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Resistencia
14 septiembre, 2025

Del espectáculo a la burocracia

Cuando Javier Milei hizo su aparición estruendosa en público, no solo llamaban la atención sus gestos exagerados y sus peinados incomprensibles; también parecía traer consigo material teórico capaz de enfrentar al formato de un decir y explicar dominante en el medio local. Así, a través de él, se pudo activar una escena de discusión teórica sobre el rol del Estado, modelos de estimación económica, diversidad de género y “wokismo”, educación pública o privada, y hasta venta de órganos, en un agrupamiento centrado en la idea unificadora de ser o no libres. Bajo esta intensidad secuencial notable y exitosa, la política local pasó a ser comprendida como un problema esencialmente teórico. Quien lograra traer a una situación dominante la mejor teoría social, sería no solo el ganador de un conflicto, sino el salvador del país. Sin embargo, como en toda aproximación de abundancia, como en cada mirada total y sin detalles, se tiende a exagerar en las consecuencias de lo que Luhmann denominaba como el “espacio no marcado”, es decir, lo no observado. Milei pensó todo el tiempo que la teoría podía prescindir de la administración, de la burocracia, de los procedimientos, de los trámites, y así construyó un gobierno arrojado al aparente libre albedrío de sus funcionarios, pero sin prestar atención en lo que bajo esas condiciones ocurría. Este supuesto originario problemático, se fue convirtiendo, a una velocidad interesante, en el problema más serio de esta gestión.

En ningún otro lugar parece más feliz Milei que en dar explicaciones teóricas sobre problemas de economía ante un público supuestamente atento. Durante su campaña gustaba simular que sus actos no eran aquellos como los de sus rivales, con frases típicas de la política llenas de promesas o lugares comunes, sino enormes e inigualables clases de economía. En un programa de Alejandro Fantino en Neura el 14 de abril de este año, colocaba en pantalla unas hojas con fórmulas y anotaciones, mientras sus observadores escuchaban atentos esa otra lección de economía que él probablemente sentía como inigualable. Hace algunas semanas en el Council of the Americas recurría de nuevo a comentarios técnicos sobre el PBI para hablar sobre si la economía iba a experimentar un rebote en forma de “v” o si se iba a estancar. Lo que sucede en realidad, es que Milei vive y se reproduce, en toda ocasión que pueda reunir a un público que lo reconozca como autoridad y le preste atención en formato de adoración. Mientras el mundo sea solo un escenario en el que pueda presentarse para su espectáculo económico, será de ese modo, un universo de ensueño.

Para Milei la administración de los asuntos públicos es una evidente molestia, en especial porque significa una interrupción al montaje de su espectáculo económico. Al muy poco tiempo de haber ganado las elecciones en 2023 aseguraba que él colocaba el acento en armar equipos, y que ellos debían ocuparse de los asuntos cotidianos sin su intervención, lo que resulta, en este contexto problemático, en algo análogo a constituir un escenario de libre mercado entre propios colaboradores. La organización de la campaña en la Provincia de Buenos Aires fue aparentemente resuelta no desde arriba, como haría un “keynesiano” buscando reactivar la economía desde el centro de la política, sino sobre la base del litigio (casi) horizontal entre las fuerzas de lo que era descripto como un triángulo de lados equiparables. Los conflictos activados luego de la reciente derrota hacen aparecer con evidencia la extensión de esa batalla sin centro de contención, ni orden, a través de redes sociales y mensajes entrecruzados en medios de comunicación.

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La denuncia filtrada de Spagnuolo tiene su lugar de interés, no tanto en lo que supuestamente acusa, sino en lo que al mismo tiempo deja trascender desde el rol de liderazgo que él esperaba del Presidente, y que en definitiva, parece no existir. Spagnuolo aguardaba de Milei una decisión, una intervención, un acto, una acción que modifique una dificultad administrativa, pero nada parece él haber hecho. Y si se reflexiona desde esta perspectiva, el caso $Libra puede ser comprendido a través de un decorado de condiciones similares, en las que otros organizan un entramado del que Milei es solo una pieza de paso.

Esto conduce a una pregunta general por el funcionamiento presente del Estado nacional. El concepto que se utiliza en ciencias sociales para analizar el funcionamiento de las estructuras burocráticas gubernamentales en América Latina es el de su “capacidad de respuesta”, siendo ésta, especialmente defectuosa. Baja calidad administrativa, cambios recurrentes en los puestos que deberían tener continuidad, y excesos de prácticas corruptas, hacen en ocasiones al Estado más un problema para el pueblo que vota a quienes lo deben administrar, que una solución a sus inconvenientes cotidianos. Si bien Milei pudo hacer de esto una campaña, basada en la frustración acumulada de la población, no parece haber logrado ofrecer un reemplazo eficiente para necesidades administrativas que siguen existiendo. Los hospitales públicos y sus problemas de presupuesto y suministros, se dan la mano con la falta de patentes en los automóviles. A todo, parece unirlo la no centralidad en el comando del funcionamiento de la organización estatal.

La burocracia es de este modo reemplazada por una representación en forma de espectáculo recurrente. El vocero Adorni no daba sus conferencias de prensa únicamente con la misión de informar sobre decisiones de gobierno recientes, sino como un show en el que aparentemente se podía “disfrutar” su domada a periodistas enemigos. El equipo económico no realiza solo decisiones administrativas, sino que tiene montado un programa de streaming donde se juntan a presentar como entretenimiento, problemas complejos de economía. Cuando Sturzenegger juega con la red social para contar una desregulación utiliza un encabezado propio de las viejas kermeses de los barrios, cuando querían presentar un espectáculo nunca antes visto, con el antiguo “pasen y vean”. A Milei lo sigue el “documentarista” Oria porque su vida es de película y lo defiende en la televisión, a niveles casi inexplicables, otro director de cine con barba y sin cabello en la parte superior. En este entramado, la realidad no puede más que ser un problema.

El resultado electoral negativo trae un inconveniente muy serio, ya que ejerce presión sobre el montaje de entretenimiento y obliga a que ahora el espectáculo, haciendo el camino inverso, sea reemplazado por la burocracia real y las decisiones de gestión concretas. Sin embargo, poco parece haberse organizado en la burocracia para que eso sea factible de corrección repentina. Con un Milei alejado de los problemas cotidianos, y con un jefe de Gabinete más orientado a alivianar las tensiones creadas por su jefe, nadie se muestra con los hilos que unirían un formato dado de gestión. Al contrario, con la crisis electoral, lo que estaba suelto, parece soltarse ahora aún más, ya que los jugadores solitarios, por consecuencia de un no liderazgo, y no por decisión irrespetuosa y propia, se ven conminados a activar urgentemente procesos irregulares disponibles a su alcance, ya no para solidificar el camino del mejor gobierno de la historia, sino para salvarse de la guerra de todos contra todos. Se debe esperar, de este modo, en el tiempo por venir, una burocracia más caótica que cohesionada.

Si es que esta experiencia resulta fallida, habrá una última esperanza para consolar a sus protagonistas. Alguien hará una serie o una película, y otros harán libros y escribirán artículos, para garantizar la continuidad del espectáculo, como un espectáculo nuevo.

*Sociólogo.

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