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Resistencia
22 junio, 2025

El fútbol, ejemplo de los nadies

A los equipos millonarios europeos no les resulta tan sencillo imponerse ante sudamericanos. A veces, se necesita más que el poder del dinero.

El triunfo inesperado del Botafogo contra el PSG en el Mundial de Clubes es tal vez el más claro ejemplo de que en fútbol, tener jugadores que cuestan millones no siempre garantiza victorias. El colorinche organizativo va por otro lado. La referencia es a lo que pasa en los 90 minutos, cuando la suerte está echada y rueda la pelota.

El PSG llegaba como favorito. Venía de hacerle 4 a otro grande y candidato como el Atlético de Madrid. Hace menos de un mes ganó la Champions con un nivel de juego indiscutible y con un contundente 5 a 0 al Inter italiano, que a su vez arrancó en el torneo con un tibio 1 a 1 ante el Monterrey. Tampoco el Benfica, con sello del Viejo Mundo, pudo con un Boca que llegaba en condiciones inferiores. Y al Bayern, tan poderoso, le costó ganarle a la garra del xeneize.

¿Y Flamengo? Perdía 1 a 0 con el Chelsea y se lo dio vuelta: 3 a 1 con el aliciente de que siempre fue más que el inglés. Dortmund no le ganó al Fluminense y el Real Madrid –millonario entre millonarios– la pasó muy mal ante el Al Hilal, del fútbol saudí.

El fútbol europeo siempre es enaltecido. Se habla con fundamentos de que tienen mejor nivel organizativo, los mejores jugadores del mundo están en sus clubes y que sus presupuestos millonarios, con capitales propios, árabes o estadounidenses, los hace inalcanzables para los del resto del mundo. Porque además se dan el lujo de incorporar estrellas de menos de 20 años que juegan dos partidos por acá y se van para allá. El ejemplo más reciente, Franco Mastantuono. 17 años, 45 millones de euros que puso el Real Madrid y chau. Mastantuono, promesa –porque aún lo es– no es el primero ni será el último. Todos son uno más en este mundo capitalista en el que se pueden reemplazar, en un abrir y cerrar de ojos, jugadores de fútbol.

Botafogo, que ni ahí está a la altura del PSG, no sólo dio el primer gran batacazo del torneo. También dejó en claro que ya no alcanza con grandes estrellas para ganar todo. Sobran los ejemplos. El PSG que se armó con Messi, Neymar y Mbappé no pudo lograr sus objetivos europeos.

El mismo ejemplo puede utilizarse para la Selección nacional, que se rearmó para Qatar con Messi como cabeza, pero a su alrededor no sólo tuvo cracks, sino además jugadores que pusieron garra para llegar al título. Voluntad. Ni hablar de Scaloni, que asumió como DT con menos nombre que los candidatos de siempre. Fue criticado y hasta burlado. Pero el que levantó la tercera fue él.

Y más acá en el tiempo, tenemos a Platense. Equipo ninguneado. Pero que destacó por temperamento, ganas, coraje. Lo que quieran agregar en ese sentido. Construyó su juego en base a una marca férrea a cada rival cuando mandaba tres jugadores encima del que recibía la pelota. Así se “comió” a cuatro grandes: Racing, River, San Lorenzo y Huracán. Y siempre de visitante. El último fue el Globo, al que borró de la cancha en Santiago del Estero.

Platense tuvo, obviamente, una estrategia efectiva gracias a su dupla de entrenadores, Favio Orsi y Sergio Gómez. Así enfrentó a planteles que en la previa eran mejores. No sólo por fútbol sino por nombres. Pero tuvo carácter. Hasta cuando la cosa se le puso por demás oscura la noche en que lo perjudicaron en el Monumental, con un arbitraje de Falcón Pérez que debe haber quedado entre los peores. Pero no bajó los brazos y ganó en los penales. Desde ahí, se sabía que era candidato al título.

Estaría bueno entender y creer que no todo está perdido cuando el otro tiene dinero y poder. El fútbol es el mejor ejemplo. Pero si queremos podemos ir más allá. Entender que nadie, de verdad, se salva solo. Que con poco pero siempre con ganas, con voluntad, los menos, los ninguneados (Eduardo Galeano refería: Los nadies: los hijos de nadie / los dueños de nada. Los nadies: los ningunos, los ninguneados / corriendo la liebre, muriendo la vida, jodidos / rejodidos”), tienen derecho a la esperanza. Aún cuando nos digan que no, que agachemos la cabeza y cumplamos lo que dice el mercado y lo que asienten los que manejan el mundo.

El fútbol es apenas un ejemplo.

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