En consonancia con los festejos por sus 35 años de trayectoria, el grupo de rock La Renga arribó el mítico estadio de Racing, en el barrio de Avellaneda, mismo espacio que se transformó en culto rockero casualmente 25 años atrás, cuando la recordada banda Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota hizo hazaña musical dentro del mismo campo de juego.
Para el caso, el grupo conformado por el tridente Chizzo Nápoli junto a Tete y su hermano Tanque Iglesias en la noche del sábado también hizo lo propio, de la misma manera que sus antecesores a quienes admiraban con pasión en sus comienzos, y cuyos pasos a seguir fueron parte de la normativa.
Lo cierto es que las décadas pasaron y mucha agua corrió bajo el puente.
Sin embargo, se hace imposible no destacar que gran parte del público de La Renga es herencia del Indio Solari y Skay Beilinson cuando fueron socios, hasta que llegó la traumática separación de los Redondos.
El grupo de rock La Renga arribó el mítico estadio de Racing, en el barrio de Avellaneda. Foto: Martín BonettoTodas estas razones fueron más que suficientes para que lo del concierto en el Cilindro, ante más de cincuenta mil almas amontonadas, fuera un acontecimiento relevante y cuyo resultado sin duda quedará registrado en los libros de historia del rock argentino.
El de La Renga fue el primero de cuatro recitales (quedan tres por cumplir, aún restan los días 9, 11 y 13 de enero) dentro del marco de sus festejos que arrancaron en el norte argentino y prosiguieron en diversos estadios del país, siempre ante multitudes.
Pero lo de este fin de semana, pese a la mística de la banda nacida en Mataderos, no fue algo más.
«Va a ser una noche alucinante, para que podamos gozar», prometió Chizzo y cumplió, a pesar de algunos desajustes del sonido. Foto: Martín BonettoPor el contrario, se trató de un encuentro muy esperado por sus fanáticos de primera línea en el Gran Buenos Aires, quienes prácticamente tomaron por asalto las inmediaciones de la cancha Presidente Perón, ante el deslumbramiento de los vecinos del barrio, que por poco no sabían qué estaba sucediendo: pues no están acostumbrados a tanta masa humana amuchada, más allá de que hayan partidos de fútbol todos los fines de semana, ya sea en ese estadio o en Independiente, que queda al lado.
La misa de La Renga
Lo de la tarde fue una cuasi película bizarra que demostró lo que público del rock local es capaz de generar de la mano de su banda de cabecera: a las combis que se agolpaban sobre Hipólito Yrigoyen o en Avenida Belgrano se le sumaban micros de provincia del interior del país, con carteles de La Pampa, Rosario, Córdoba o San Juan.
Centenares de puestos callejeros ofrecían bebidas y comidas de toda clase: fernet, cervezas, bondiolas, hamburguesas, choripanes e incluso sánguches de milanesa.
Las puertas del estadio se abrieron a la tarde y el barrio se adaptó a la misa de los fans. Foto Martín BonettoNi lerdos ni perezosos algunos vecinos sobre la calle Colón (uno de los accesos al estadio) enseguida levantaron las persianas de sus casas y las transformaron en kioscos, por donde desfilaban vasos de fernet de un lado para el otro, como para recaudar algunos mangos .
Es que La Renga, casi sin proponérselo, termina fomentando un gran negocio por fuera de su propia autogestión.
Además, hubo banderazos en esquinas principales, tales como Palaá y Berutti o en la Plazoleta Estela de Carlotto, contigua a la Universidad Nacional de Avellaneda.
Un encuentro muy esperado por sus fanáticos. Foto: Martín BonettoCuando comenzó a bajar el sol fue la hora del ingreso, que incluyó cuatro controles hasta arribar a las bocas de entrada. Como era de imaginar ocurrieron algunos focos de enfrentamientos con la Policía, terminando algunos simpatizantes heridos, por suerte sin pasar a mayores.
Adentro fue un mundo aparte. El césped de pronto se transformó en una espacie de hormiguero, donde ya no cabía ni un alfiler.
Los simpatizantes de la banda transformaron el encuentro no solo en un recital de rock, sino también en una especie de reunión proselitista, en la que los cánticos contra el presidente Javier Milei fueron una constante. Además de corear “La patria no se vende”, lo más subido de tono incluyó reproches por sus políticas.
Los simpatizantes de la banda transformaron el encuentro no solo en un recital de rock, sino también en una especie de reunión proselitista, en la que los cánticos contra el presidente Javier Milei fueron una constante. Foto: Martín BonettoAunque el concierto estaba anunciado para las 21, recién pasada la hora apareció el conjunto sobre el enorme escenario cuya espalada daba al Riachuelo.
Imágenes de monstruos y calaveras fueron parte de la escenografía: mostraban unas pinturas figurativas que traducían a “Aliens” y calaveras sobre aguas o entre rocas, con gran colorido.
A ambos lados existían dos enormes pantallas por la que además de difundir gran parte del espectáculo, en ciertos lapsos aparecían dibujos animados en movimiento: un tren, navegantes sobre botes, un puente similar a los Siete Puentes (lugar emblemático en cercanía al estadio) e incluso motociclistas, en consonancia con la actividad del cantante y guitarrista, por fuera de la banda.
Aunque el concierto estaba anunciado para las 21, recién pasada la hora apareció el conjunto sobre el enorme escenario cuya espalada daba al Riachuelo. Foto: Martín BonettoDurante las dos horas y media de concierto fue un sin cesar de canciones de gran parte de su discografía, con reconocidas como A tu lado o A la carga mi rock and roll.
Chizzo Nápoli lucía su típica remera negra sin mangas; además, una bandana en su cabeza y unas antiparras, que se las ponía y sacaba. Tanque se ocupaba con entereza de su batería con doble bombo, mientras que su hermano Tete corría de un lado para el otro con bajo en mano, incluso por uno de los laterales del escenario.
Aunque el sonido no se ajustó a la perfección, poco tuvo eso de trascendencia para sus simpatizantes presentes.
A pesar del calor agobiante, el público no paró de cantar y gritar a lo largo de más de dos horas. Euforia en Avellaneda. Foto Martín BonettoEl cantante y guitarrista se dedicó a cantar, pero a hablar muy poco.
“Qué lindo es estar de nuevo acá. Va a ser una noche alucinante, para que podamos gozar”, habló por primera vez.
Al rato retomó la palabra para resumir su gira: “Con estos shows terminamos con la gira de nuestro disco Alejados de la red. Agradecemos a la abuela Nelly que nos ha cuidado en todo este viaje, desde el norte, que empezamos, hasta aquí”.
En otro momento de cantos contra el flamante presidente, Tanque marcó el ritmo con los bombos hasta que Chizzo tomó la palabra de nuevo: “Estamos en tiempos difíciles y vuelven a resurgir, es la tercera vez de ellos. La única manera es un escudo de protección, y como dice esta canción, Hielasangre”, expresó.
Chizzo Nápoli supo manejar los hilos de una noche de celebración para la banda. Foto Martín BonettoDespués pasaron temas como Oscuro diamante, Oportunidad Oportuna y los grandes clásicos, divididos entre el final del show y los bises, que duraron aproximadamente quince minutos. Todos se conmovieron con Balada del diablo y la muerte, Insoportablemente vivo o con el emblemático La Nave del Olvido, cuya letra los lanzó al reconocimiento en tiempos de sus shows en el recordado El Galón del Sur, que quedaba en el barrio porteño de Monserrat.
Lo cierto fue que llegó el final con Hablando de la libertad. Y «Los mismos de siempre, tal como ellos definen a su público, acompañaron, despidiéndolos con fervor en una formidable noche que quedará como un imborrable recuerdo en el sur de una ciudad, pegadita a Capital.