Además dos obras inmersivas de cineastas argentinos se exhiben fuera de competencia.
Desde la historia de una superheroína que protege de las burlas a una adolescente, en un mundo de tampones y vaginas, hasta meterse en la piel de un hombre en una sauna gay: estos son algunos de los proyectos en realidad virtual en la primera competición de obras inmersivas de Cannes.
Ya en 2017, el Festival de Cannes presentó “Carne y arena”, una pieza del mexicano Alejandro González Iñárritu en realidad virtual sobre los migrantes. Pero esta vez, el certamen creó una competición específica para obras narrativas inmersivas que, mediante la realidad virtual o aumentada, permiten que los espectadores se transporten a otros cuerpos, a otras épocas.
Esta tecnología, todavía poco conocida del gran público, es “como un minicine individual donde se utilizan todos los medios técnicos en el casco virtual para sumergir al usuario en una historia”, explica Arnaud Colinart, productor de Atlas V.
Dos de los proyectos inmersivos que más impactan
Entre los ocho proyectos, se destaca “Traversing the Mist”, del taiwanés Tung-Yen Chou, ambientado en una sauna gay. El espectador, que debe tener más de 18 años, avanza entre pasillos y espacios cerrados, repletos de usuarios desnudos, en posiciones sensuales, algunos mirando fijamente.
Otra historia es “Maya: el nacimiento de una superheroína”, de la creadora y activista Poulomi Basu, que se centra en los problemas que enfrenta una chica cuando tiene la menstruación. El espectador ayuda a la adolescente a encarar a los que se ríen de ella y para ello se sumerge en un mundo de lucha con monstruos, entre tampones y vaginas.
“La experiencia de cada niña para entrar en su feminidad y en el mundo de las mujeres es una experiencia que aísla, a veces es claustrofóbica, a veces es psicológicamente difícil”, explica la directora. La realidad virtual permite usar sus manos para luchar, disparar fuego a los malos, en un filme que “usa la historia del superhéroe casi como una sátira”, apunta.
Argentinos con realidad virtual en Cannes
En paralelo de las ocho aspirantes al premio a la mejor obra inmersiva, se pueden ver otras seis obras, realizadas hace varios años. Es el caso de “Gloomy Eyes”, de los argentinos Fernando Maldonado y Jorge Tereso, y cuya narración en español corre a cargo de Jorge Drexler y, en inglés, de Colin Farrell.
La obra, con una estética que recuerda al universo de Tim Burton, sumerge al espectador en la historia de un chico zombi que se enamora de una chica.
“Battlescar” del venezolano Martín Allais y el argentino Nico Casavecchia, también fuera de competición, recupera una estética punk para contar el encuentro en Nueva York entre Lupe, una puertorriqueña que quiere ser cantante, y Debbie, una joven que sale de un centro de detención. El primer capítulo de esta obra fue presentado en el festival estadounidense Sundance, dedicado al cine independiente, en 2018.
Desde entonces, aunque la técnica ha avanzado mucho, todavía “está supercrudo”, admite Allais. “Faltan unos cuantos años para que realmente la tecnología permita que la creatividad no choque” con las limitaciones técnicas. Y también queda trabajo por hacer que la realidad virtual se extienda al público en general, más allá de los festivales y los lugares de creación.
La realidad virtual todavía es poco comercial
“Es un medio que, inevitablemente, ahora sólo existe por los festivales. Lo que ves aquí no es algo que sales a la calle y lo puedes consumir. Son piezas muy específicas para festivales, una experiencia muy única que, al final, todavía no es muy comercial”, reconoce este cineasta venezolano instalado en España.
En su opinión, existe también una barrera tecnológica ya que siguen siendo minoritarias las personas que pueden permitirse este tipo de equipos, todavía bastante caros, para experimentar estas obras inmersivas.
Los especialistas confían, sin embargo, en que el hecho de estar en festivales de importancia, como el de Venecia o el de Cannes, puede darle un impulso para acercar esta tecnología a más usuarios.