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Resistencia
15 noviembre, 2024

El campeón de la tijera: creció en el desierto, ganó por cuarta vez un concurso y viajará a Francia a mostrar su arte

“Los franceses van a tener que pagar el pase, si te quieren llevar allá”. Con ironía futbolera y orgullo nacional, los compañeros de la bodega de Juan Francisco Villafañe (40) festejaron su logro: cuatro veces campeón de poda de viñedos con tijera en Latinoamérica.

El premio fue una caja de herramientas de mano y un viaje a Francia para mostrar su habilidad con la tijera y promover que el concurso que lo premió llegue a nivel mundial.

Juan persigue la gloria. Aunque esté jugando al truco por diversión, él siempre quiere ganar. Esta vez la posibilidad de viajar a Europa fue su gran incentivo.

Tiene siete hijos y trabaja en dos fincas, incluidos los fines de semana. Vive en Mendoza y hasta Córdoba es lo más lejos que ha ido de casa.

Jamás se imaginó subir a un avión, cruzar el océano para enseñar en la campiña francesa el arte de la poda de vides, que requiere rapidez y detalle en cada corte para obtener los mejores vinos.

Villafañe nació en Beazley, un pueblo ferroviario, a 65 kilómetros al sudoeste de la ciudad de San Luis, que quedó olvidado con el cierre de los trenes de pasajeros a muchas provincias.

En ese pueblo aún viven siete de sus 13 hermanos. Juan es el mayor y, a los dos años, fue llevado a Mendoza para que lo críe su abuela, porque su mamá le dijo que no podía cuidarlo.

En el podio. Villafañe obtuvo el primero puesto en el concurso regional que se hizo en Mendoza. En el podio. Villafañe obtuvo el primero puesto en el concurso regional que se hizo en Mendoza. Hasta los 18 años vivió en pleno desierto, en la localidad de Desaguadero, límite de Mendoza con San Luis. Dormía en una precaria casa de un campo de ganado, donde su abuela y su abuelastro eran los puesteros.

«Tuve que trabajar desde chico, cortar leña, buscar agua en el arroyo, y ayudar a mis abuelos con la cría de animales y tareas del campo», recuerda.

Y con tristeza, dice: «Pasaba muchas horas solo, no tenía amigos ni hermanos con quien jugar«.

En época escolar, Juan viajaba a caballo hasta la ruta para hacer dedo y poder llegar al pueblo. Era alumno en la escuela albergue en Desaguadero, donde se quedaba 15 días, estudiaba, comía y dormía en el colegio. Y el resto del mes volvía al campo. Esa fue su vida hasta terminar noveno año del ciclo primario.

Se anotó en primer año del secundario, pero no cursó. Abandonó la escuela porque tenía que trabajar como peón del campo donde vivía con sus abuelos. Pero Juan soñaba con otra vida, deseaba independizarse, aprender un nuevo oficio y formar una familia.

A los 18 años, el dueño del campo lo llevó en época de vendimia a trabajar al municipio de Maipú, en Mendoza. Aprendió a cosechar y pudo mantenerse los primeros meses. Era un trabajo de temporada y, si quería quedarse, tenía que rebuscárselas con otro empleo.

En bici, empezó a recorrer fincas. Preguntaba si necesitaban obreros de viña, aunque toda su vida había trabajado como leñador. «Siempre trabajé al aire libre, con la zapa o acarreando leña, me acostumbré al trabajo forzado«, dice.

En Luigi Bosca, lo contrataron. Fue esa primera oportunidad, sin experiencia, de alguien que tenía muchas ganas de progresar.

Técnica precisa. La que se necesita para podar la vid.Técnica precisa. La que se necesita para podar la vid.«El encargado de la finca me dijo que si quería y tenía ganas de aprender, me iba a enseñar. Iba a ganar casi el doble que como jornalero. Un sueldo seguro», recuerda.

Villafañe lleva 18 años en la empresa y es el sub encargado de la finca Don Leoncio, en Barrancas, Maipú. Durante la cosecha conoció a su primera esposa, y mamá de seis de sus hijos: Florencia (20), Aldana (18), Luciano (17), Valentina (15), Débora (14) y Santiago (12). Se separó y con su segunda pareja, tuvieron al más pequeño de la familia, Francisco (7). Todos estudian.

Los primeros meses en la finca fueron los más difíciles: «No sabía usar la tijera, los otros compañeros iban rápido, fuertes. A mí me dolían las manos y las muñecas. Por el vigor de la planta, tenía que hacer fuerza, me costaba», detalla.

Siempre contó con el apoyo de su jefe: «Si las cosas andan bien, podés ser encargado», recuerda que le dijo Héctor Michalik. Y Juan se puso la meta: «Tengo que ser el mejor, tengo que ponerme las pilas y ganarme el puesto», repitió.

Este año, Villafañe compitió con 95 podadores de viña. Tenía que podar una hilera de cepas, unas 44 plantas en 17 minutos y hacer unos 25 cortes por planta. Eran vides de espumantes, como variedad pinot noir y chardonnay.

«También compitieron mujeres y, aunque hubo gente que lo hizo más rápido que yo, el jurado evaluó la calidad de la poda«, explica Juan.

Cuando Villafañe subió al podio por tercera vez en 2023, dijo que se retiraba, pero después se arrepintió y volvió este año: «Me gusta ir y compartir con gente del mismo palo, el concurso es como el día del cumpleaños para nosotros, una fiesta de los podadores«, dijo al subir por cuarto año consecutivo a buscar un premio.

La poda es un oficio milenario y esencial que se realiza antes de que la planta despierte de su letargo invernal. Consiste en reducir la parte vegetativa a fin de controlar su forma y limitar su crecimiento natural, mejorando la calidad de sus uvas. Esta práctica no sólo condiciona la futura vendimia sino también las subsiguientes, y a largo plazo, el desarrollo de la misma cepa.

En Mendoza, este tipo de labor está a cargo de cuadrillas de podadores, muchos de ellos inmigrantes limítrofes, que llegaron al país en busca de trabajo.

Juan le enseñó a su hijo mayor el oficio, pero dice que prefiere que Luciano se dedique a estudiar, siga la universidad y si algún día, necesita de este trabajo, que pueda hacerlo.

El concurso

La 12ª edición del Concurso Sudamericano de Poda Profesional en Vid se realizó el sábado 27 de julio, en la bodega Cruzat en Luján de Cuyo, Mendoza.

Los participantes del concurso, con las montañas de fondo.Los participantes del concurso, con las montañas de fondo.El encuentro y agasajo a los trabajadores del viñedo, lo organiza la empresa de herramientas de mano Bahco, con sede en Santo Tomé, Santa Fe, y filiales en Europa.

El concurso es una fiesta para muchos obreros que pueden encontrarse una vez al año con colegas de otras fincas, de otras provincias vitivinícolas, como Salta y San Juan, y de países vecinos, como Chile y Perú.

En la edición 2024, los participantes contaron con 30 minutos para demostrar sus habilidades en técnicas de poda, evaluados por un jurado compuesto por expertos del INTA y de la Universidad Nacional de Cuyo.

El jurado priorizó la precisión, destreza, técnica, prolijidad y velocidad de la poda. Al podio subieron Villafañe, de la bodega Luigi Bosca; Kevin Agüero, de finca Altamira Esperanza y Guillermo Palacios, también de Luigi Bosca.

Este año, se anunció el Desafío Bahco Challenge, un programa que busca proyectar la experiencia latinoamericana al contexto internacional. Por eso, el premio de Villafañe es un viaje a Francia. «Irá a visitar la planta en Bauge, donde fabricamos nuestras tijeras de poda. y demostrar su técnica», explica la gerencia.

Mujeres del vino, que también participaron en esta edición del concurso. Mujeres del vino, que también participaron en esta edición del concurso. Villafañe recibió el premio de la mano del presidente global del grupo, Jeff Zuehls, quien viajó a Mendoza para el concurso latinoamericano, con la idea de replicarlo en Europa.

El Ente Mendoza Turismo declaró de interés turístico el concurso, que es promocionado como una actividad que pueden compartir cada año los turistas. La edición 2024, contó la participación de la Asociación de Mujeres del Vino de Argentina (A.MU.V.A.), integrada por mujeres profesionales y entusiastas del vino.

AS

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