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Resistencia
25 noviembre, 2024

La disputa entre Evo Morales y Luis Arce ahonda la grave crisis política en Bolivia

Bolivia no tiene mar ni una salida propia al Pacífico, pero su Gobierno de izquierdas navega sin rumbo en aguas de la inestabilidad. E peligro de un hundimiento político se divisa en el horizonte. El enfrentamiento entre el presidente Luis Arce y Evo Morales, el líder del Movimiento al Socialismo (MAS) que lo designó su delfín en 2020, es, a estas alturas, personal, ideológico y territorial. Pero, además, se ha abierto un capítulo judicial que resume a los otros. La justicia boliviana, tan proclive a obedecer al Palacio Quemado, gobierne quien gobierne, exhumó una antigua denuncia contra Morales por estupro. El líder histórico del MAS ha sido acusado de haber tenido un hijo con una adolescente de 15 años, siete años atrás. El jefe del Ministerio Público, Juan Lanchipa, destituyó a Sandra Gutiérrez, la fiscal que estaba a cargo del caso y que había pedido la captura del histórico dirigente de los cocaleros. La medida provocó revuelo y Lanchipa dijo que la causa en contra de Morales sigue abierta aunque no pesa una orden de detención. Arce, en tanto, pidió no politizar la causa. «Expresamos nuestro profundo compromiso con la defensa de todos los intereses legítimos de los administradores de justicia. Así como la defensa de la independencia judicial conforme establece la Constitución Política del Estado».

La insólita pelea entre Arce y Morales tiene un doble trasfondo. De un lado, el control del Estado. Morales desea ser otra vez presidente y reivindicarse tras su derrocamiento en noviembre de 2019. Arce no quiere abandonar el Ejecutivo. La relación ha pasado de la sintonía al desprecio, en medio de artimañas judiciales que buscan limitar las aspiraciones del exmandatario. El MAS se ha dividido y cada facción cree que la otra es más peligrosa que una derecha que observa plácidamente aunque sin una candidatura fuerte cómo sus rivales se despedazan entre si. Arce exhibe el control de los resortes institucionales y Morales se adueña de la calle. La semana pasada ocupó La Paz para defender su derecho a competir en los comicios de 2025. Miles de campesinos y simpatizantes recorrieron hasta 187 kilómetros para exigir la habilitación judicial de su candidatura.

La otra línea divisoria entre los exaliados es del orden económico. Si bien el Fondo Monetario Internacional (FMI) prevé que el PIB boliviano crecerá 1,6% este 2024, el país enfrenta desafíos 2024 de una resolución impostergable. Los años de bonanza que Arce se jacta de haber forjado en su condición de ministro de Economía de Morales, se basaban principalmente en la renta obtenida a partir de la explotación de los hidrocarburos que habían sido nacionalizados en 2006. Esa fuente se ha agotado en buena parte. El Estado pasó de obtener 5.489 millones de dólares anuales a 1.700 millones de dólares provenientes del negocio del gas.  Sin esos recursos se terminó el excedente en divisas que le permitía al Banco Central tener reservas, mantener un tipo de cambio estable y controlar la inflación sin sobresaltos. Arce reconoció la crisis de la falta de dólares. Sus medidas, dicen distintos economistas, no estarían a la altura de las circunstancias. El riesgo de una regresión de Bolivia a los años anteriores a 2006 aceleraron la decisión de Morales de retomar el control total del MAS y el Gobierno. Morales se considera el único garante no solo de la preservación de las conquistas obtenidas sino de su profundización.

«Evistas» y «Arcistas»

Las limitaciones económicas y políticas no hicieron más que acelerar las peleas entre Morales y el hombre que en su momento nombró su heredero coyuntural. Las palabras de elogio y agradecimiento cruzadas se transformaron en insultos y otras invectivas. El expresidente no solo denuncia una «persecución política» en su contra que ha excedido peligrosamente los asuntos partidarios. «Hace mucho informamos que el gobierno de Luis Arce decidió convertirse en un Gobierno fascista y antipopular. Renunciaron a resolver cualquier diferencia de forma democrática, para pasar a la persecución judicial», escribió en su cuenta de X. Insistió que la denuncia por estupro y trata de personas es una «una mentira» reconocida por la Fiscalía en 2020. Consultado sobre el mismo tema por un periodista durante su última rueda de prensa, Morales se enfureció: «¿yo te pregunto a ti cuántos hijos tienes? ¿Qué dijo Lucho (Arce)? No se metan con la familia, la familia es sagrada«. Para Morales la «campaña sucia» se desató después de que unas encuestas en poder de las autoridades ejecutivas lo mostraban como favorito de cara a 2025.

La virulencia de los enfrentamientos entre «arcistas» y «evistas» provoca estupor fuera de Bolivia. Semanas atrás tenía aristas incomprensibles. Tanto Morales como Arce saludaron la controvertida victoria electoral de Nicolás Maduro y la llegada a la presidencia en México de Claudia Sheinbaum. Ambos expresan su admiración por Cuba y China. Esas adhesiones internacionales carecen de sentido a la hora de hacer pesar sus ambiciones y lecturas de la coyuntura boliviana. El llamado Grupo de Puebla, que integra a sectores de la izquierda latinoamericana, quebró su neutralidad en este pleito y consideró que Arce ha lanzado una «guerra jurídica» contra Morales. «Sus legítimas diferencias parecen trasladarse ahora a los estrados judiciales con el evidente propósito de judicializar la campaña alrededor de casos». Le pidió al presidente que «no permita» que su Gobierno o los tribunales «participen en esta operación» de daño de la reputación de un ciudadano. «Estas prácticas van a contramano de la ética del progresismo democrático y allanaría el camino a las aspiraciones de la derecha boliviana en las próximas elecciones presidenciales».

El secretario político del MAS, Froilán Fulguera, escuchó con atención la advertencia y dijo que pese a las indisimulables grietas en el oficialismo apuesta al milagro de la reunificación partidaria. «Al final del túnel siempre tiene que haber una salida, pero ojalá sea de la manera más sincera. Eso lo planteamos en su momento a Lucho (Luis Arce) y David (Choquehuanca, el vicepresidente)». Fulguera se percibe como un puente que acerque lo que se ha alejado demasiado. «Solo esperamos la unidad con la verdad», dijo, pero a estas alturas, la «verdad» parece ser una de las derrotadas en la lucha que buena parte de la sociedad observa con desconcierto.

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