una vida normal, amagando con volver a meterse en el fútbol pero apostando más al rubro agropecuario como dueño de varios campos en Reconquista. Eso sí, siempre con la certeza de caminar por todos lados sintiendo el reconocimiento unánime de los hinchas del fútbol.