Con una risa entre sarcástica y nerviosa, Luis Caputo inició este jueves su conferencia en el Council of Américas (el evento por excelencia de alineamiento político y empresarial con el imperialismo norteamericano) planteando que iba a hablar sobre los “eventos de los últimos días”. ¿Se referiría a la montaña rusa (hacia arriba) de las tasas de interés? ¿O al revés de Milei en el Congreso frente a su intento de vetar el aumento de presupuesto para discapacidad?
Aunque resulte paradójico, prefirió hablar de lo segundo (la derrota parcial en Diputados, ya que tuvo ayuda para dejar en pie el veto al aumento a jubilados), que referirse al terreno financiero que, se supone, es su fuerte. La omisión no es casual, hablar de la volatilidad en los mercados locales implica reconocer problemas que se están tapando bajo la alfombra hasta después de octubre. Frente a lo segundo, basta con decir “no nos vamos a mover un ápice de lo que es nuestro programa económico”, léase, seguir con el ajuste del gasto para garantizar los pagos de deuda.
Pero “los mercados”, ¿creen que ese programa será efectivo? ¿Creen que la “motosierra” será suficiente para resolver los problemas del endeudamiento público externo? Por ahora no. El Gobierno se jacta de haber hecho “el mayor ajuste de la historia” y Caputo muestra en una diapositiva los números de la baja del riesgo país de 2.327 (noviembre 2023) a 728 (agosto 2025), pero lo cierto es que no logra perforar los 700 puntos básicos. Esto significa el sobrecosto, por sobre la tasa de interés norteamericana, que tiene el país para endeudarse en el exterior. Con esa tasa elevada el Estado se ve imposibilitado de tomar deuda externa con fondos privados, algo que Caputo anhela volver a hacer como cuando estaba en el gobierno de Macri.
Como en una conversación interna con las incógnitas de los empresarios, que bien él conoce, Luis Caputo continúa dando argumentos para tranquilizar: “hoy tenemos un superávit fiscal que nos permite pagar todos los intereses”. Además, aclara que a pesar de no poder tomar deuda afuera “ya compramos U$S 26.000 millones en 18 meses, pero logramos acumular mucho menos reservas porque estamos comprometidos en pagar la deuda.” Y por si quedaba alguna duda, remató: “hemos honrado todas y cada una de las deudas, cosa que vamos a seguir haciendo”.
Pero no es suficiente.
El “rescate” del FMI ante las dudas del capital financiero en abril, y los intentos desesperados por sostener a raya el dólar sobre la base de asfixiantes tasas de interés en el último mes (como veremos más abajo), son una muestra más de las contradicciones profundas que asoman a la superficie. Aunque Caputo lo niegue, o lo intente ignorar.
Tres anclas, o tres torpedos
Para pagar los vencimientos de deuda externa se necesita ahorro fiscal, acumular dólares con excedentes reales en el intercambio con el resto del mundo, y cierto control en las variables financieras para evitar un salto cambiario no buscado, que se traslade a precios. Ninguna de esas tres condiciones se cumplen.
Es por ello que el plan de Caputo apunta a posponer para después de octubre la compra de dólares. La contracara: queda cada vez más lejano el cumplimiento de la meta con el FMI de acumulación de reservas por el Banco Central (aún después del segundo salvataje con el “waiver” y el cambio de metas).
De acuerdo a la consultora 1816, las reservas netas del BCRA son negativas por U$S 7.700 millones (según la metodología del FMI), cuando la meta a diciembre es de – U$S 3.200 millones. Por lo que después, en menos de dos meses, deberá ocurrir el “milagro” de que, en un período de baja liquidación del campo, el Banco Central logre acumular unos U$S 4.500 millones.
A esto se agrega la caída del superávit comercial. Si bien sigue siendo positivo en U$S 988 millones, los datos de julio del Indec muestran un retroceso del 32% en relación al mismo mes del año anterior. Las importaciones no cesan en su dinámica creciente. Por su parte, el saldo comercial acumulado de siete meses del año fue de U$S 3.750 millones, una caída de 69% respecto a la cifra récord de 2024 por U$S 12.201 millones.
En cuanto al caballito de batalla, el “ahorro fiscal”, también empieza a perder fuerza como supuesta solución a todos los problemas. Con el superávit fiscal no se vive, ni se come, ni se educa. Y por sobre todo, es falso. La contabilidad creativa de Caputo, que esconde el creciente costo de intereses de deuda interna con bonos “capitalizables” (como las Lecap) es cuestionada hasta por los propios.
En julio los intereses de deuda capitalizables tuvieron un exponencial incremento, llegando a unos $17,8 billones, cuatro veces más que el gasto en jubilaciones. Si se tuviesen en cuenta dichos intereses, el déficit financiero que volvió a aparecer en julio (resultado después de pagar intereses) por $168.515 millones sería aún mucho más pronunciado. En lo que va del año los intereses capitalizables ya acumulan más de U$S 40.947 millones, enorme negocio para los especuladores.
Pero más allá de ello, el ajuste del Gasto pierde creciente efectividad para lograr el tan mentado “superávit fiscal” cuando se muerde la cola. El freno en la actividad, resultado de la combinación entre el ajuste fiscal y la sobrevaluación del peso (o tipo de cambio bajo, o “dólar barato”), deteriora la fuente de recaudación de impuestos. Con menos ingresos, no hay motosierra del gasto que alcance.
Cualquier cosa, menos reavivar el riesgo inflacionario
Los desequilibrios en el plano monetario son evidentes. En menos de 24 hs la tasa de caución pasó de 2% a 148%, y luego volvió a bajar. Las tasas de interés de las Letras del Tesoro llegaron a tocar el 75% anual, triplicando la inflación. El gobierno ensaya todo tipo de cambio normativo para “secar” de pesos el mercado: nuevos instrumentos, suba de los encajes bancarios a niveles históricos (según 1816, el nivel actual del 50% es el más alto en 30 años), cambios en su forma de cómputo (de encajes promedio a diario).
Dicho de otra forma, busca evitar que el dinero en circulación se vaya al dólar. Todo ello, no sin una importante tensión con los bancos. Pero la montaña rusa probablemente continúe en las próximas semanas. En los próximos días el Tesoro deberá enfrentar otro vencimiento por $13,7 billones, de los cuales unos $9,1 billones están en manos privadas.
Para eso, la suba de tasas de interés es el golpe de gracia que está terminando de hundir la economía. El encarecimiento del crédito es un problema muy grande para la industria y el comercio. La tasa de adelantos de 1 a 7 días de las empresas era de 36% anual a inicios de julio (antes del desarme de las LEFI) y pasó a 90% anual.
De acuerdo a Matías Rajnerman, director de la Gerencia de Estudios Económicos del Banco Provincia en declaraciones a La Izquierda Diario, “el apretón monetario trasladó las tensiones de las variables nominales, especialmente el tipo de cambio, a la economía real, y los problemas ya se están sintiendo en la producción. En los últimos veinte días, los adelantos de cuenta corriente de las empresas cayeron más de 10%, y los flujos de caja se complican”.
También las tasas altas actúan como un desincentivo al consumo. Ante la falta de ingresos percibidos por las familias trabajadoras se busca compensar con mayor endeudamiento con tarjetas de crédito y entidades financieras, lo que agravará la situación desesperante y el incremento de la morosidad.
En el informe del Banco destacan que “los préstamos a los hogares saltaron más de 60% entre noviembre 2023 y la actualidad. Así, pasaron de representar poco más del 5% de los ingresos familiares a casi el 10% de estos”, y advierten por los problemas de pluriempleo en el mercado de trabajo para las familias que no logran llegar a fin de mes. “El porcentaje de ocupados con dos o más empleos pasó de 7,5% del total en el promedio 2021-2023 a más del 9% del total en el arranque de este año”.
Este miércoles el Indec publicó el estimador de actividad económica revelando los límites del modelo económico y la falta de motores reales. En junio cayó 0,7% respecto al mes anterior y se sitúa por debajo del nivel que tenia en diciembre de 2024. Con este rumbo las perspectivas para los próximos meses no son muy alentadoras, con su impacto negativo esperado en el nivel de empleo.
Falsas disyuntivas
A corto plazo el Gobierno apuesta a resignar actividad económica para mantener la inflación relativamente controlada hasta las elecciones. Pero la escasa solidez de las variables macro puede terminar de tambalear frente a la debilidad política manifiesta que se expresó esta semana en el Congreso, aún a pesar de los bloques colaboracionistas y de sectores del peronismo que impiden que el golpe sea aún más fuerte. Este último no intenta siquiera ensayar un programa claro que implique mejorar las condiciones de vida de las mayorías y, menos aun, de enfrentar al poder económico y al régimen del FMI, como quedó expuesto en la experiencia frentetodista.
La disyuntiva entre inflación y crecimiento económico sólo se presenta como tal en los marcos de una economía dirigida por el poder económico local atado por mil lazos al capital financiero. Su verdadera pulsión es aumentar los grados de explotación de la clase trabajadora, obtener beneficios del saqueo extractivista y de la especulación financiera.
Desde la izquierda planteamos que de lo que se trata es de cuestionar y enfrentar la concentración de los recursos estratégicos (bancos, transporte, tierras, grandes industrias, comercio exterior) en solo unos pocos grupos económicos, empezando por rechazar al FMI y desconocer en forma soberana la fraudulenta deuda externa con la más amplia movilización popular.
El espejismo del freno a la inflación, sin bases reales (sostenido exclusivamente en base a endeudamiento, en particular del FMI), es factible de agotarse en cualquier momento. Ante la falta de dólares, es necesario cortar con las vías de fuga de divisas vehiculizadas por la banca privada y extranjera y facilitada por el virtual oligopolio del comercio exterior en unas pocas empresas exportadoras, y cortar con la sangría de la deuda externa, que sólo benefició a los fugadores de capital, sin ningun beneficio concreto para las mayorías sociales.
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