Fue el primer director chino en filmar en los Estados Unidos. Su estilo cambió para siempre a la industria y sus colegas lo reconocen como una eminencia. “Venganza Silenciosa” marca su regreso al mercado internacional y contiene lo que pedían sus fans: un cóctel de la mayoría de sus vicios.
09 de diciembre 2023, 19:41hs
Planos en cámara lenta se alternan con otros en 24 fotogramas por segundo; los personajes se persiguen empuñando un arma en cada mano, las camisas blancas empiezan a teñirse de rojo, el decorado estalla y algunas explosiones grandilocuentes rematan las escenas. La descripción puede responder a cualquier película de acción que sintonices en el cable, pero ese tipo de entretenimiento se eleva cuando el hombre detrás de cámaras es John Woo. Efectivamente, es cine.
El ritmo y la cadencia de sus coreografías puede deberse a un género que en rigor nunca exploró. “Me crie en barrios bajos y los musicales me hicieron soñar”, dijo recientemente en una entrevista que le concedió a The New York Times. Precisamente su amor por el séptimo arte surgió cuando vio West Side Story (1961), pero su representación de las guerras de pandillas siempre estuvo lejos de las afinadas discusiones entre Jets y Sharks que contenía aquella versión libre de Romeo y Julieta.
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Todo lo que aprendió sobre el mundo criminal es empírico. Nacido en China en 1946, cuando apenas era un nene se mudó a Hong Kong porque su padre eligió resignar la herencia familiar y optó por ser maestro de escuela. No fue una infancia sencilla. Hasta llegaron a tirarle ácido con la única intención de que aceptara sumarse a una banda. Por eso, de la misma manera que lo hizo Martin Scorsese en Queens (Nueva York), se metió en un seminario para no dejarse seducir por el hampa.
Luego se convirtió en un alumno del reconocido director Chang Cheh. A diferencia de otros jóvenes que estaban bajo la tutela de este maestro hongkonés, no se dedicó a reciclar retazos de películas de ninjas para armar un nuevo metraje y optó por pulir un estilo más personal. Así concibió una seguidilla brillante: A better tomorrow (1986), The Killer (1988), Bullet in the Head (1990) y Once a Thief (1991).
Entre la melena de Van Damme y el paso en falso de Ben Affleck: el derrotero de John Woo en la meca del cine
En los 90, cuando ni siquiera se vislumbraban las plataformas que ahora reúnen títulos de todo el mundo, los cinéfilos argentinos menos snobs empezaban a interesarse en la filmografía del realizador chino y alquilaban VHS de su obra oriental. La curiosidad de los espectadores estaba vinculada a un fenómeno que cambió a la industria: el desembarco arrollador de Woo a Hollywood, que lo convirtió en el primer director chino en filmar en los Estados Unidos.
Su llegada fue a lo grande. Operación Cacería (1993) no tardó en volverse un film culto. La atracción era inevitable: el look icónico de Jean-Claude Van Damme, el magnético e inverosímil tiroteo en la autopista y el momento en que el protagonista deja grogui a una cobra con un certero puñetazo. Ah, y no olvidemos el frío villano que interpretó Lance Henriksen. Pero lo que siguió en la carrera de Woo pateó el tablero definitivamente y todavía impregna a las superproducciones de acción.
Rápidamente entró en ese grupo no tan selecto en el que sus estrenos se vendían con el latiguillo “una película de…”. Código: Flecha Rota (1996) fue parte del renacimiento noventoso de John Travolta al que también alimentó con Contracara (1997), el gran placer culpable de una generación que adoró el histrionismo de Nicolas Cage. Incluso, aunque hoy en día sea un poco denostada, Woo la rompió con Misión Imposible 2 (2000).
El siguiente paso fue Código de Guerra (2002), una película que se alineó a los sentimentalismos más convencionales de la industria y donde no exploró su lado más autoral. Sin embargo, el verdadero traspié -sobre todo comercial- fue El Pago (2003), una adaptación de un relato de Philip K. Dick, que tenía a estrellas como Ben Affleck y Uma Thurman. Esa experiencia hizo que volviera a filmar en oriente, donde siempre cumplió con las expectativas.
20 años no es nada: volver con el arma cargada
Veinte años después, John Woo regresa a Hollywood de la misma manera que entró: rompiendo todo. Esta vez no está Van Damme sino Joel Kinnaman y aunque la película puede responder a algunos clichés que enumeramos al principio del texto, también es distinto a cualquier otro de sus trabajos. Venganza Silenciosa (2023) -que llega las salas argentinas el 14 de diciembre- es el film navideño de acción de esta temporada, pero con un detalle insólito: no tiene diálogos.
La falta de palabras en el guion y de presupuesto en el rodaje –ya que se trata de una producción muy modesta- lo llevaron al director a su lado más primitivo. Tuvo que volver a ser ese joven que tenía un musical en la cabeza mientras filmaba una balacera. Y la trama centrada en un padre que busca venganza después de que su hijo muere accidentalmente por el fuego cruzado entre dos bandas, también es un reencuentro con esa etapa ochentosa donde los protagonistas siempre encontraban redención en un mundo salvaje.
Este retorno se produce en un contexto en el que la industria le debe muchísimo al artesano chino. Sagas como Rápido y Furioso o John Wick siempre le regalan un guiño. Y la lista sigue: las hermanas Wachowski, Zack Snyder, Robert Rodríguez, y hasta Quentin Tarantino copiaron muchas de las mañas de la obra de Woo -quien a su vez nunca renegó de cuánto bebió de lo que hicieron algunos de sus referentes como Sam Peckinpah y Alfred Hitchcock-.
“Hacer una película es una conspiración de amigos. Tenemos que hacer un plan, como si fuera un robo, y ejecutarlo a la perfección”, le dijo al director argentino y periodista Nicanor Loreti cuando conversaron para un viejo número de la revista La Cosa. Y, a sus 77 años, todavía está listo para seguir al frente de una operación. La próxima confulación es The Killer (2024), una remake de uno de sus grandes clásicos donde no faltaba la cámara lenta ni personajes empuñando dos armas.