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Resistencia
30 octubre, 2024

Hasta ahora todo fue un ensayo

Javier Milei cerró el viernes el primer tramo de su mandato, dedicado a: 1) jibarizar a los poderes que entiende le oscurecen la legitimidad de su gestión; 2) construir una plataforma partidaria que le dé sustentabilidad en el cargo.

El primer propósito explica el uso de los proyectos del DNU/70 y la ley ómnibus como armas arrojadizas. Fueron elaborados por los equipos de Cambiemos, han tenido recepción favorable en el Congreso por su contenido, pero se negó a negociar su aprobación, que no hubiera sido difícil lograrla.

Prefirió que se los demolieran en la Justicia (el DNU) y en Diputados para polarizar y ganar músculo. Prefirió la estética y la lógica de la confrontación, al interés por la aprobación de las medidas propuestas en esos proyectos. Ponderó más los efectos de la contradicción.

Su interés fue el poder por encima del interés público. Durante los tres primeros meses, concentró el fuego en el Congreso, al que le ha negado un rol en la tarea de gobernar. Con el mismo énfasis, ha buscado componer alguna base partidaria que le permita superar la falta de una estructura política.

La suma de sus actos en este sentido permite advertir su intención de desguazar al PRO y demostrarle a sus militantes que él es mejor jefe que Mauricio Macri. Antes que nada, porque él es presidente y Macri está en su casa.

Es un mensaje demoledor para los profesionales de la política que rodean al presidente. Ven en Milei a un solitario sin partido, sin programa, sin equipo, sin legisladores, sin territorio y sin gobernadores y sin nada que perder. Un cuentapropista que no tiene que responder ante nadie de lo que haga.

En la fragilidad de su base está su fuerza. Pero que necesita como el agua cuadros para su gobierno. Como ha ocurrido en otros momentos con gobiernos débiles, basta con presentarse en mesa de entradas para que a uno le den un cargo.

Milei le dio clase a Ritondo

El intento de armar una estructura partidaria propia es el borrador de alguna estrategia para las elecciones legislativas de 2025. Para ese turno, Milei y Macri – o quienes los asesoran en temas partidarios, que no son su fuerte – creen que tiene que confluir.

Por más que coqueteen con acercamientos y rechazos, esa confluencia existe en el electorado que sumó los 29% de la primera vuelta a los votos de Patricia y lo hizo presidente a Milei.

El presidente hace sombrerazos confusos. Es un estilista de la pirotecnia, que explota la economía de la reacción, que busca epatar al burgués para que las tías viejas digan «qué escándalo» y generen visibilidad. Uno de esos gestos es invitarlo a almorzar a Cristian Ritondo y no a Macri. Ya que daba de comer, ¿a qué respondió la discriminación? Milei le sentó su despacho y casi no lo dejó hablar. Le dio una clase que el frío de la sala – acondicionada para mortificación del visitante – hizo parecer eterna.

Le dio detalles de la utopía contable de los conservadores (que la mejor Argentina fue la de 1860 a 1930) y le descubrió la bola de cristal. Una crueldad para Ritondo, que entiende que los mejores años fueron los del peronismo, que superó las carencias del régimen conservador.

Se quiere comer al PRO

Milei le explicó que en 2025 La Libertad Avanza tendrá más votos que el peronismo -– Milei usa la palabra “kirchnerismo”, con lo cual desnuda la matriz de sus interpretaciones – y que el peronismo tendrá más votos que el PRO. La conclusión fue que si van juntos a las elecciones pueden ganar, sumados, por el 60%.

Ritondo tomó nota del mensaje: que Macri sea presidente del PRO no va a salvar a su partido de la desaparición. Es la hipótesis que sostiene Patricia Bullrich. Ritondo es, junto a Jorge Macri, quien negocia en nombre de Macri con Patricia los términos de la unidad del PRO detrás de la jefatura del ingeniero.

En esa función Ritondo parlamentó con el bloque del PRO -que está resentido por el internismo que le inocula Milei agitando la sortija de los cargos- en una cena el jueves por la noche en la parrilla “El Auge”, un santuario de las conspiraciones porteñas en el barrio de la Legislatura.

Goteo de desprestigio

El empeño de Milei por jibarizar al PRO y mostrarse como un jefe mejor que Macri de una fuerza de derecha, ha tenido un costo alto hacia adentro del oficialismo. Le produce un goteo de desprestigio que no sale a la luz en un escenario distraído por los comunicadores audiovisuales que se dedican a comentar tuits, y a repetir que no entienden a Milei, como si fuera un misterio.

Fue un golpe la renuncia de Sebastián García de Luca, viceministro de Seguridad y brazo político de Patricia Bullrich. Fue el armador de la candidatura presidencial de Patricia y en el gobierno macrista fue viceministro de Rogelio Frigerio en Interior. Es, por esa función, responsable de que Milei sea presidente.

Renunció a su cargo porque considera que la gestión está fuera de control y que el oficialismo carece de herramientas de gobernabilidad. El pico de la tensión ocurrió en contexto de la pelea del Ejecutivo con los gobernadores. De Luca milita en una etnia que comparten Frigerio, gobernador de Entre Ríos, y los legisladores Nicolás Massot y Emilio Monzó. Hasta este fin de semana, De Luca había recibido medio millar de mensajes de adhesión de militantes de su sector elogiando su gesto.

Entre ellos, la mayoría de los gobernadores. Otra baja notable fue la de Diego Marías del equipo de interventores en el ente de Medios Públicos. Ha sido legislador porteño por el PRO y representó a su partido en el Consejo de la Magistratura.

Se reconoce como macrista, se identifica entre quienes tienen que apoyar al gobierno, pero disintió con el método de trabajo de la intervención, en un sector más que sensible como es la administración de los medios del Estado.

Los ministros a examen

El año legislativo es el verdadero comienzo de la gestión de Milei. Hasta ahora todo fue un ensayo con ropa y luces (como dicen en el Colón) que ocurrió en ese limbo que son las sesiones extraordinarias. Es el periodo cuando el poder Ejecutivo se puede dar el lujo de imponer la agenda de los temas a tratar. Es un tiempo de excepción que funciona como un diván para las fantasías de cualquier gobierno.

Si hubiera que someter al gobierno a un tablero de resultados, su calificación es desastrosa. La ley ómnibus rebotó en el blindex de Diputados, pese a que había obtenido una sanción en general con 144 votos, y perdió vigencia con un pase a comisión irresponsable, por ignorancia del reglamento por parte de los legisladores del oficialismo. El DNU 70 está en la morsa de la Comisión Bicameral.

El jueves el pleno de ese cuerpo citó a los ministros secretarios encargados de todas las áreas del gobierno para que expliquen el contenido. Lo aprobaron todos los bloques, incluyendo a los legisladores de La Libertad Avanza. La citación parece compulsiva y las autoridades de la Comisión tienen la potestad de llevar por la fuerza pública a los citados.

No quedó resuelta la presencia de Federico Sturzenegger, a quien se le atribuye la letra de los dos megaproyectos, que elaboró con equipos de Cambiemos para los candidatos de esa fuerza. No tiene aún designación y su responsabilidad consta en videos y crónicas periodísticas.

Los “normales” contraatacan

El martes comienzan las sesiones de la Comisión Bicameral, que corre en paralelo al pedido de senadores opositores para que se cite a una sesión especial para tratar el DNU 70. La intención es derogarlo, sumando los legisladores del peronismo y un grupo de provinciales.

Lo que vendrá después depende del ánimo del gobierno. Si insiste en la confrontación, desperdiciará el apoyo de muchos legisladores a favor de las reformas que contienen ese proyecto y la ley ómnibus. No saben ya cómo apoyarlas frente a los desaires del Ejecutivo. Si insisten en ese camino, el Senado volteará el DNU y dejará al gobierno con menos herramientas de acción.

El sector de los «normales» de Diputados, que tiene como eje al bloque Hacemos que preside Miguel Pichetto, ensayó el viernes, en una reunión del bloque previa a la sesión de apertura del año legislativo, una reacción ante esa derogación.

La estrategia es trabajar para crear una alianza con otros sectores del Congreso, que amplíe el número de 23 que tiene hoy, sumando a radicales, disidentes del PRO y provinciales, para intentar el tratamiento de las reformas contenidas en el DNU y la ley ómnibus que consideran oportunas.

Después de todo, Milei no es dueño de la letra, que fue escrita por los equipos de Cambiemos para candidaturas que quedaron fuera del ballotage. Milei le pone una música que revela más su interés en construir poder antes que operar sobre la realidad dentro del sistema republicano.

Ha desperdiciado los apoyos de quienes incluso no ven que su propósito es la defensa de su interés particular, no del interés público. No es exclusivo de él esa precedencia. Venimos de un gobierno como el del peronismo que se fue en 2023 en el cual sus dirigentes privilegiaron su interés particular y postergaron el interés público.

La prueba es la disipación de poder que hicieron los Fernández, lo mismo que ahora hace Milei. El poder es un bien público, que le pertenece a la sociedad. Lo sindica en sus representantes para que defiendan el interés público. El mal gobierno privilegia la gobernabilidad a la gestión, ciego ante la verdad que sin gestión no hay gobernabilidad posible.

Reflotan la “ley espejo”

La estrategia de los “normales” tiene dos alternativas. Una, que parece servida, es tomar la idea de la senadora radical Carolina Losada de tratar una ley que hace copy-paste del DNU 70. Recibe el nombre de “ley espejo”, y fue presentada en la Cámara. Quienes están de acuerdo con muchas de esas reformas tienen la oportunidad, con ese ardid, de hacer mileísmo sin Milei.

La enumeración de esas iniciativas la hizo Nicolás Massot, integrante de Hacemos y vocal de la Bicameral, y pone el énfasis en la reforma laboral. Llevar la ley espejo de Losada a Diputados, en caso de que el Senado derogue el DNU no es difícil, porque una iniciativa parecida presentó el radical Martín Tetaz.

El proyecto de Losada tuvo el beneplácito de Victoria Villarruel en la Cámara alta, pero el propio Milei la congeló. Losada mantuvo el 12 de enero una larga reunión con el presidente en la Casa Rosada, pero el desestimó la idea de la ley espejo que defendió la senadora por Santa Fe con argumentos propios y de uno de sus asesores, el abogado Feliz Lonigro. Milei argumentó ante ella la necesidad que fuera por DNU.

Una prueba de su opción preferencial por la confrontación y el arrebato. Losada no logró convencerlo de que iba a ser víctima de la justicia y del Congreso, tal como está ocurriendo.

Gobernar desde el Congreso

La otra alternativa que se planteó en la reunión de bloque de Hacemos el viernes consiste en hacer avanzar desde esta semana con una serie de proyectos que surgen del desguace de la ley ómnibus y el DNU, y someterlos a las modificaciones que tienen consenso.

Es la manera de comenzar a gobernar desde el Congreso, ante un gobierno que lo ignora y entiende que puede hacer todo por decreto, una herramienta frágil y sin sustentabilidad. Uno es para una reforma laboral en los términos que proponía el gobierno.

Es un puñado de iniciativas que se plantearon ya en el gobierno de Juntos por el Cambio entre 2015-2019, y que tenían el apoyo de un sector importante del sindicalismo. Otro proyecto es para mejorar la fórmula de actualización de las jubilaciones, elaborado por los diputados de la Coalición Cívica de Elisa Carrió.

Otro es para el perfeccionamiento del Fondo de Incentivo Docente – que el gobierno intenta cortar – presentado por Margarita Stolbizer. Otro proyecto de Massot es para reformar la ley de tratamiento de los DNU, para sacarlos de ese limbo que favorece el decisionismo.

Una ley exige sanciones de las dos Cámaras, pero hoy un DNU vale si nadie lo trata o si lo aprueba una sola Cámara. También Ricardo López Murphy elabora junto al secretario del bloque, Oscar Agost Carreño, un proyecto de reforma fiscal.

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