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Resistencia
24 noviembre, 2024

Guido Kaczka, el hombre que copará las noches de El Trece con dos programas seguidos, habla del nene que fue, del conductor al que admiraba y de por qué no haría un reality

No se mueve en la estridencia, no grita, no saca chapa de ser el más visto del canal, evita el primer plano, escucha más de lo que habla. En la nutrida camada de los conductores que rondan los 40, Guido Kaczka marca diferencia. Parece de la vieja escuela, de cuando no había minuto a minuto, de cuando la pausa le ganaba al vértigo. No debe ser casualidad, entonce, que desde el lunes vaya a ser una suerte de dueño del prime time de El Trece, cuando, una vez que termine la emisión de Los 8 escalones, estrene The Floor, haciendo posta con él mismo.

Le gusta más entrevistar que ser entrevistado, pero una vez que da el sí se entrega y, de considerarlo necesario, hasta abre su celular para compartir una perlita que viene a cuento del estilo en el que milita. “Hay algo que es como una tradición, que me parece que es fabulosa, que arrancó con Mareco como conductor, amable siempre y con reflexiones muy cotidianas, siguió con Fernando Bravo y ahora vos sos la versión moderna. Sos canchero, sos amable, sos todo como debe ser. Hay como una línea ahí”, se la escucha decir a Teté Coustarot en un audio más largo que le mandó el otro día. Un audio atravesado por la gratitud y el reconocimiento.

Mujer de la TV, Teté sabe de qué habla. Y creyó ver en el conductor del programa al que a veces va de jurado una semilla crecida a la sombra del gran Juan Carlos Mareco, uno de los mejores animadores y anfitriones de la pantalla.

Teté no sólo no sabía que Guido había trabajado con “Pinocho” (murió en 2009, ganador de 8 Martín Fierro), sino que por esos días Kaczka estaba revisando su propia historia, reencontrándose con el pibe que fue, que no soñaba con jugar a la pelota, sino con trabajar en la tele. Y encontró una foto en blanco y negro, de cuando Mareco lo había elegido para que, con 6 años, trabajara con él en Homenaje, un programa emotivo que conducía por el viejo Canal 13.

“Mirá lo que es esta foto (otro gesto de su parte salido de su celular, que luego amplificará cuando se la reenvíe Clarín). ¿Ves? Tengo la misma actitud de ahora. Yo estaba esperando que me dijeran qué tenía que hacer, cómo lo tenía que hacer, yo quería hacer. Me paraba como ahora, fijate las piernas. Y ahora veo esta foto y, por edad, soy más Mareco que ese nene, aunque sigo siendo el mismo”, se sincera con el alma abierta, un café y alfajorcitos de maicena.

Guido Kazckaa los 6 años junto al gran Juan Carlos Mareco, quien fue clave en su formación.Guido Kazckaa los 6 años junto al gran Juan Carlos Mareco, quien fue clave en su formación.“Esto fue en el estudio donde después hice A todo o nada. Iba los sábados y Mareco me llamaba para presentar gente muy grossa, tipo Libertad Lamarque, ponele. Yo lo admiré mucho y conducía de manera fenomenal, era un uruguayo hermoso. Imaginate, yo estaba con este sacudón de emociones en la cabeza y aparece el mensaje de Teté. Tuve una identificación muy grande con Mareco. Y la primera vez que me llamaron para conducir los Martin Fierro puse todos videos de Fernando Bravo y de ella, porque me encantaba cómo lo hacían. Todo muy loco”.

-¿Qué contestabas cuando de chico te preguntaban qué querías ser?

-Quería ser conductor. También podía decir actor, pero yo realmente quería conducir. De Mareco me fascinaba su programa Cordialmente. Yo no lo copié, pero lo mamé. Y mirá qué locura, que de grande empecé a ver sus videos y le veo hacer cosas con el micrófono como las hago yo, y te juro que no lo saqué de él, pero evidentemente algo de su estilo se me metió en el modo”.

A los 46 años, crecido en la TV -cómo olvidar a su Quique de Clave de Sol-, el lunes hará doblete cuando le corra el velo a The Floor, un formato holandés creado por John de Mol -el mismo de Gran hermano-, que triunfa en España, Francia, Italia, Países Bajos y que él descubrió en el Festival de Cannes.

De compras en la feria de la TV

-¿Vivís esta previa como las anteriores?

-No, ésta es distinta, porque es un programa que ya está hecho. En general yo invento los programas y me queda aún mucho por inventar cuando los largo. O sea que, con la ayuda de todos, lo termino de zurcir al aire, y éste en un formato muy armado, muy grande, muy pensado, como si fuera más de la era de la adultez.

-¿Para el televidente va a ser “un programa más de juegos”?

-Sí, pero superador. Lo compramos el año pasado en el Festival de Cannes. Viajamos a buscar formatos con Martín Kweller -fundador de Kuarzo, su socio y amigo- y gente del canal. El cuento es que Martín no había llegado todavía y yo estaba mirando formatos y formatos por los distintos stands y en un momento me encontré con (Pablo) Codevilla y con otras personas de El Trece y la cosa era ‘¿Vos qué viste? ¿qué te gustó de tal stand?’. Después llegó mi socio y todos coincidíamos en que nos había encantado The Floor.

-¿Es como una feria con puestos?

-Es como la Feria de las Naciones. O como las ferias gastronómicas de los fines de semana… Yo me engancho como loco cuando las muestran en la tele. Me fascina. Me quedo horas. Y pienso ‘Ojalá el notero arranque para allá, se me meta en aquel puestito’, medio que lo veo tipo “elige tu propia aventura”.

-¿Te sigue gustando “El valor de tus joyas”?

-Totalmente, me atrapan esas historias que se arman alrededor de las alhajas y te cuentan un cuento tipo novela.

-¿Y qué es lo que te sedujo de “The Floor”?

-Cuando vi la puesta lo analicé como productor y también veía que era para mí. Es un escalón muy crecido, interactivo, distinto, con más puesta, mas software. Lo siento como un crecimiento de formato y de idea, un desafío mayor.

Guido descubrió Guido descubrió «The Floor» en la feria televisia del Festival de Cannes, el año pasado. Y pensó que era un formato posible para él. Foto Fernando de la OrdenHabla del proyecto que desde el lunes 19 a las 22.15 tendrá a 64 participantes compitiendo con preguntas de interés general, con un premio diario de 3 millones de pesos y uno semanal de 10 millones.

-¿Qué vamos a ver de nuevo?

-Vamos a ver una cuadrícula distinta, 64 participantes, con familiares que acompañan pero no juegan. Cada uno defiende su categoría, pero tambien tiene que saber de las de los demás. En definitiva, tenés que evaluar si te conviene ir a duelo con otro o guardarte y esperar. El objetivo es conquistar todas las casillas. Gana el premio mayor el que se queda con todo. Y te atrapa porque capaz alguien viene acumulando casillas y luego en la última puede pasar cualquier cosa.

De límites y competencia

Así se verá el estudio de Así se verá el estudio de «The Floor», el programa que se graba en Martínez y tiene 64 participantes en competencia.“En todo este tiempo aprendí que es importante cómo hacés los programas, como los cuidás, pero también en qué contexto salen y qué pasa a tu alrededor. Como me pasó con Bienvenidos a bordo, que tenía un avión y que iba a ser todo de viajes. Después vino la pandemia, quedó el avión ahí plantado, puse el juego del lingote y una tarde, en una siesta, se me ocurrió que hubiera muchas golosinas, llamé al auspiciante… Era algo que había visto, no es que era algo fundacional de mi parte. Y otro día hicimos el entretenimiento del taxi en la puerta y una ruleta, qué se yo. Si no se hubiera hecho en pandemia, y con esas circunstancias, tal vez no hubiera tenido el mismo éxito. Hay cosas que ocurren alrededor tuyo que hacen al camino del programa.

-Y también hay cosas que ocurren enfrente. Si no hubiera estado «Gran hermano», capaz vos hubieses medido más todavía.

-Sí, también es determinante qué pasa enfrente, fundamentalmente con el tema de los números. Pero, guarda, que cuando un programa es bueno, como lo es Escalones (así lo llama coloquialmente), viene Gran hermano y se la banca, y se va Gran hermano o el que sea y puede subir, pero nunca dejó de ser bueno. Sí es verdad lo de enfrente, pero tampoco se puede pensar que todos tus males son porque el otro mide más.

-¿Vos sentís que te diferencia tu límite para no especular por un puntito de rating?

-Tengo un límite, pero sé que me puedo equivocar. Es cierto que me mido, sobre todo en televisión (a la mañana conduce No está todo dicho, en La 100). Y si me excedí, como es grabado, voy y me saco esa partes. Muchas veces los productores me dicen ‘No, eso dejalo porque está divertido’. Pero pienso que no va a estar bueno aunque se ría todo el mundo. Hay cosas que, sabés, pueden causar gracia pero también sabés que pueden no estar buenas. Yo me río de muchas cosas que están mal y que no las haría. Me importa mucho la mirada de mi gente.

Video

Tráiler de presentación de «The Floor», el nuevo programa de Guido Kaczka.

-En los últimos años de «Los 8 escalones» empezaste a hablar más de tu vida…

-Es cierto, pero hasta ahí. Y también regulo. Te cuento una: viene un participante y me dice ‘Yo trabajé en la casa de un amigo tuyo, un amigo de la infancia’. Me empieza a contar, yo le hablo, él me cuenta más. Termina el programa y les pido a los productores que me suban ese video, se lo mando a mi amigo y le digo ‘Che, ¿vos querés que salga esto en la tele, hablando de vos?’. Y me pone ‘Sí, cero problema’. Y listo. Pero primero se cuida la intimidad, porque en el fragor se charla, pero después tenés la chance de editar y evitar problemas.

-Cada dos o tres programas salís hablando de Villa Luro, de tus calles, de tu gente, de tus recuerdos…

-Es que le encontré una vuelta a la valoración de cosas de mi historia que me gustan, y tal vez eso, al estar más grande, me permite a abrirme más. Me di cuenta, al final, que hago esto para hacerlo, no para otra cosa. Porque me gusta. ¿Por la guita?, sí, pero no es ésa la prioridad. Si hay algo que sólo me da guita no lo hago. Me tiene que gustar por algo. ‘¿Sólo por guita?’, me repregunto. Y si la respuesta es sí yo digo no.

-Y si algo te gusta mucho y sabés que no va a darte guita, ¿lo hacés igual?

-Lo hago, me mando, claro. Ojo, estamos hablando de una persona que tiene plata para vivir, que es responsable, que no es ambiciosa ni desmedida. Siempre le pongo el para qué. El dinero para algo, la influencia para algo. A todo le busco el para qué. El dinero me gusta, pero para gestionarlo de manera creativa.

Otra escena de Otra escena de «Homenaje», con Marceo y Jorge Porcel. Y un Guidito que pedía pista.-¿Tu mamá sigue siendo tu gran interlocutora?

-Hablo mucho con mamá y es quien me acompañó de chico, está muy contenta conmigo, parece. Y también hablo mucho con Sole (su mujer) y con la gente de la productora. Acá ya me conocen mucho. Vieron todo mi desarrollo.

-Sos la cara de “Los 8 escalones”, pero al mismo tiempo sos parte de los otros programas de Kuarzo. ¿Cómo se divide tu cabeza para competir contra vos mismo, de alguna manera?

-Puede sonar difícil, pero se me hace fácil por carácter, aprendí mucho con Martín, tenemos una sociedad formal desde hace unos años, pero trabajamos juntos desde El último pasajero, hace casi 20 años, por Telefe. Aporto lo que más puedo dentro del rol que me toca, y Kuarzo tiene sus equipos y acá funcionamos muy bien.

-Pero, por ejemplo, ¿cómo era competir contra “Gran hermano”, reality que produce Kuarzo?

-Se llevaba bien, porque no estaba en el día a día de GH. Sí en el armado inicial con mi socio, donde tiramos ideas y conceptos más generales.

«The Floor, la conquista» tiene una puesta escenográfica potente.-Sos el único que va a tener dos programas como conductor en un canal, y varios como productor en distintos canales.

-Pero porque así se mueve Kuarzo y está muy bien, con el juego abierto. Es una productora muy grande y tiene sus equipos específicos para cada cosa. Yo estoy en el día a día de Escalones y lo estaré en The Floor. Hay algo muy sensato de Martin, de honestidad profesional en él, cuando dice ‘Vamos a hacer lo mejor posible para el programa’. Y se le dice ‘Pero a éste no le conviene que al de allá le vaya bien’, y él insiste, y está bien, con qué hay que hacer lo mejor posible, como sea, para cada uno al margen de lo que tenga enfrente. Yo creo que uno es una persona arriba de una tabla de surf. Estás en una ola, vos podés hacer lo mejor arriba de esa ola, pero la que te lleva es la ola. La vida es la ola. ¿Hasta donde da la ola?, y eso no lo sé.

-¿Veías “Gran hermano”?

-Me enganché un poco al principio, estaba al tanto de todo, pero no lo seguía al pie del cañón. Martín ama Gran hermano, es el especialista de ese formato. Es un crack.

-¿No pensaste en conducir un reality?

-Nunca hice y no me veo en ésa. Soy productor de tele, pero no me destaco en realities, no soy bueno en realities.

Ganador del Martín Fierro de Oro en radio y con ganas de estar nominado en alguna de las ternas de TV que se darán a conocer dentro de unos días, Guido sabe quién es quién en el nuevo mapa que tiene un rating alicaído, pero con gente que la pelea desde adentro. Y entonces nombra a Mirtha Legrand, que a los 97 años conduce un ciclo semanal (La noche de Mirtha): “Es espectacular, es un personaje que la destaca en la cancha, una genia. Si en el futbol hay jugadores que la mueven como nadie, nosotros tenemos una persona que está fuera de rango, una distinta. Por los años, por la vigencia, por la influencia y por la manera y el respeto. Incluso con lo que te gusta o no de ella, es esa persona que da esperanza. Única en el mundo”.

Guido abre el día charlando una hora con su socio, planillas de rating en mano, luego va a La 100 y de tarde graba sus dos programas.Guido abre el día charlando una hora con su socio, planillas de rating en mano, luego va a La 100 y de tarde graba sus dos programas.

Grande, pá

Padre de cuatro hijos, dice de Romeo, el de 16 años (hijo de su relación con Florencia Bertotti), que “es muy inteligente, muy dulce, muy lucido”. Los otros tres los tuvo con Soledad, su actual mujer. A Benjamín, de 9, lo define como “muy sensible y muy divertido”. Confiesa que “con Helenita (de 7) me está pasando eso que me decían ‘Ah, con la nena te morís’. Estoy a full, es piolísima. Hablamos mucho, pero a ella le encanta que la haga volar como un avioncito”. Y cierra: “El mas chiquito, Eliseo, de 3, es muy parecido al Guidito que ves ahí en la foto. Quiere su atención, es como era yo. Quería pararme arriba de la mesa y que me vieran. Y con los años descubrí que ese micrófono era para ser un medio, no para ser un fin”.

Ya no necesita la mesa, ni siquiera ser perseguido por la cámara. Un fiel discípulo de Mareco, un tipo que sabía diferenciar entre mostrarse y dejarse ver.

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