Su abuelo fue el fundador del restaurante de mariscos y pescados Chichilo. Sofía Amalfitano arrancó con la venta de tortas por redes sociales a modo de hobby, pero pronto se dio cuenta de que era su verdadera vocación y abandonó su profesión de contadora. Cómo conquistó La Feliz con sus éclairs, pavlovas y postres de todo tipo.
14 de enero 2024, 05:59hs
Sofía Amalfitano se había recibido de contadora pública y había comenzado a trabajar en una empresa cuando una charla con su jefa la llevó a cambiar de rumbo y dedicarse de lleno a su verdadera pasión, la pastelería. En plena pandemia, abrió Little Ofelia, uno de los locales que son parte del boom gastronómico de Mar del Plata y rompió paradigmas en La Feliz con sus éclairs, pavlovas y tortas de todo tipo.
Aunque creció entre gastronómicos -su abuelo fue el fundador del clásico restaurante Chichilo-, y que en su familia “la comida siempre fue una forma de demostración de amor”, el gusto por la pastelería le llegó de más grande, cuando hizo un curso para que la masa sablée de las tortas de frutilla le saliera perfecta.
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Sofía estaba en el último año de la facultad cuando empezó a vender tortas por Instagram, “un poco a modo de pasatiempo y un poco para juntar algo de dinero”, según dijo a TN.
La charla con su jefa que la llevó a pegar un volantazo
El negocio creció y creció, a tal punto que un día su jefa le dijo: “Bueno, vas a tener que empezar a dejar de lado tu hobby de las tortas y ponerte las pilas con tu carrera de contadora”.
A Sofía, esa frase le quedó resonando. Fue el catalizador de una revelación. “¿Mi hobby de las tortas? No, no es solo un hobby”, se dio cuenta.
A los pocos días, renunció a este trabajo y también al que tenía en la empresa familiar y convirtió la cocina de su mamá en un pequeño obrador. “Pobre mi mamá, me quería matar porque somos una familia en la que realmente la cocina se usa y yo se la copaba, entre la heladera, la batidora y los moldes”, se río Amalfitano con el recuerdo.
Como el negocio de venta de tortas seguía creciendo, en el 2018 terminó alquilando un PH cerca de su casa para poder “separar el hogar del lugar de trabajo” y ganar en comodidad. Siguieron “jornadas de 12 horas de trabajo” porque “cuando sos emprendedora, hacés de todo: cocinás, limpiás, hacés los pedidos, hacés de community manager… siempre hay algo para resolver”.
Hasta que en 2020, en plena pandemia, decidió pegar el gran salto con un local a la calle en Matheu 334, a tres cuadras de Playa Grande.
Entre sus especialidades están los éclairs de pastelera, chocolate blanco y chocolate con praliné (vende unos 300 por día) pero también las pavlovas, tortas red velvet, cheesecake vasco y el “Amor de verano”, una torta que hace únicamente en cuando las frambuesas están de temporada.
También ofrecen una amplia variedad de cookies, alfajores, macarons, chipá, fosforitos los fines de semana y algunas opciones libres de gluten.
Con su propuesta, Amalfitano rompió con la tradición marplatemse y el éxito fue inmediato. “Fue como un boom. Nunca me imaginé que iba a generar lo que generó, que el éclair podía ser algo tan buscado”, reconoció Sofía.
“Se armaban colas, el local nos comenzó a quedar chico”, agregó. El producto, disruptivo, conquistó a todos. “No tenemos ni siquiera medialunas… Parece casi ridículo que en Mar del Plata haya una pastelería que no vende medialunas, pero no vendemos medialunas. Apostamos a hacer lo que nos sale bien, en Mardel hay un millón de lugares con medialunas excelentes, pero en Little Ofelia van a encontrar otra cosa”, dijo sobre su local.
La pastelera hasta sufrió “situaciones de estrés, de ataques de pánico y de llanto” cuando veía que no podía cumplir con la demanda.
“El boca a boca es muy rápido, pero con esa rapidez no se puede contratar personal, aumentar la producción y cuidar la calidad”, explicó. Los tiempos de las redes y la realidad chocaron, hasta que, de alguna manera, todo terminó por acomodarse y el local por ampliarse.
Un equipo 100% femenino
El de las medialunas no fue el único paradigma que Amalfitano hizo volar por los aires en Mar del Plata. En una ciudad donde los hombres dominan la mayoría de las cocinas, optó por tener un equipo totalmente femenino. Unas 17 chicas que desde hace tres años dan lo mejor cada día, desde muy temprano.
“Siempre me llevé muy bien con mi equipo de mujeres. Little Ofelia lo arranqué sola, no tengo socia, no tengo nada. Soy yo al frente de todo el equipo y siempre me gustó manejarme en esta misma línea de trabajo. La gastronomía marplatense está súper liderada por hombres y me ha pasado de que venga gente y me decía, “¿pero estás sola acá, no está tu marido o tu novio? y les parecía extraño”, dijo Amalfitano.
“Me encanta que sea ser un grupo de mujeres emprendiendo de esto. Ahora soy madre, pero sigo siendo pastelera, empresaria, empleadora… Me parece que está buenísimo darnos este lugar como mujeres, además de maternar y dar la teta”, dijo Sofía, que tiene una beba de nueve meses.
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Amafiltano tiene claro que quiere “cuidar la calidad y la frescura por sobre todas las cosas”, con materias primas cuidadosamente seleccionadas y una producción que “es siempre del día”, así como el servicio y la atención al cliente, algo que le inculcó “su nono” de chica.
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El amor por Mar del Plata
Fanática de su ciudad, Amalfitano está convencida de que Mar del Plata está en su mejor momento gastronómico: “Mar del Plata es una ciudad hermosa que tiene de todo. Está buenísimo que la gente la venga a disfrutar, que nos vengan a visitar. A veces el clima puede que no sea el mejor compañero, pero está genial lo que está sucediendo y me encanta que Little Ofelia sea partícipe de eso”.
Detrás del nombre del local, no hay ninguna referencia al famoso personaje de Hamlet, sino un chiste entre novios. “Mi novio me decía muchos apodos y un día de Sofía pasó a llamarme Ofelia. Me encantaría poder decir que tengo una buena historia, una abuela difunta que se llamaba Ofelia, pero la verdad que no. El nombre no me convence tanto, pero bueno, pegó. Quedó superfemenino y lindo, como lo que somos nosotras, con mis ‘ofelitas’”.
El 5 de noviembre el local cumplió tres años y Amalfitano lo celebró con fosforitos, éclairs XXL, y el cariño de sus empleadas, familiares y clientes. Lejos quedó este destino de contadora, y Sofía no se arrepiente ni un minuto. “Nunca siquiera fui a buscar el título”, confesó.