¿Quién dijo que no hay más potreros? En la vasta geografía del país todavía quedan baldíos, parques de diversiones gratuitos, tierra vírgenes de futuros cracks porque el ADN del que siempre habla César Luis Menotti se traslada de una generación a otra. Los tres goles del Diablito Echeverri lo confirman. Hay fútbol para rato. ¿Cuantos Diablitos andarán por ahí, desparramados a la espera del ojo clínico que los descubran?, ¿Cuando aparecerá otro? Otro más.
Claudio Echeverri tiene 17 años. Tenía 6 cuando Lionel Messi le hizo tres goles a Brasil en el MetLife de Nueva Jersey en el histórico 4-3. No era ni proyecto de sus abuelos cuando la Chancha Seoane metió un hat-trick, que no se llamaba así a los brasileños en Sportivo Barracas. No estaba en los suelos de sus padres cuando Carlos Peucelle, Tucho Méndez o el Nene Sanfilippo les encajaron tres pepas a los brasileños. El Diablito, apodo heredado del recordado boliviano Marco Antonio Echeverry el parecido de su juego rompió todos esos récords. Triplete a Brasil en un Mundial. Un caso único.
Y cierre de una semana fantástica para la Albiceleste en el duelo sudamericano porque el 3-0 de Indonesia hay que sumarle el 1-0 en el Maracaná y el 1-0 de Los Murciélagos en los Parapanamericanos de Santiago 2023. Echeverri, que está más cerca de los dibujos animados que del fútbol de élite, hizo historia.
¿Qué pasará con él? Quién lo sabe. Así como desde los potreros siguen creciendo como hierba salvaje prototipos de cracks, muchos quedaron el camino. Otros llegaron a lo más alto. Diego, Leo… la lista es larga. Tiene una ventaja el Diablito. Está en un club que cuida a sus juveniles, como River. Y está arropado por un cuerpo técnico de Selección serio y responsable. Y audaz, porque Diego Placente le dio la 10 y la capitanía a un mocoso. El mocoso respondió.
Puede sorprenderse el que sigue el futbol de lejos. Pero las águilas ya lo habían detectado en el torneo amistoso de juveniles en Venezia del año pasado cuando con River metió 9 goles en 6 partidos, cuatro de ellos a la Juventus. Los mismos ojeadores de la Vecchia Signora, los empleados de Florentino Pérez del Real Madrid y los del Barcelona, entre otros, demostraron interés en llevárselo. Frustrado intento porque el club de Núñez le hizo contrato y le clavó una cláusula de 25 millones de dólares. A partir de ahora y bajo riesgo de caer en exageraciones, cuando Messi entra en su otoña comienza la primavera del Diablito.
¿Cómo juega? Hace algo que entró en desuso a fuerza de tanto juego a dos toques: gambetea. Y gambetea para adelante. Es vertical y tiene panorama periférico porque también asiste. ¿Qué es? ¿Nueve? ¿Diez? ¿Nueve y medio? Es un alma libre, virgen de tácticas, un depredador de defensas, un goleador de definiciones de todo tipo. De fuera del área, como el primero contra Brasil, de toque cruzado y con sutileza en el mano a mano con el arquero. De toque corto, llegando para terminar como el tercero.
Ya se conocen sus datos. Chaqueño de Resistencia. Seis hermanos. Vive en un departamento que le dio River en Buenos Aires con sus padre Rosa y Domingo y una de sus hermanas, Mariela. Tan distinto, tan “extraterrestre” que pareció en Yakarta, el Diablito se parece a tantos de su edad. No hace falta adivinar que su ídolo es Messi, con quien compartió prácticas en Ezeiza cuando Scaloni lo convocó a un par de entrenamientos de la Selección mayor.
Lo que no se conoce , se insiste, es hasta dónde puede llegar. Dependerá de él. Y de sus circunstancias. Aquí y ahora, en medio de tantos sinsabores que viven los argentinos, el fútbol acaba de dar una esperanzas, un recreo para el alma. El Diablito Echeverri nos tocó la campana para salir al patio. A jugar. A jugar.