Todo el mundo está radiante. La filmación parece dirigida por anfitrionas que el último día de rodaje trabajan con sonrisas que cuelgan como hamacas paraguayas. Encima transcurre en un departamento y cuando llegás te recibe una de las directoras. «Feliz cumpleaños».
Si nunca hiciste una película, imposible imaginar la atmósfera que es capaz de construir, por ejemplo, Maricel Álvarez, actriz que saltó a la fama con Biutiful, junto a Javier Bardem, del director mexicano Alejandro González Iñárritu.
Esto que van a leer ahora ocurre mientras se cierra la última jornada de lo que se dará en llamar La llegada del hijo.
Compartimos una charla entre las directoras Cecilia Atan y Valeria Pivato -dúo que debutó con La novia del desierto en Cannes 2017- y la protagonista. Y sí, la alegría te espera en lugares poco probables.
«Maricel -dice Atan-, quiero aprovechar para decirte que esta película es posible porque vos no sos una actriz, sos una artista: esa generosidad que tenés para hacer todo lo que nosotras pidamos y más hace posible que nos demos cuenta de la llegada que nosotras mismas podemos tener».
Y sigue: «Los autores tenemos muchos límites a la hora de interpretar, porque a veces llegamos recortados por el ego de los intérpretes. Maricel -mirándola emotivamente a los ojos- nos diste todo, estamos muy agradecidas. Nunca te lo hemos dicho. Ojalá la película vuele para que vos vayas donde te merecés. Estamos muy muy contentas. Todo esto es posible gracias a tu talento y a tu calidad humana».
De pronto estamos agarrados de la mano el cronista y una de las directoras, beso a Maricel, abrazo de soles entre las chicas, chinchín con vasos de agua.
Maricel Álvarez y la española Greta Fernández (con el cabello colorado) hablan con las directoras Cecilia Atan y Valeria Pivato. Foto: Tarea Fina FTP CLARIN La
Un tema tabú
Maricel Álvarez no ha maternado en la vida real, pero la película trata un tema bastante tabú: qué pasa cuando un hijo no te cae del todo bien. En este caso, un extremo podría facilitar la hipótesis de conflicto porque madre e hijo están atravesados por un hecho de violencia trágico que pone en duda valores y afectos.
“Un libro valiente que no se instala en una mirada hegemónica ni maniquea”, dirá Maricel despejando una lágrima de emoción por la catarata de elogios que acaba de escuchar.
Lo dicho, último día de una filmación. Seis semanas en total. La locación es un edificio de la zona de Retiro donde la cocina parece un dos ambientes, y el living, una cancha de tenis. Las directoras son un encanto. Dan la bienvenida y llaman al cronista por su nombre de pila. «Te pido que no hagas ruido, Hernán». Uy, perdón y palmas juntas de emoji. Se viene una escena en la que está Cristina Banegas (Sara en la peli).
Valeria Pivato y Cecilia Atan, las directoras de «La llegada del hijo», en el último día de rodaje. Foto: Tarea finaMaricel Álvarez es dueña de una de las bellezas más particulares que se haya observado en un rostro humano. Además la escuchamos hablar. Tiene la suavidad de un durazno.
En voz baja, shhhhh, preguntamos y nos aclaran que es un filme de «climas”, de “atmósfera». ¿Cine de autor? «Sí, sí». La Banegas, vestida de negro, entra en escena con su aura de tragedia shakespeareana. Alguien le corrige una palabra. Maricel ingresa al living con una bandeja.
Hace un calor bíblico en el departamento. La película está protagonizada también por Angelo Mutti (nieto de Luis Alberto Spinetta) y Greta Fernández, actriz española que se hizo conocida en La hija de un ladrón, largometraje por el que fue nominada a los Premios Goya.
Sofía (Álvarez), sumida en un profundo duelo secreto, debe recibir en casa a su hijo que regresa luego de años de prisión. Este reencuentro será la oportunidad de sortear esa infranqueable distancia que los separa desde el momento del crimen.
Sara es Cristina Banegas, aquí junto a Angelo Mutti (nieto de Luis Alberto Spinetta). Foto: Tarea Fina
Invitación especial
La idea fue invitar a un medio español (Televisión Española) y a uno argentino a un día de rodaje. Podemos hablar con las directoras y guionistas Atan y Pivato. También con Maricel. Nos dicen que una de las locaciones se alquiló totalmente abandonada y deshabitada y se reacondicionó y amuebló entera para la película.
Desde la producción entienden que el filme tiene «una propuesta estética brutal» y deslizan que la imagen de «prisión» no es sólo como «cárcel espacial», sino que la protagonista queda «presa de una duda». Y todo vinculado a la maternidad.
Atan y Pivato vienen de otras áreas del cine. Arrancaron vinculadas a «cuestiones técnicas» y se mandaron un salto con garrocha. “Nos animamos a escribir juntas y después, ya habiendo escrito, nos lanzamos un poco ingenuamente como directoras. Creímos que eran carreras individuales, sin embargo estamos juntas. Esta es nuestra segunda película».
Maricel Álvarez, junto a Javier Bardem, cuando presentaron «Biutiful», de Alejandro González Iñárritu, en 2010. Foto AFPCecilia (Atan) habla mientras espera que le traigan su bebé, Genaro, que nació con la peli en marcha. Es tierno y común verlo pasar de los brazos de la madre a los de la suegra.
Dice Maricel: «Ellas son escritoras, son directoras y pasaron por otras áreas. Esto las convierte en artistas integrales. Su conocimiento del oficio es vasto y maravilloso».
Aparece la pregunta de cómo trata el «cine de autor» a los actores, y las directoras responden a dúo: «Si una escena no es orgánica para Maricel, quiere decir que no está bien escrita. El cine de autor es una mirada propia. Esto nos permite encontrar una protagonista libremente, algo que en el cine más mainstream es difícil, porque uno tiene otra clase de obligaciones. Aquí escribimos este personaje de Maricel y no pensamos en tal o cual figura convocante…».
También en Cannes, pero años más tarde, en 2017, Cecilia Atan y Valeria Pivato llevaron «La novia del desierto». Foto EFEMientras hablan uno imagina lo difícil que debe ser encarar una película sin las caras conocidas. Pensamos también que Mercedes Morán debe ser la Ricardo Darín de las mujeres. «Riesgos que se asumen», redondean las chicas.
-¿Qué significó para vos, Maricel, hacer esa película con Bardem y trabajar a las órdenes de Alejandro González Iñárritu?
-Fue como ir a la universidad. Adquirí herramientas que afortunadamente hoy puedo desplegar para poder trabajar con más profundidad y hondura. En términos interpretativos, Alejandro me enseñó que el actor debe ser arcilla en las manos de otro para que ellas, en este caso, puedan modelar conmigo. En definitiva, son las autoras y siento que una debe entregarse para poder hacer un aporte sensible, subjetivo.
-¿El cine cómo te sienta? Yo te tengo más del teatro…
-Me sienta muy bien, pero es cierto: yo vengo más del teatro y de derivas como la performance. Eso me permite llegar a estos proyectos casi virgen, sin tantos prejuicios y voy aprendiendo…
Máxima atención. Maricel Álvarez y las directoras miran una escena ya filmada. Foto: Tarea Fina-¿Supusiste que te iba a ser más fácil después de «Biutiful»?
-No, para nada, yo no subestimo nunca. Siempre hay un problema a resolver. Venir muy armado a filmar es prácticamente una obstrucción para la idea deseada. A mí me gusta sentir que está todo por hacer, que una puede ser un papel en blanco.