Catalina Boretto Rametta viajaba a Pinamar. A poco de llegar, el auto se despistó y volcó sobre la banquina. El conmovedor recuerdo de su papá.
16 de enero 2024, 05:34hs
Catalina Boretto Rametta (12) solía disfrutar vacaciones por partida doble. El plan para este verano era visitar el mar -como le gustaba a su mamá- primero y las sierras -preferencia de su papá- después. El sábado 6, Mariela Rametta (45) manejaba por la ruta provincial 74 con la compañía de “Cata”. Era el mediodía y el destino, Pinamar. Poco antes de llegar, en el kilómetro 10, el Fiat Palio se despistó, dio varios tumbos y terminó dado vuelta en la banquina. La nena murió en el acto.
Alguien que pasaba por allí detuvo su marcha y se acercó al auto accidentado. Mariela, con fracturas y golpes varios, llegó a alcanzarle su teléfono y decirle con quién comunicarse. Segundos después, Julián Boretto (47) atendió por la otra línea.
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“Me sonó el celular, vi que era Mariela y pensé que llamaba para decirme que habían llegado. Pero no era su voz. No era ella, sino otra mujer. Entonces me di cuenta de que algo había pasado”, cuenta a TN el papá de Catalina. Y sigue: “Lo primero que quise saber era cómo estaba mi hija, pero (la mujer) no me lo decía. Ahí salí volando”.
Unas cuatro horas más tarde, Julián llegó al Hospital de Pinamar, donde Mariela estaba internada. “Ella todavía no sabía nada sobre Catalina. No hizo falta hablar. Al verme, enseguida se dio cuenta”, sitúa.
Poco se conoce todavía sobre el accidente y sus causas. Se sabe -menciona Julián- que no hubo terceros involucrados: “Mariela no se acuerda de nada. Habrá que esperar a las pericias para determinar qué fue lo que pasó. El proceso puede tardar meses”. La mamá recibió el alta y se recupera de las heridas: sufrió lesiones en la rótula y debe ser operada de la clavícula.
Una historia de amor y el poder de las canciones
Son días en los que padre y madre, quienes se separaron cuando “Cata” tenía 5 años, intentan asimilar el dolor que los unirá por el resto de sus vidas. “Uno jamás se prepara para la muerte de un hijo. No le podés preguntar a nadie cómo hacer, ni cuál es la receta”, resume Julián.
Y continúa: “Trato de estar de pie, de hacer cosas, de mantenerme ocupado. Ahora estoy hablando con vos y me hace bien. Es una especie de terapia con desconocidos. Lo mismo le dije a un colega tuyo de Clarín con quien tuve una charla esta semana”.
En ese trance, el papá comienza a atesorar los lazos que lo unían a Catalina. Y se aferra a una canción:
Cuando escriba tu nombre en la arena blanca, con fondo azul
Cuando mire el cielo en la forma cruel de una nube gris, aparezcas tú
Una tarde suba una alta loma, mire el pasado, sabrás que no te he olvidado
Yo te llevo dentro, hasta la raíz
Y por más que crezca
Vas a estar aquí
Así dice la letra de Hasta la raíz, de la mexicana Natalia Lafourcade, la canción que Catalina había preparado para la ceremonia de fin de año en el colegio Pompeya-Pallotti, donde había pasado el sexto grado del nivel primario y planeaba continuar sus estudios secundarios.
“En los últimos días, ‘Cata’ cantaba mucho ese tema, que es hermoso, dicho sea de paso. Hoy repaso la letra y es muy fuerte. Hasta creo entender, místicamente si se quiere, por qué ella la cantaba tanto. Es inevitable hacer conexiones, y yo hice personal esa letra: de alguna manera, me la apropié. El famoso vínculo entre las experiencias de la gente y las canciones”, se explaya Julián.
Catalina creció entre melodías diversas en su casa de Morón, donde la música siempre estuvo presente. Julián, en paralelo a su oficio -”hago camisas artesanalmente, a pedido. Es algo que hacía mi abuelo, después mi viejo y ahora sigo yo”, cuenta- toca el piano y los teclados en BeatleBlacks, una banda tributo a Los Beatles. Mariela, profesora de Historia e investigadora del Instituto y del Archivo Histórico de Morón, es la autora del libro El Agite, que aborda la historia del rock en la zona oeste del conurbano y debe su título a la canción El 38, de Divididos.
El día que Catalina llamó a la radio y le cantó a su papá
Cata cantando «Que ves el cielo», de Spinetta. (Video: gentileza familia Boretto)
“Cuando la mamá estaba embarazada, acercábamos unos auriculares a la panza para que ‘Cata’ escuchara. Le poníamos Charly García, Luis Alberto Spinetta, Elis Regina, Raly Barrionuevo”, evoca Julián.
Una tarde, Catalina volvió del jardín de infantes y le preguntó a su papá si conocía una canción: era Que ves el cielo, de Spinetta. Julián le pidió que se la cantara y terminaron entonándola a dúo. “Ella llamaba los miércoles al programa de radio de Juan Di Natale y cantaba esa y otras canciones. Hasta ganó un concurso”, cuenta el papá.
Julián archivó el plan de visitar Mina Clavero (Córdoba) este verano y repetir la experiencia que había vivido junto a su hija en Merlo (San Luis), la temporada pasada. “Más que veranear, a ella le gustaba ir al campo. Los caballos eran su debilidad. Siempre quería ir a un lugar donde hubiese caballos. Ya habíamos estado en Mercedes y otros lugares”, recuerda el papá.
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Y sigue: “Una cosa que hacíamos al llegar a destino era pasar por una verdulería y comprar zanahorias por si nos encontrábamos algún caballo en el camino. Era como un juego que ella tenía, y yo se lo seguía”.
Durante la semana, Catalina recibió el último adiós en el Cementerio Municipal de Morón. El colegio Pompeya-Pallotti la despidió con un mensaje en sus redes sociales: “Cata, tu sensibilidad, alegría, ternura y amistad estarán siempre entre cada uno/a de nosotros/as. Fuimos bendecidos con tu presencia. Que Dios llene de consuelo a tu familia y amigos/as. Y que te sostenga en la palma de su mano hasta que volvamos a encontrarnos”.