A los 12 años Fernando empezó a sufrir bullying por parte de sus compañeros de escuela. Empezó a sentir tanta angustia y desesperación que pensó en suicidarse. “Me dijeron que en mi infancia fui feliz, pero no me acuerdo. En la adolescencia me atrapó la tristeza. Le tenía pánico a la gente, no quería que me vieran. Estaba encapuchado, escondido. Quería desaparecer, ser invisible”, contó Fernando a Todo Noticias.
Fernando no quería contarle a nadie que estaba triste. “No quería que en casa supieran que me peleaba en la escuela, que me iba mal. Muchas veces se me venían imágenes a la cabeza, de distintas formas, de cómo podía matarme, en qué momento, qué iba a pasar después. Según mis pensamientos todo iba a estar mejor, a nadie le iba a importar”, detalló el joven a Todo Noticias.
Javier Quesada, especialista en primera infancia y salud de UNICEF Argentina, lo explicó de esta manera: “La adolescencia es un ciclo de la vida donde hay un conjunto de factores biológicos, sociales y psicológicos que te determinan. Por ejemplo, la autonomía creciente, la conquista de tus ideas y todo el tránsito hacia la sociabilidad que implica fuertemente el ámbito educativo, el ámbito deportivo. Lugares donde los chicos y las chicas se constituyen a sí mismos en relación con otros”.
“En medio de esas situaciones de la vida cotidiana a veces aparecen un conjunto de problemas que tal vez no sean problemas gigantes, tal vez son problemas que tienen alguna característica que se van acumulando. Algo que va pasando y se convierte en una experiencia totalizante, toda tu vida pasa a ser este problema que no encontrás solución”, indicó.
Según el especialista, las y los adolescentes se perciben a sí mismos como única salida porque no hay un nosotros dispuestos a escuchar, aconsejar e intervenir, es en esa instancia en que la ideación suicida empieza como un momento de planeación. “Muchas reacciones son en silencio, no hablemos de suicidio porque va a ser contagioso y es todo lo contrario, hablar de suicidio reduce el suicidio”, sostuvo Quesada.
El aislamiento y las ideas negativas persistentes
Fernando, que hoy tiene 22 años y es estudiante de segundo año de psicología, asegura: “El aislamiento también fue en casa, pero no por mi familia, sino por mi propio aislamiento. Yo no quería contar”.
Sobre este punto, Quesada advierte: “Hay muchos signos que hay que saber leer. Las señales pueden ser aislamiento y retraimiento. Desmotivación, episodios de llanto incontrolable, desesperanza y hasta ideas negativas persistentes”.
“También muestran sentimientos de tristeza constante, sentimientos de debilidad, soledad o fracaso. No hay que naturalizar estas situaciones porque son un llamado, un signo de alerta, un factor para que intervengamos en la prevención”, destaca el especialista de UNICEF.
Un grupo de amigos
“Un momento que fue definitorio en mi vida fue un día que salí a caminar y me encontré con un pibe en la calle. Le pregunté qué estaba haciendo y me contestó que estaba practicando una disciplina que se llama parkour. Me contó que tenía un grupo de amigos con los que podía juntarme para hacer esta disciplina. De estar todo el día encerrado, pasé a estar todo el día en la calle con ellos”.
Según cuenta Fernando, ellos empezaron a darse cuenta de que muchos de los chistes que utilizaba eran referidos a una ideación suicida. “Me preguntaron si alguna vez había pensado en matarme. Les conté que sí y no pude parar de llorar durante tres horas seguidas en las que les conté todo lo que sentía. Me comprendieron y me comentaron que algunos de ellos también en algún momento había sentido lo mismo”.
Alojar, escuchar sin prejuicios, sin discriminar
Para Quesada es clave el rol de los adultos: “Es muy importante que estemos a la mano, pero que además tengamos la capacidad de alojar: escuchar sin prejuicio, sin discriminar, sin poner un estigma sobre tu padecimiento de situación de salud mental. Que nadie se horrorice con lo que está relatando porque lo que va a generar es que me quiera callar más”.
Sobre todo, el especialista afirma que lo fundamental es que pueda entender que esta temática, estos padecimientos que tienen los adolescentes respecto a la salud mental no son problemáticas individuales sino sociales.
Nuevo colegio y una pregunta clave
Fernando se cambió de colegio para tener un nuevo grupo de amigos y la realidad cambió significativamente: “Me empecé a sentir mejor, mis notas se elevaron, me sentía más cómodo, pasé de: ´la escuela era lo peor que podía pasarme a estar un rato más con mis amigos’”.
En esta nueva escuela, Fer conoció a la profe de literatura con la que empezaron a estudiar tragedia: “Leímos Edipo Rey, Verónica decide morir, Romero y Julieta. Todos estos libros llamaron la atención de un compañero que preguntó ‘¿por qué todos los personajes se terminan matando?’”.
“Esa pregunta generó un silencio absoluto: la profesora notó este cambio y preguntó directamente si alguno de nosotros se había querido suicidar. Hicimos encuestas en la propia escuela y en escuelas del distrito. Después, para la feria de ciencias, participé en un grupo que se llamó ‘Letras suicidas’ donde quisimos comparar si lo que se hablaba en los libros se reflejaba en la realidad. Ese informe que armaron dio el dato de que: por lo menos en un salón de 30 alumnos, del año que fuera, había 5 chicos que querían morir”, explica Fer.
El superpoder de hablar
Fernando empezó a darse cuenta, a reflexionar sobre lo que le pasaba. “Me di cuenta de que hablar con otros sobre lo que me pasaba y les pasaba, me empezó a sanar. Empezó a hacer que yo me sintiera mejor. Tratando de ayudar a otro, me sanaba yo mismo. Si hubiera habido un sistema que hubiera detectado el problema en el momento, otra habría sido la historia”.
Fernando hoy está en segundo año de Psicología en La Plata y da charlas cuando lo convocan para hablar de su historia en el contexto de la prevención del suicidio. “Un mensaje para los pibes que quizás puedan estar pasando por alguna situación parecida a la que yo viví es que el tiempo pasa, las cosas cambian, no todo empeora, por lo general mejoran. Yo tengo una vida normal como cualquier otro chico de mi edad, y todo gracias a que gané un superpoder. El poder de hablar”.
Si tenés dudas o necesitás ayuda, no dudes en contactarte con:
El Dispositivo de Orientación y Apoyo en la Urgencia de Salud Mental del Hospital Bonaparte. Teléfono: 0800-999-0091.
También podés contactarte con el Ministerio de Salud de la Nación, en la Dirección de Salud Mental y Adicciones. Avenida 9 de julio 1925, Piso 10. Oficina 1001.CABA. Llamá al teléfono (011)-43799162 http://www.msal.gov.ar/saludmental.
Podés consultar también en la Asociación Argentina de Salud Mental. Guardia Vieja 3732 1° A. CABA. Teléfono (011) 2000-6824| 4978-7601. Celular (5411)15301309291| administració[email protected]
Si necesitás ayuda podés llamar al Centro de Asistencia al Suicida (CAS) Buenos Aires. Línea gratuita 135 o (011) 5275-1135 o 0800-345-1435.
En la Argentina y el mundo millones de chicas y chicos, como Fernando, necesitan ayuda urgente. Por eso, bajo el lema, “Cuidemos juntos lo que más importa”, mañana llega una nueva edición de “Un Sol para los Chicos” a total beneficio de Unicef. Todas las personas, desde cualquier punto del país, pueden sumarse para ayudar a los que más lo necesitan con una donación mensual con tarjeta, escaneando el QR que aparece en pantalla, llamando al 0810-333-4455 o ingresando en unicef.org.ar/unsol.
Créditos Edición de video: Juliana Guglielmi Camarógrafos: Juan Pablo Chaves y Nicolás González Diseño gráfico y animación: Iván Paulucci Gráficos y análisis de datos: Damián Mugnolo Edición de estilo: Silvana Stabielli