Entre la noche del 31 y la madrugada del 1 de enero en lo de los Ayala hubo fiesta. Llegó familia del interior para sumarse a la mesa y la postal parecía la misma que en cualquier otra casa: la reunión de fin de año, encuentro y brindis. Fueron los últimos momentos de festejo en una casa en la que tardará en volver la sonrisa.
En los últimos minutos de 2023, Agustín golpeó la puerta de la habitación de su hermana Anabelia y no le contestó. Nada nuevo, en la casa ya se habían acostumbrado: su ex pareja la tenía sometida, no dejaba que estuviera con nadie, siquiera en su casa y el 31 a la noche no era la excepción. El brindis fue sin ella.
En los primeros segundos de 2024, igual que en todas las casas con el mismo huso horario, se chocaron las copas. Pero no todos en el barrio de Malvinas Argentinas hicieron lo mismo. En una casa a pocos metros, nadie chocó las copas.
“Nosotros no llegamos a brindar porque se hizo la hora y no brindamos porque estábamos todos con… ¿Cómo es? Nada, se ve que Junior y ella tienen como una aplicación o, no sé, una cámara a la que Junior estaba viendo que, corte, la piba se colgaba. Y, nada, llamaron a mi casa ¿viste? porque estaba mi tía, para que vaya a avisarles que la pendeja se había colgado, porque nadie sabía”, se escucha en un audio de whatsapp que le hace escuchar a Clarín José Ayala. “Ella” es Anabelia, su hija. Y Junior, es Oscar Benitez, futbolista surgido de Lanús y campeón en Boca.
La voz del audio sería de la cuñada de Junior Benítez, que vio en vivo y en directo como Anabelia se ahorcaba en su propia habitación. Fue la única manera que encontró de librarse de un hostigamiento por parte del futbolista que no se había terminado con la relación, ni tras la denuncia por violencia contra ella y su familia por la que llevaba puesta una tobillera bajo un arresto domiciliario que no respetaba.
La familia de Anabelia Ayala pide Justicia. Fotos: Emmanuel Fernández Como el buda de yeso que reposa junto a la puerta de entrada de la casa, José mantiene la serenidad. Vuelve a escuchar el audio y se lamenta porque “nadie de esa familia” tuvo el coraje de avisar lo que pasaba en la habitación de su casa. Desde el principio miró de reojo al novio de su hija, porque nunca se bajó de la camioneta ni para saludar cuando iba a buscarla o la dejaba.
Lo mismo que al resto de los Benitez, a quienes conoce del barrio. “Son pendencieros, mal educados”, los pinta. No busca venganza. No se le cruzó por la cabeza emplear la violencia. Cree en la Justicia. En la que se encarrila en el sistema judicial, en la Divina, y en la condena social.
Todavía no lloró y explica por qué su familia convivía con la omnipresencia de Benitez en una tablet. “Era eso o que viviera en otro lado. Acá sentíamos que la podíamos cuidar”, dice, sereno. Solo se arrepiente de la respuesta que le dio a su abogado cuando le consultó su parecer sobre el cumplimiento efectivo de la condena y él no pidió que fuera en un penal, sino que gozara del beneficio domiciliario.
“Pensé en sus hijos, en la posibilidad de que puedan seguir viendo a su padre. Yo pensé en sus hijos y él no pensó en mi hija, me equivoqué”, dice sin soltar una lágrima.
El audio tiene otros tramos en los que la presunta familiar de Benitez relata con extrema frialdad el suicidio, del que el propio futbolista habría sido espectador. La tablet y el teléfono celular de Anabelia están en manos de la Justicia y serán peritados para determinar si el relato de Whatsapp es real, si la transmisión fue vista desde otro dispositivo, el del ex futbolista de Boca.
La familia Ayala y los vecinos de Malvinas Argentinas piden justicia por Anabelia.La que estaba presa era Anabelia. Benítez la controlaba las 24 horas con esa aplicación. Ella tenía que estar siempre al alcance de la cámara, si desaparecía, a Benitez le sonaba una alarma. Y eso lo enfurecía.
“Ya nos habíamos acostumbrado a comer y ella con la tablet enfrente. Si él escuchaba una voz que no reconocía, ella tenía que mostrar quien era. Las primas, cuando venían de visita, tenían que pasar por detrás de la tablet y estar en silencio: él escuchaba todo”, resume Cecilia, la madre qué sí llora y se quiebra.
Benítez, pese a su paso mediocre por Boca, logró su primera transferencia internacional y viajó a México, dónde vistió la camiseta de Atlético San Luis. Hasta ahí fue Anabelia y desde allí mandó señales con la intención de volver. Pero no tenía plata ni pasaporte: el futbolista se lo había retenido. Era su esclava.
Con el mismo guión de las relaciones en las que una parte somete a la otra, hubo continuidad pese a las palizas. Se ocultaba mordeduras con el cabello, podía usar pullover en verano para que no se vieran moretones y solía moverse lento porque a Benítez le gustaba mucho pegarle en las costillas.
Es facilísimo para los terceros coincidir en que una separación es la solución definitiva. Es dificilísimo lograr una cosa semejante en un contexto tan distorsionado y en el que el miedo a las consecuencias exceda el propio cuerpo. La solución mágica que todos en la familia esperaban sin decirlo, era que Benitez se enamorara de otra mujer.
Junior Benítez es acusado de hostigar a una ex pareja que se suicidó el 1 de enero de 2024.Benítez fue detenido en mayo del año pasado por una sumatoria de cosas. Al comienzo de 2021, José y Cecilia, sus padres, encontraron al jugador en la habitación de su hija con un arma de fuego que tenía apoyada en la mesita de luz, mientras rompía varias de las pertenencias de ella. A principios de 2022, la denuncia del padre, la madre y el hermano de la mujer fue porque Benítez le pinchó los neumáticos de una camioneta de la familia en la puerta de su casa con un cuchillo.
La carátula de la causa figura como suicidio. La familia espera que se crucen los datos, las denuncias, las sentencias y se compruebe qué Benitez no impidió que Anabelia se colgara y que cambie a homicidio. “Es un psicópata”, señala la madre.
Para el cortejo fúnebre José pidió uno de los colectivos de la empresa en la que trabaja como chofer. Arriba de un 543, los vecinos fueron a darle el último adiós a Anabelia. Más vecinos que en la despedida se juntaron el miércoles en la casa para pedir justicia. Los Ayala, no parecen estar solos.
La falsa calma después de la denuncia
“Yo creo mucho en el instinto, en el instinto humano, porque el instinto es algo dentro tuyo que dice ‘esto acá, hay algo raro, eso no tiene que estar ahí’ y hay que hacerle caso al instinto, porque si te lo está diciendo el inconsciente, hacele caso”, dice y recomienda a los padres que vivan una situación parecida a la que no soportó su hija.
Después de que Benitez fuera detenido, él siguió escuchando su instinto. Llamaba todos los días a su casa para preguntar por su hija.
Anabelia Ayala, la mujer que denunció a Junior Benítez por violencia de género, se suicidó en su casa de Almirante Brown.“Tres o cuatro veces al día llamaba a casa porque ¿viste cuando dicen que está todo muy tranquilo, algo se trae?. Y bueno, yo noté que después de toda la denuncia estaba todo muy tranquilo y decía: ‘algo va a pasar, algo va a pasar, algo va a pasar’. Y estaba atento, pero me fue por detrás porque yo no esperaba que mi hija se me ahorque. No esperaba que me la mate él, pero sí que yo podía frenar ante una situación que pase por la mano de él. Me ganó por la espalda”, lamenta.
La casa de los Ayala se llena de vecinos. Está prácticamente todo el barrio. Todos, menos los familiares de Benítez, los que no brindaron en Año Nuevo y no hicieron nada para que Anabelia no muriera ahorcada. Agustín, su hermano, fue el que le golpeó la puerta a la medianoche y el que la encontró sin vida al mediodía siguiente.
“Haber entrado y verla así, es algo que no me lo voy a borrar nunca de la cabeza. Así como también la recuerdo muy bien porque tengo presente que mi hermana no es esa persona que estuvo los cinco los últimos cinco años. En ese tiempo estuvo detrás de una coraza de miedo, de fuerza, de dolor, de valentía.. Me duele mucho que haya terminado así, porque ella se merecía mucho. Ella era hermosa, era muy inteligente, tenía un corazón enorme. Por eso hay tanta gente acá: a cada uno de los que estamos acá le demostró amor a su manera. Era única mi hermana”, dice Agustín y controla la emoción en cada sílaba.
Cecilia, la mamá, no puede. Le ganan las lágrimas pero siente que no tiene que dejar de hablar aunque llore. Sabe en cada palabra que su hija no está más. Quiere que en sus palabras, otras familias no pasen por lo mismo que la suya.
“Yo me sentí débil como mamá, solo era mirar a mi hija que estaba sufriendo y no poder hacer nada. El papá sí, el papá hizo todo lo posible, pero yo como mamá no puede hacer nada. Por favor, cuiden a sus nenas, cuiden desde el primer síntoma porque lo primero que hizo él (ex novio Benitez) fue alejarla de las amigas, que todas son malas, que son prostitutas… Y después las primas, hasta el hermano. Y nosotros fuimos cediendo, ¿entendés? fuimos cediendo para que a ella no la golpeen. Sentimos impotencia. Yo no fui valiente, hice lo que pude, yo no fui valiente como mamá, no fui valiente, tuve miedo, el miedo me ganó”, se funde Cecilia sin consuelo.