Los Estudios Cuyo se encuentran en una calle muy plácida de Martínez; en el interior del edificio, por el contrario, hay un frenesí de actividad. Más allá de la propia grabación del Bailando, el lugar hierve de técnicos, bailarines, invitados, madres y padres de los participantes, coreógrafos, productores y vestuaristas. Salen y entran, circulan por el gran hall de entrada, ocupan el bar, se cruzan en los pasillos y en la escalera. Esperan por la fiesta en la pista.
El programa se despide este lunes (a las 21.50, por América), con el duelo entre las parejas de Noelia Marzol y de la influencer Tuli Acosta.
El celebérrimo ciclo fue inaugurado por Marcelo Tinelli en el 2006, como segmento principal de ShowMatch. Desde 2023 se graba en Martínez -antes, cuando iba por El Trece, se realizaba en Capital. Mientras fotógrafo y cronista esperan el comienzo de una entrevista con las coordinadoras de danza, Eugenia López Frugoni y Lolo Rossi, un desfile de tatuajes, peinados raros y ropa excéntrica pasa frente a sus ojos.
No parece, sin embargo, que la apariencia exterior pese decisivamente en el resultado de esa carrera de superación de obstáculos que es el Bailando.
Son otros aspectos los que pesan, como se desprende de la entrevista con las jefas de coach. Eugenia y Lolo están al frente de todos los equipos que participan, pero su tarea va más allá de la coordinación general: eligen bailarines a partir de las audiciones; arman los equipos de bailarín, famoso y coreógrafo y hacen un seguimiento artístico. Y, finalmente, una tarea extra, que bien podemos llamar terapéutica, dirigida a calmar las inquietudes, angustias y conflictos que pueden ir surgiendo en cada trío.
Eugenia López y Lolo Rossi suelen construir pasos de comedia con Tinelli. Foto Martín Bonetto
Lolo y Eugenia: de la coreo a la contención emocional
Eugenia nació en Mendoza, se formó como bailarina clásica e integró el Ballet de la Universidad Nacional de Cuyo. Solía viajar a Buenos Aires en verano para tomar cursos en el Instituto del Teatro Colón, pero cuando tenía 20 años resolvió instalarse aquí, comenzó a prepararse también en jazz y a incursionar luego en la comedia musical y en la televisión.
Inició su colaboración con Marcelo Tinelli como bailarina y coreógrafa, continuó a lo largo de distintos programas y llegó al programa, donde formó un equipo al que se unió Lolo. Después de cuatro temporadas nacieron sus dos hijos y se retiró casi totalmente durante diez años. Volvió en 2019 “con mi gran compañera Lolo -dice- y fue como si el tiempo no hubiera pasado”.
Lolo nació en Mar del Plata, tuvo una buena base de danza clásica y después sumó otras disciplinas, el jazz entre ellas; a partir de un determinado momento tuvo mucho trabajo en las comedias musicales del verano marplatense.
Un buen día, un coreógrafo español tomó una audición a bailarinas para armar un espectáculo internacional alrededor de la figura de un imitador. Así Lolo vivió en España durante varios meses, hizo numerosas giras y más tarde decidió volver a la Argentina. Tuvo mucho trabajo en televisión y en teatro. Desde siempre vive de su profesión y nunca dejó de tomar clases de danza. Cuando se integró al Bailando como coreógrafa, la primera pareja que preparó tuvo a Dady Brieva como invitado famoso.
Eugenia nació en Mendoza, se formó como bailarina clásica e integró el Ballet de la Universidad Nacional de Cuyo. Foto Martín BonettoLas dos afirman que se entienden muy bien trabajando juntas aunque con sus diferencias. Dice Lolo: “Eugenia tiene mucho carácter y yo soy más (sonríe) compasiva. Ella pone orden y yo los abrazo. Una combinación necesaria”.
El ABC del clásico de Tinelli
-¿Cómo contarían qué es el “Bailando” a alguien que no conociera el programa?
Lolo: Es un concurso en el que una persona famosa y un bailarín profesional forman una pareja de baile. Esta pareja, preparada por un coach, tiene que aprender una coreografía por semana, en distintos estilos; es evaluada por un jurado competente y a partir de allí quedan afuera o continúan compitiendo.
-¿Cómo se arman las parejas?
Eugenia: Marcelo elige a los famosos y nosotras armamos los tríos; es decir, la pareja de baile más el coreógrafo, que terminan formando una verdadera familia. Suelen volverse amiguísimos y se inmolan por la causa. También, en algunas ocasiones, desarmamos equipos porque no terminaban de entenderse; pero nos jactamos de que somos muy buenas armándolos.
Lolo nació en Mar del Plata, tuvo una buena base de danza clásica y después sumó otras disciplinas, como el jazz. Foto Martín Bonetto-¿Qué tipo de dificultades aparecen, más allá de aprender las coreografías?
Lolo: El cansancio, por ejemplo. O que a la persona famosa con su ego de artista no le guste que la evalúen; o que un jurado le diga “lo hiciste horrible”.
-¿Saben de famosos que se hayan negado a participar?
Lolo: Seguramente un montón, pero nosotras no nos enteramos. Entre otros motivos para que alguien acepte o no la invitación es el tiempo que demanda ser participante. Es un trabajo de tres horas por día todos los días y es necesario estar disponible en el momento en que te llamen. El contrato es de marzo a diciembre y dentro de ese lapso podés quedar afuera en la primera gala o llegar a finalista.
Eugenia: Es decir, la participación puede durar todo el año, dos meses o apenas una semana.
La elección de los bailarines
Pausa: cruza el pasillo del estudio Tito Díaz (“¡chau Tito!”) que en el año 2019 fue campeón nacional en el Festival de Malambo de Laborde, interpretando a un feroz mazorquero de Juan Manuel de Rosas.
Eugenia: Somos muy fans de los bailarines que vienen del folclore, especialmente de los varones. Tienen otra parada, otro porte, una buena técnica, buen oído y coordinación. Y, además, una gran ductilidad para aprender otros estilos; en general, los otros bailarines que llegan aquí no saben bailar todo; tienen una especialidad o a lo sumo dos y el resto tienen que aprenderlo.
¿Cómo eligen a los bailarines?
Lolo: Llamamos a una audición abierta cuando empieza la temporada, siempre multitudinaria. Luego van pasando por tres filtros. Y por otra parte se presentan bailarines, muchos, que hacen también una audición, pero que convocamos nosotras personalmente porque los conocemos y nos interesa que estén.
-¿Qué estilos piden en la primera ronda?
Lolo: Una coreografía sencilla, pero evaluamos sobre todo su ductilidad para distintos estilos.
Eugenia: En una época recorríamos las provincias buscando bailarines, pero en los últimos tiempos pedimos que nos manden videos. Viene una gran cantidad de gente del interior que llega muy temprano a Buenos Aires y, como no tienen dónde pasar la noche, duermen afuera. Se van agradecidos aunque no hayan pasado la primera rueda porque sienten que los recibimos muy bien; y lo hacemos no sólo porque corresponde, sino también porque nos gusta cobijar a estos chicos que vienen con tanta ilusión.
Hace años que Tinelli suele darles «cámara» a Lolo y Eugenia, llevándolas a veces al centro de la pista.
«Diez pacientes para vos, diez pacientes para mí»
-¿Qué condiciones tiene que tener el coach?
Lolo: No sólo ser un buen coreógrafo, sino también un gran maestro y un «psicólogo». Lo que ocurre en los ensayos es mucho más íntimo que enseñar y aprender una coreografía.
-¿Y ustedes en relación a los coreógrafos?
Eugenia: Siempre bromeamos con Lolo con eso que “Nos dividimos los equipos, diez pacientes para vos, diez pacientes para mí”. Los problemas no son sólo artísticos; a lo mejor están desbordados o agotados o no saben cómo hacer bailar a alguien que no baila.
Lolo: Algunas veces nos metemos con el armado coreográfico, pero siempre vamos a lo más profundo.
-¿Los problemas que pueden surgir atañen sólo a los famosos?
Eugenia: No, no. También aparecen entre las chicas y los muchachos profesionales, que tienen que guiar y ayudar a sus famosos y además lucirse; un doble trabajo, extenuante.
-¿Cuáles son las principales dificultades que tienen los famosos cuando llegan sin haber bailado nunca?
Eugenia: Al 70 % le cuesta mucho la disociación.
Lolo: Otro gran temor es no recordar la coreografía… para casi todos es el gran fantasma. Esto le ocurría a Dady, que por otra parte tenía mucha facilidad. Por otro lado, hubo alguien como el boxeador La Mole Moli que era como mi papá, un señor que no sabía nada de danza. Y un día participa del certamen y gana con el voto del público por su simpatía y por el personaje que armó.
Eugenia: Lo más terrible es cuando falta el oído.
-Y en ese caso ¿qué hacen los coreógrafos?
Eugenia: Rezar.
Lolo: Los bailarines profesionales los orientan, les cuentan los compases o los ayudan a guiarse por la letra de la canción. A veces les ponen una cinta roja en una pierna para que recuerden que tienen que empezar con el pie correspondiente.
Eugenia: El peor enemigo es su cabeza y le ocurre a una buena parte de los famosos. Sólo los que pierden el temor al ridículo pueden empezar, recién ahí, a aprender. Muchos no pasan esa barrera.
Eugenia López Frugoni y Lolo Rossi, en una devolución, cuando el programa salía por El Trece. Captura TV.
Las anécdotas
Eugenia: Cuando empecé con el proyecto del Bailando era coreógrafa y jefa de los coach; el número de parejas iba aumentando de año en año, pero no existían tantos coreógrafos con experiencia en televisión. Yo recorría la ciudad de Buenos Aires viendo siete u ocho ensayos por día y muchas veces montando números a la par del coreógrafo. Una locura. Había ensayos muy divertidos, otros que sólo me sentaba, tomaba mate y los aplaudía. y otros que me mataba trabajando.
-¿Algunas anécdotas de famosos?
Lolo: Dady, ¡nuevamente él! bailaba con las axilas pegadas y yo le decía “¿Qué sos? ¿El Tiranosauro Rex? ¡Abrí las axilas!”. Fingía que se enojaba, pero es un amor, y además un tipo muy divertido. Con Pampita, por ejemplo, pasaba algo curioso: ella es bailarina y nada le cuesta. Sin embargo, en la gala nunca hacía la coreografía aprendida, sino algo completamente distinto, inventado en el momento, pero con tanto encanto que sólo podías decir “es una reina”.
El Bailando y sus consecuencias
-Suele decirse que el “Bailando” despertó mayor interés por la danza en general. ¿Están de acuerdo? ¿Hay más público en el Teatro Colón, en el San Martín o en espectáculos de danza gracias al programa?
Lolo: No creo, pero sí es cierto que despertó un conocimiento popular sobre cuestiones y expresiones de la danza que antes no existía.
Eugenia: Y también le dio prestigio a la tarea del bailarín. La gente entiende qué significa esta profesión.
Lolo: El gran ejemplo es Hernán Piquín. Él viene de otro mundo: el Teatro Colón, el ballet clásico. Al principio no se decidía a participar, pero terminó siendo dos veces campeón. De eso se trata el Bailando: de acercar la danza a la gente y a qué significa bailar. Se multiplicaron las escuelas de danza aquí y en todos lados y creo que es un efecto del programa.
Eugenia: La danza cambia la relación con tu cuerpo y tu manera de expresarte. Muchos famosos salieron de aquí diciendo “no quiero dejar de bailar nunca”.
Lolo: El Bailando, además, formó muchas parejas de amor: de bailarín con bailarín, famoso con famoso, bailarín con famoso. Gente que se conoció ensayando… y después se enamoró.