-“Señor Presidente, ¿qué puede prometer para el año que viene?”
–“Mire, Tato, la realidad es que nada. Si hay algo que aprendí de la experiencia de 1990 es que no le puedo prometer absolutamente nada a nadie. Y además,Tato, vine a comer fideos y no mascar vidrio”.
Era el último día de octubre de 1991 y Menem tenía dos compromisos que atender en aquella jornada: firmar un decreto de necesidad y urgencia que desregulaba la economía y cumplir con la invitación al penúltimo programa de Tato Bores (La leyenda continúa, Canal 13) a participar del último bloque que cerraba con una mesa comiendo fideos.
“Borges decía que los peronistas éramos incorregibles. Usted también debe ser peronista porque también es incorregible, Tato”, dijo antes de hablar sobre la desregulación y el DNU.
El programa se grabó un mediodía. Menem se quedó hasta las tres de la tarde en el estudio y de ahí salió a la Casa Rosada, donde lo esperaba Domingo Cavallo, su ministro de Economía, y un discurso para llevar adelante la eliminación de trámites, entes y toda burocracia del Estado de un saque y sin pasar por el Congreso.
Menem estaba agrandado. Venía de ganar hacía dos meses las elecciones legislativas aunque mucho había tenido que ver Cavallo y el Plan de Convertibilidad que estabilizó la economía desde abril: llevó la inflación de 27% en el mes de febrero a 1,4% en octubre y cerrando con 0,6% en diciembre. Un año antes, en 1990, Menem había tenido una tasa de 95,5% en un mes. Ahora, con el bolsillo estable, los argentinos recibían la segunda etapa del plan Menem. Una secuencia inversa a la de Javier Milei en 2023 (primero desregular, ¿luego estabilizar?).
Cavallo preparó el decreto junto con un grupo de economistas inmediatamente después de las elecciones de 1991. Juan Schiaretti, Carlos Sánchez, Jorge Ingaramo, Pablo Rojo, Carlos Kessman, Héctor Domeniconi y Luis Obeid. Para la repasada final estuvieron su vice Juan José Llach, su secretario Legal y Técnico, Tomás Liendo, y el presidente de la CNV, Martín Redrado.
Otros miembros del Gabinete opinaron.
“Esto va a traer juicios contra el Estado, Mingo”, lo advirtió el ministro de Justicia, Carlos Arslanian. “E impacto político”, agregó José Luis Manzano, ministro del Interior.
“No importa, hay que darle un matracazo definitivo a la regulación económica”, dijo Schiaretti, al lado del Mingo.
Para Cavallo era necesario enfriar unos encontronazos que había tenido con Menem ese año y que generaban rumores sobre la sostenibilidad de la Convertibilidad. La desregulación vendría a sellar esas resquebrajaduras por más que más tarde se abrirían como grietas entre el Presidente y su ministro.
Las medidas salieron por decreto.
Se autorizó a negociar salarios por empresa, a comercializar medicamentos en supermercados, a eliminar la fijación del precio del pan y de comisiones en inmobiliarias.
“La derecha critica la forma y la izquierda critica todo”, tituló Clarín.
“La desregulación es necesaria pero no se debió haber hecho por decreto”, dijo Federico Clérici, el presidente de la UCEDE, el principal partido de la derecha en aquel momento —un PRO de hoy—. “El primer mundo no solo mira la libertad de los mercados, también lo hace con la estabilidad política y jurídica”.
Asimismo, dirigentes que podían calificarse con una mirada de centroderecha en lo económico tenían una mirada similar con el DNU y la desregulación de Menem.
“El decreto es como la demolición de un edificio —dijo Rodolfo Terragno—, la demolición no es mala porque hay que destruir para construir, pero hay que saber qué se quiere hacer ahora y quiénes serán los arquitectos”.
“Todos sabemos que un decreto no deroga una ley. Hay que desregular profundamente y defender la competencia para bajar el costo argentino. Los golpes de efecto no son suficientes”, dijo por su parte Enrique Olivera, diputado por la UCR.
“Algunas de las medidas de desregulación dan respuesta a la necesidad de descentralizar y eliminar las trabas burocráticas”— decía el gobernador de Mendoza, José Octavio Bordón—. Pero hay sectores monopólicos, como el aéreo que deben seguir regulados. Un vuelo de Buenos Aires a Mendoza vale US$300, casi US$200 más que el nivel internacional.
“Menem concreta así los sueños de los golpistas del 76 y la oligarquía financiera”, declaró el secretario general del Partido Comunista, Patricio Echegaray.
Cavallo montó en cólera rápido.
“Si cada legislador se pone la mano en el corazón y dice la verdad, ¿podría el Congreso haber tomado una norma con la simultaneidad y prontitud que tiene el decreto del presidente Menem? Habrá más inversión y más cantidad de empleos, aunque en algunos sectores la reacción puede ser más rápido que en otros”. El decreto afectaba 10.000 trabajadores de organismos y entes que eran cerrados. La mayoría serían trasladados a la AFIP, la Aduana y la ANSES.